Anunció anteayer Ernesto Valverde que contra el Eibar esperaba jugar un partido muy distinto al que el sábado le planteó Bordalás. El Getafe se hizo fuerte y le afeó el partido desde un repliegue amurallado que juntaba a sus hombres para defender en campo propio, mientras que el libreto de Mendilibar, independientemente de si se trata de morder al grande o al pequeño, siempre lleva subrayada la idea de la presión. Sin tres piezas tan destacadas en este Barça para lograr un inicio limpio y desahogado como son Umtiti, Jordi Alba y Rakitic, y ausente también Luis Suárez en ataque para empujar al rival hacia atrás desde la amenaza de una profundidad agresiva, la principal novedad táctica orquestada por el Txingurri con el objetivo de adaptarse al encuentro y a las piezas con las que lo disputaría se localizó en la medular, donde ambos interiores jugaron a intercambiar alturas con respecto a lo que viene siendo lo habitual en el inicio de temporada, y según las fases del juego que definieran los turnos de ataque durante el partido. Mientras con el balón para los visitantes Paulinho guardaba la posición atrás e Iniesta subía hasta la mediapunta, si durante los anteriores cinco encuentros, a la hora de que los azulgranas se manejaran con el cuero, el interior derecho se desarrolló desde una altura cercana -cuando no paralela- a Sergio Busquets, y el izquierdo había hecho lo propio asomándose a la frontal, en esta ocasión el reparto fue el inverso con Andrés Iniesta recuperando la base que los últimos años ha sido suya y Paulinho disparado, a veces incluso, como el futbolista más adelantado del once.
– Las diferentes alturas de Andrés Iniesta y Paulinho contra el Getafe dependiendo de cuál de los dos equipos tuviera en cada momento el balón.-
De este modo, los locales acercaron una seguridad a la zona donde con más vehemencia presionaría el Eibar -por bien que la medida no evitara varios tramos de notable incomodidad- al mismo tiempo que alejaban de ella al mediocampista que más problemático podía resultar para los suyos en la sala de máquinas, enfocándolo por contra allá donde el partido sí le deparaba un contexto mucho más favorecedor. Llegando, moviéndose en la avanzadilla, suavizando sin balón los caminos en el frente de ataque y planteando a los centrales una duda en forma de señuelo. A lo largo de la última década, mucha tinta se ha vertido sobre la figura del falso nueve, y la mayoría de veces a partir del enorme condicionante que es Leo Messi como elemento de análisis. Sin embargo, uno de los principios más elementales y transportables de esta función radica en la duda lanzada sobre unos centrales que ven partir a la referencia de su vigilancia. Si no le siguen, queda libre para crear la superioridad en otras zonas, y si se van con él alejan las ayudas, al menos, de uno de los laterales. Como siendo Leo la x a despejar se impuso como respuesta seguirle la pista al diez, desde hace tiempo que sus técnicos han acompañado su movilidad en el centro del ataque con piezas capaces de ocupar su lugar de partida para sumar un nuevo incentivo a sus marcadores. Henry, Villa, Cesc, Tello, Alexis Sánchez y últimamente Luis Suárez han sido ese contrapunto que obliga a mirar de reojo. Anoche en el Camp Nou, el encargo recayó en Paulinho, lo que provocó que entre unos centrales con advertencia y el presionante mediocampo eibarrés, hallara Leo el espacio necesario para recibir sin ser detectado.
«Messi es muy listo. Él aparca en sitios donde es muy difícil pillarle. Se va detrás del lateral que ha subido, coge zonas intermedias, pilla las espaldas de mediocentros contrarios para que a los defensas les cueste ir porque está muy lejos…»
José Luis Mendilibar
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– Foto: David Ramos/Getty Images

