Hay estadios que hablan del equipos al que dan cobijo incluso antes de que éste se muestre sobre el campo. Arquitecturas que han desarrollado una relación perfecta de entendimiento con el juego que en ellas pretenden llevar a cabo sus dueños. ¿Habría florecido igual la receta de Cruyff en Barcelona de no haber tenido al Camp Nou como escenario? ¿Intimidaría del mismo modo el Real Madrid sin ese envoltorio que parece negarle a su rival la escapatoria? En la escala de los modestos, el Eibar de Mendilibar e Ipurua han forjado un encuentro a lo largo de las últimas campañas en el que cuesta distinguir el punto exacto donde termina el equipo y comienza el estadio. Los dos hablan el mismo idioma, los dos caminan en la misma dirección, los dos dan forma a un mismo decorado inalterable perfecto para la emboscada, como un guión preestablecido del que no se puede huir. Tiene sus propias normas, y para derrotarlo hay que plegarse a ellas.
– Arriba los despejes de Piqué y Umtiti en Ipurua. Abajo los pases de Sergi Roberto. (vía squawka.com) –
Es algo que sucedió sobre todo en el arranque, con Joan Jordán trabajando por detrás del punta sobre la posición de Sergio Busquets, y un conjunto local que tras robo lograba ganar metros por banda y colgar balones al área bien en jugada o bien a balón parado. El buen hacer de Ter Stegen, Umtiti y, especialmente, un Piqué agigantado en zona de remate, impidieron al solitario Kike García poner a los suyos en ventaja. Además, con el paso de los minutos, los visitantes pudieron empezar a construir vías de escape, si bien no brillantes, sí efectivas, como la que Sergi Roberto les proporcionó desde el lateral derecho. Insistente en la progresión para cortar desde la conducción el acoso eibarrés, el canterano resultó uno de los nombres propios del partido del Barça tanto por su contribución a la salida como por su trabajo defensivo sobre las recepciones de Takashi Inui. El japonés es el punto de descanso de la ofensiva de su equipo, el lugar donde la acción coge aire antes de tomar un nuevo impulso, la zona de pausa dentro de su frenético desempeño. Roberto le negó la calma. Muy intenso en la anticipación y apoyándose en la falta de ruptura del nipón para salir al encuentro lejos de su zona, ganando su duelo particular privó a los de Mendilibar de una de sus constantes más habituales y brindó a su equipo varias salidas peligrosas tras robo.
Dado que el planteamiento del Eibar apenas dejó espacio para el protagonismo del mediocampo, las principales conexiones ofensivas azulgranas se edificaron entre el primer estadio de la acción y los futbolistas más adelantados. A excepción de Leo Messi, que siempre que visita Ipurua aprovecha para demostrar que aunque los demás no tengan espacios para recibir al pie, su técnica no necesita ni un milímetro, el peligro del Barça llegó atacando la espalda de los centrales. En la única parcela donde el feudo eibarrés concede distancia entre los jugadores armeros, la profundidad de Rakitic, Luis Suárez y Jordi Alba se encargó de recoger los servicios del 10 y llevar el peligro sobre la meta de Dmitrovic. Mendilibar trató de que el Barça se encontrara un Ipurua de dimensiones más reducidas, pero Leo se encargó de que, en la zona donde se deciden los goles, el estadio del Eibar pareciera más grande de lo normal.
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– Foto: Manuel Serrano Arce/Getty Images

