
Sergi Roberto ascendió al primer equipo como interior, heredero junto a los Thiago Alcántara o Jonathan Dos Santos no del rol pero sí de la demarcación de Iniesta o Xavi. Tallado, eso sí, por un patrón muy distinto tanto del de ellos dos como del de sus, por entonces, compañeros en el filial, Sergi era un interior que leía bien el juego pero con más recorrido. Un box to box con ADN culé que arrastraba como carga la losa de poseer una técnica inferior en espacios reducidos que la de los últimos interiores que había alumbrado el fútbol base blaugrana. Entiéndase que no se pretende decir que el nivel técnico de Sergi Roberto sea malo y de hecho, como en el caso de Cesc Fábregas, en otro momento de la historia este punto por debajo habría tenido una incidencia mucho menor en el devenir del jugador en el primer equipo, pero en la época de los Messi, Xavi, Iniesta, Busquets o Neymar, cumplir con la exigencia está al alcance de muy pocos hombres, y del mismo modo que Fábregas terminó con sus huesos de nuevo en Londres, el futuro de Roberto en el club que lo vio nacer parecía tener poco recorrido.
Quizá no haya servido para cambiar eso -o quizá sí, lo sabremos en unas semanas-, pero lo cierto es que esta temporada a las órdenes de Luis Enrique ha abierto para él nuevos horizontes. Después de recoger, como quinto interior de la plantilla, minutos de forma casi testimonial durante gran parte del curso, la lesión de Sergio Busquets y la necesidad de proteger a Mascherano de una quinta amarilla que le habría hecho perderse el Barça-Madrid, le dieron la titularidad contra el Eibar en Ipurúa, pero como mediocentro. La primera prueba cabía ponerla en cuarentena porque el rival apenas lanzó ninguna amenaza sobre su posición, pero fue positiva. Movió el balón y se movió él mismo con criterio, se colocó con acierto en los distintos momentos que fue deparando el encuentro y no pareció en ningún momento que su nueva demarcación se le hiciera extraña, una incomodidad que podía esperarse pese a que con el filial la visitara puntualmente.
En el post-partido, el técnico calificó su partido como espectacular, y definió a Sergi como un jugador completo, subrallando como alguna de sus virtudes para el puesto su criterio, su recorrido, su habilidad para no perder balones o para dividir al adversario con su buena capacidad para conducir el esférico. Sin duda quedaría satisfecho el míster ya que desde entonces ha vuelto a emplear al canterano en funciones de pivote en otros cuatro partidos más: de inicio contra Almería y Deportivo, durante todo el segundo tiempo en el Camp Nou frente al Getafe y algo más de media hora ante un rival de mayor entidad como es el París Saint Germain. Ha respondido en todos. Y es que, además de las virtudes que en su momento enumeró Luis Enrique tras el partido de Sergi en Ipurúa, la posición de pivote le da al canterano ese espacio de más que jugando de interior es espacio de menos, y que hace que su técnica de mortal pueda respirar.
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