
Una nota común a los duelos anteriores fue el repliegue de los malagueños. De forma más pronunciada o menos, el conjunto boquerón limitó la cantidad de espacios que concedía a su espalda en pos de simplificar los frentes sobre los que actuar. Pero la última reinvención malagueña, sin embargo, tiene en el adelantamiento de líneas uno de sus rasgos principales, que con Ignacio Camacho a la cabeza y cobijando a una pareja de puntas no demasiado veloz, pretende poner en ventaja a los suyos achicando espacios, ganando la batalla por los rechaces y dificultando la salida a su rival. Es muy probable que, atendiendo a los precedentes, esto contra el Barça se matice y veamos una altura defensiva más parecida a la de otros enfrentamientos ante los azulgranas que a la del pasado fin de semana en Sevilla. El problema, en tal caso, sin la posibilidad de robar el cuero tan arriba, será hallar la forma de poner en apuros a la zaga barcelonista. Junto al balón parado nacido de las botas de Duda o Recio y culminado por la testa de Weligton, Albentosa, Camacho o algún otro rematador malagueño, el técnico pamplonés no tendrá la rapidez y autosuficiencia en su delantera a la que otras veces se encomendó.
Amrabat ya ha aterrizado en la misma Premier League que desde agosto hospeda a Juanmi, y los Samus siguen compitiendo su puesto a Denis Suárez y compañía en Villarreal. Quizá un Chory Castro jugando por dentro, aprovechando su profundidad y conducción liberado de la obligación de perseguir al lateral blaugrana, podría darle al Málaga una mejor vía de escape que la que ofrecen Charles y Cop. Veremos cómo nos sorprende en esta ocasión Javi Gracia y si, por tercera vez, nos muestra alguna realidad en el Barça que hasta el pitido inicial desconoceremos.
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