
La temporada de Adama ha ido de más a menos. Su incontestable desborde le otorgó el rango de jugador franquicia con Eusebio, que incluso diseñó un sistema de juego que lo contemplara como piedra angular, pese a su poca sintonía con Halilovic cuando el croata actuaba como interior derecho. Ya con Vinyals, su displicencia e irregular activación le hicieron entrar y salir del once, alternando tardes de provechoso desequilibrio con otras más anodinas.
La temporada del filial arrancó con la misión de volver a dar forma a un equipo que la campaña anterior había terminado en una espectacular tercera plaza, siendo no solo el mejor Barça B de Eusebio en cuanto a resultados sino también en cuanto a juego. El técnico vallisoletano, que al cargo del filial no había demostrado una gran capacidad para construir sistemas de juego especialmente ricos en ataque pero sí para hacerlos competir, conjuntó ambas cosas a partir de la posición de Denis Suárez en banda izquierda como origen del resto. Tal fue la superioridad y trascendencia del pontevedrés que la Segunda División no pudo retenerlo más tiempo y el Sevilla le ofreció la oportunidad de demostrar sus dotes en la máxima categoría. Sin él, Eusebio fue ambicioso, y en lugar de repetir recetas de otros años con menos cuerpo y más dependientes de la calidad pura de su plantel, emprendió un viaje de varias semanas a la búsqueda de una estructura y un plan de juego alternativo. Se propuso como meta lo conseguido el curso anterior, y quien sabe si fue justamente esto lo que le terminó por condenar.
Alejandro Grimaldo probablemente sea la noticia más agradable de la temporada en el filial. Desde un punto de vista futbolístico, su crecimiento ha sido evidente y ha venido a confirmar que se trata de un lateral muy completo y con grandes posibilidades con el balón. Tantas que en varios momentos fue la solución del Barça B para el vacío en mediocampo, y es que además de su calidad, Grimaldo ha sacado a relucir personalidad y coraje para echarse al equipo a la espalda en los momentos de más dificultad.
La irregularidad de los primeros compases se sobrellevó a base, sobre todo, del recuerdo difuso del plan antiguo, que daba al equipo ciertas pautas conocidas y una ruta ya explorada con Joan Román haciendo de Denis Suárez de baratillo en la punta izquierda. Hasta que en la jornada nueve, la solvente victoria ante el Alcorcón de la mano de una estruendosa actuación de Adama, pareció convencer al técnico de haber hallado por fin su nuevo camino. Durante algunas semanas le dio continuidad e insistió en la idea, pero ésta no devolvió la confianza con resultados. En parte porque arriba, con Munir y Sandro a las ordenes de Luis Enrique, faltaba mordiente, y porque la planificación del verano empezaba a revelar sus claroscuros. Sobre todo en mediocampo, el equipo adolecía de una inexplicable y alarmante falta de interiores. Contaba con multitud de mediapuntas, entre ellos el fichaje estrella Halilovic, a quien desde el principio se pretendió reconvertir en centrocampista, pero faltaba el paso intermedio entre el mediocentro y los tres cuartos, hasta el punto que fue Grimaldo, el especial lateral izquierdo, quien en muchos momentos asumió ese papel. Con buena nota, todo sea dicho.
Difícil primera temporada de Alen Halilovic en Barcelona, al que la lógica adaptación a un ecosistema nuevo se le ha juntado con un contexto futbolístico colectivo conflictivo y una demarcación nueva a la que le ha costado hacerse. La poca complementariedad que al inicio mostró con Adama apocó su juego, pero ya en el tramo final y tras algún roce con Vinyals, tiró de calidad y carácter pese a la complejidad, para hacerse notar incluso en un escenario que no le beneficiaba.
