
Busquets, por delante, recibía la vigilancia de Rubén Castro, alineado por Pepe Mel detrás de Van Wolfswinkel, un punta mas veloz y capaz disimular lo lejos que viviría de Claudio Bravo. Con ese 1+1 tan marcado en la defensa bética del carril central, la salida más desahogada se canalizó hacia el exterior, bien mediante la diagonal directa de Vermaelen hacia uno de los dos extremos, bien en corto a través de Mathieu y Mascherano. Sabedor de que el gran peligro del Barça se encuentra en esta zona, pues son Messi y Neymar los que más habitualmente prenden la mecha, Mel había dispuesto dos bloques de contención formados por tres hombres a un lado y al otro de su mediocampo. Junto al lateral y al externo, tanto N’Diaye en la izquierda como Petros en la derecha llegaban hasta fuera en la ayuda, habilitando autopistas a poco que su compañero no llegaba para corregir, a cambio de atar en corto a los dos cracks escorados. En un primer momento la medida incomodó al ataque culé, que extrañó durante este tramo el peso ganado en mediocampo de un Iniesta ayer ausente. Sin el de Fuentealbilla, no obstante, a medida que transcurrían los minutos y la defensa exterior visitante iba descubriendo oportunidades por dentro, emergieron Busquets y Sergi Roberto para aprovecharlas, sacudir al rival, removerlo y, entonces sí, habilitar a las piezas maestras. Cada vez que el mediocentro rompía con un pase tenso o el interior explotaba recorrido a la carrera, el escenario sonreía a los locales y el planteamiento defensivo del Betis se descubría más débil de lo apuntado. Demasiado para vérselas con este Barça y con Neymar, Messi y Luis Suárez.

