
Foto: Odd Andersen/AFP/Getty Images
Si la eliminatoria que disputan Manchester City y Real Madrid es, hasta cierto punto, un duelo entre semejantes, la que protagonizan Bayern y Atlético lo es entre complementarios. Un cruce de caminos entre dos equipos cuyas principales propuestas encajan con el tipo de rival que tienen enfrente. Un conjunto, el alemán, que por norma quiere la pelota y uno que generalmente no, uno que ataca bombardeando el área y el otro que la defiende como al bien más preciado, uno que asume dejar espacios para el contraataque del adversario y el otro que los pretende. Bayern Múnich y Atlético de Madrid no se esquivan, se combaten. Con su identidad, sus armas, sus fortalezas y sus debilidades expuestas. Cara a cara y aguantándose la mirada. Por eso, en este choque de estilos, en este equilibrio de fuerzas, hallar la carta diferente, la que se sale del discurso general, tiene valor doble. La de Guardiola, sin Robben, probablemente sea Douglas Costa, y pensando en sacar lo mejor de ella fue que el entrenador catalán planteó la ida en el Calderón. Contra el bastión defensivo que es el cuadro colchonero cuando protege a su guardameta, no hay recurso más prometedor que el del regate. Es la acción que desordena, que descompensa y con la que Neymar, Messi, Isco o Marcelo ya consiguieron dañar antes a los de Simeone. Douglas era el gran regateador disponible, y por lo tanto la oportunidad más verosímil de agrietar la muralla.
Favorecer que esta opción se diera, pues, pareció ser el hilo conductor de las medidas que tomó el de Santpedor a la hora de conjuntar el once y de dar forma a la estrategia. La primera idea fue colocar a Douglas Costa en banda izquierda, donde el par a enfrentar sería el menos apto para defenderlo. De haberlo situado delante de Filipe Luis y no de Juanfran Torres, Pep corría el riesgo de que el defensor le ganara la partida al delantero anulando así el argumento más capaz de poner en crisis a la defensa rojiblanca. En segundo lugar, la línea de medios estaría formada por tres hombres y no por dos, con tal de asegurarse un reparto posicional más eficaz tanto a lo largo como a lo ancho del campo, construyendo de este modo una suerte de escalera que permitiera al balón encaramarse hasta la posición del extremo. Pero, por desgracia para Guardiola y el Bayern, a los alemanes se les rompió un peldaño. Precisamente en estos interiores encargados de conectar con el juego a los atacantes de banda – como se ha dicho, fundamentalmente a Douglas Costa-, encontró dos problemas: uno táctico y el otro técnico. El primero tuvo que ver con Arturo Vidal, el mediocampista menos familiarizado con el juego de posición que abandera su técnico y que, ante la presión que realizó el Atlético de Madrid sobre la salida bávara, tendió a acercarse en exceso al mediocentro. Quiso ser solución entre el balón y el jugador rival, facilitando de esta forma que este último siempre pudiera defenderlo hacia adelante ahogando todavía más el pase, en lugar de situarse a su espalda para abrir línea de pase o sujetar al adversario dando aire al pasador.
El problema técnico tuvo que ver con Thiago Alcántara -que tácticamente sí interpretó correctamente su papel- y con su irregular desempeño en el pase cuando se trata de dar continuidad y agilidad a la circulación. Cuando no son finales, es decir, cuando la intención no es el remate o la asistencia, los toques de Thiago no resultan gratos para el compañero. A menudo no le llegan en ventaja. El buen pase es aquel que sale bien de la bota de quien lo da y llega en las mejores condiciones a la de quien lo recibe. Si es diestro a la derecha, si es zurdo a la izquierda, sin que requiera un esfuerzo extra por llegar ligeramente por detrás del cuerpo o demasiado adelantado, sin un bote que exija más trabajo del debido en el control. Y los de Thiago no suelen ser así, lo cual, ante un trabajo defensivo de intensidad como el que estaba proponiendo el Atlético, es un palo en las ruedas tanto porque resta fluidez como porque facilita el robo. Si el envío concede unos centímetros o un instante de más a un rival no los perdona, es cuando el impacto de este defecto pasa de dificultad a problema. Junto al que propició Vidal, fueron las dos principales causas de que al planteamiento del Bayern le faltara el escalón intermedio que su entrenador pretendía. Con el chileno ejerciendo, además, de barrera a la derecha de Alonso para llegar a Lahm, y Alaba necesario como central pero sin poder incorporarse tanto a la media como hace cuando parte desde el lateral, no pudo fabricar otro. Hasta que la ventaja que los de Simeone arrastrarán hasta la vuelta le permitió atacar sin él.
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