Tras varias jornadas de insistir en «el sistema de Adama Traoré» sin obtener resultados, las derrotas empezaron a hacer mella en un grupo muy joven que no contaba con ningún refuerzo experimentado como sí había sucedido otros años. Sin gol arriba ni seguridad abajo, se entró de lleno en una fase de nervios tanto en el terreno de juego como en la dirección, con los goles en propia puerta y a balón parado y los cambios indiscriminados en el equipo como síntomas por ambos lados. La dinámica señalaba claramente en dirección a las plazas de descenso y las soluciones que otrora habían servido a Eusebio para lograr que su equipo, sin un gran juego, lograra sumar, no estaban surtiendo efecto. Llegó el recambio en el banquillo. Llegó Jordi Vinyals.
A propósito de Gerard Gumbau probablemente haya cambiado más la expectativa que su rendimiento. Empezó la temporada con un rol de poca importancia pero se ganó un sitio en un conjunto sin interiores que le valió incluso para debutar con el primer equipo. Mejor cuando ha actuado junto a un mediocentro que no ejerciendo como pivote, y con problemas como central de emergencia, debería ser una pieza importante para el filial el año que viene en 2ªB.
El anterior técnico del Juvenil, desde el día uno tuvo claro su diagnóstico y la receta que iba a aplicar. El B marcaba poco y recibía mucho, y para remediar al menos una de las dos cosas, se dispuso a ordenar a un equipo que por entonces lucía perdido. Sacó a Patric del lateral y lo subió al mediocampo al tiempo que introducía en el centro de la zaga a un maduro y recuperado Sergi Juste. Su receta, sin embargo, chocó con la tipología de plantilla que tenía a sus órdenes. Los futbolistas formados en La Masia entienden otro fútbol, uno en que la seguridad defensiva se logra generando ventajas en ataque, jugando lejos del portero propio y obligando al rival a encarar la contra desorganizado después de haber perseguido durante varios segundos el balón en defensa. Precisamente, había sido el empobrecimiento del juego de ataque culé el que tantas veces había señalado las lagunas de la zaga en temporadas anteriores. Por el contrario, con el Barça B fortificando la frontal, metiendo los centrales en el área y a los interiores en la corona, el trabajo de Vinyals durante la semana parecía condenado a toparse con la inevitable aparición del error de unos defensas poco experimentados que interpretaban un libreto hasta cierto punto extraño para ellos.
Quizá el canterano que más ha acusado el mal año del filial sea Sergi Samper. Su juego es, al mismo tiempo, dependiente e impulsor del estilo, y sin él su fútbol y encaje han tenido altibajos. Mientras la idea de juego fue la de siempre, sufrió pero supo añadir registros a su fútbol, pero cuando el volantazo cambió la forma de jugar, se quedó sin sitio y cuando sí lo tuvo su aportación a ese nuevo proceder se vio limitada.
Pese a todo era el plan del entrenador, y seguro, ya que la primera victoria le era esquiva, apostó por reforzarlo. Cambió la organización del equipo, que durante algunas fechas se dispuso según un 4-2-3-1 que cerraba el acceso al área con las dobles parejas de centrales y pivotes, y que en ataque pretendía explotar, con espacios, la calidad individual de piezas como Adama, Munir o Halilovic. No resultó tampoco, y el planteamiento dio la impresión de haber llegado a un punto muerto en el que ni servia para sumar ni había otro por el cual sustituirlo. Solamente en las últimas jornadas, con el filial ya prácticamente defenestrado, la vuelta al 4-3-3 y un mayor apego al balón cambiaron el aspecto del conjunto azulgrana, ya sin el tiempo material para sobreponerse ni el ánimo en el grupo que tan meritoriamente había recuperado Vinyals en sus primeras semanas.
Pese al descenso, la temporada del Barça B también deja alguna buena noticia, y una de las más positivas es la aparición de Sergi Palencia. Vinyals le dio la alternativa en un lateral derecho sin dueño claro, y él se lo quedó en propiedad. En principio debería ser suyo también el curso que viene.
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