
Como en aquel Barça B de Eusebio en el que tanto Espinosa como Edu Bedia también tenían su salida natural hacia el centro, contra el Olímpic de Xàtiva el interior zurdo -Carles Aleñá- jugó en la derecha y el diestro -Sergi Samper- en la izquierda. Incluso cuando el cerebro bajó al mediocentro intercambiando la posición con Gumbau, con la entrada al campo de Kaptoum las piezas terminaron moviéndose de tal modo que se mantuviera la mencionada idea de partida. Orientado su pie pasador hacia dentro, la fórmula no buscaba tanto potenciar la asociación de los interiores como espolear su verticalidad tanto en el recorrido como en el envío. Por eso el planteamiento tenía su segunda parte en el hecho de que tanto Maxi como Aitor también jugasen a pierna cambiada, es decir, con la diagonal potenciada. La relación entre el pase profundo del centrocampista y el desmarque interior del extremo del otro lado es fácilmente identificable, y la presencia de un falso nueve móvil como Cámara que limpiara la zona pareció remar en la misma dirección. Pero no salió. Esta vez tampoco. Y más allá de la desgracia o el escaso instinto que ciertamente sufre el Barça B, esta falta de continuidad entre la viabilidad de lo pensado y la efectividad de lo ejecutado, parecen ahora mismo uno de los síntomas más negativos del mal momento que atraviesa el filial. Algo, en medio de las dos cosas, está fallando.
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