SEVILLE, SPAIN - MARCH 31: Lionel Messi of FC Barcelona celebrates after scoring the second goal of FC Barcelona during the La Liga match between Sevilla CF and FC Barcelona at Estadio Ramon Sanchez Pizjuan on March 31, 2018 in Seville, Spain. (Photo by Aitor Alcalde/Getty Images)
«Los buenos de verdad son los que no pierden el balón«. Así lo contó una vez Pep Guardiola a una colega de profesión que le interrogó sobre su método para detectar a los mejores jugadores. En su fútbol, al menos, en el que cree y que contagia, es así, y dado que la magnitud de sus logros ha terminado por teñir con su influencia o bien las propuestas o bien las respuestas del fútbol actual, la suya es una verdad cada vez más extendida. El sábado la escenificaron el Sevilla y el FC Barcelona, en un Sánchez Pizjuán que, más que ningún otro campo esta temporada, estuvo a punto de ver caer derrotado en Liga al equipo de Valverde. Si sintió tan cerca la hazaña se debió, en gran parte, a la capacidad de uno de sus jugadores de mantener el esférico a salvo de las fauces del rival. Ever Banega fue, de nuevo, puntual a su cita con el conjunto azulgrana, probablemente el adversario que ha sacado de él un nivel medio más elevado. Calmado cuando los demás se apresuran, claro encontrándole siempre un respiro al pase y hábil impidiendo que le arrebaten el cuero de las botas, cuando se mide a los culés el argentino es como un somnífero que, burlando la presión, duerme al contrincante y agita a sus compañeros. Un narcótico para unos y un excitante para los otros.
– En la idea de presión que planteó de inicio el Sevilla, los centrales Kjaer y Lenglet no dudaron en cruzar la divisoria persiguiendo a Dembélé o Coutinho.-
Su actuación dirigiendo la salida del cuadro hispalense, conectando con El Mudo Vázquez a la espalda del mediocampo blaugrana, apoyándose en N’Zonzi con tal de que los sevillistas ganaran metros o lanzano para los desmarques de Luis Muriel hacia las bandas, marcó las pautas del duelo durante buena parte del mismo. En un juego de claro color local, la progresión segura, la capacidad para girar al mediocampo del Barça y los desajustes que generó el punta colombiano sacando hacia los costados a ambos centrales del Barça, impusieron guión y dominio en favor de los hombres de Montella. Se trató de una propuesta asentada sobre dos pilares, pues además del ejercicio con balón que comandó Banega, la superioridad hispalense también se vinculó a su desempeño defensivo. Aprovechándose de que donde él tenía a Banega, Valverde no tenía a Busquets, el técnico italiano diseño una respuesta a la pérdida basada en la presión en campo rival, sumando a Correa y Vázquez junto a Muriel para apretar en el primer escalón, y recurriendo, en caso de ser preciso, al emparejamientos hombre a hombre de los defensores contra las amenazas visitantes. De este modo, como Correa saltaba a Piqué, Escudero hacía lo propio encimando a Sergi Roberto (Imagen arriba), dejando a su espalda un duelo entre galos en el que Lenglet pudo más que Dembélé. Incluso cuando los ataques no habían dado lugar a un contexto propicio para la presión y el bloque defensivo del Sevilla debía situarse a una altura media, nunca renunciaron los locales a acercar un segundo futbolista a Muriel, con tal de que los centrales rivales no gozaran de superioridad numérica y Rakitic tuviera que retrasar la posición en su auxilio. El objetivo era extraer al croata del segundo peldaño, y dejar en él a un Paulinho menos apto para recibir el envío y conectar con la línea de mediapuntas.
La diferencia en la sensibilidad y la entrega del brasileño en comparación a lo que demuestra Rakitic cuando es Busquets quien desde el mediocentro baja para acompañar a los centrales, es uno de los factores que más se hacen sentir en el funcionamiento colectivo del líder cuando su once pierde a uno de sus dos centrocampistas más protagonistas en la base de la jugada. Como consecuencia, el debilitamiento del segundo escalón en la ascensión barcelonista provocó que Iniesta, habitual de la zona de tres cuartos con Valverde, esta vez trasladara parte del peso que habitualmente tiene a la espalda del mediocampo a la del delantero rival. Si la medular culé, cuando el mediocentro baja, suele dibujar tres alturas, el sábado a menudo sólo recreó dos (Imagen a la derecha). Teniendo en cuenta que en la zona de la mediapunta el sábado también faltaba Messi, el reparto equilibrado del ataque del Barça quedó en entredicho. Apenas Dembélé en el carril diestro, jugando el dos para dos con Sergi Roberto, y un Coutinho que supo no perder el balón bajo presión para girarse y tirar del equipo hacia el frente a pesar de lo próximo de las marcas de Mercado o Kjaer, levantaron puentes entre el círculo central y el área contraria.
Y sin puentes, lo que tuvieron los azulgranas fueron saltos. Intentos con mucho desgaste al carecer de sostén, que al no poder estar acompañados tenían difícil edificar una transición ataque-defensa sólida. El Sevilla siempre encontró una salida. Incluso con Leo Messi ya en el campo, que sí encontró el balón a la espalda de N’Zonzi y Banega obligando a los contraataques hispalenses a darse la vuelta y a perder con ello parte de la ventaja que hasta entonces habían hallado en la posibilidad de robar siempre orientados hacia Ter Stegen. En este sentido, resultó un movimiento de enorme inteligencia el intercambio que a veinticinco minutos del final ordenó Montella entre las posiciones de Navas y Layún. Jesús, desgastado por el paso de los minutos, se situaría en el lateral, quedando por delante el mexicano para hacer valer la frescura de sus piernas corriendo hacia el área contraria (Imagen a la izquierda). Ante un Barça que ya sólo quería mirar hacia adelante, las escapadas del ex del Oporto le obligaron a girarse interrumpiendo su acometida.
Dos contrastes se dieron cita entonces para no finiquitar del todo el encuentro, por un lado el de un Luis Muriel tan exquisito fuera del área como inocente dentro de ella, y por el otro un Piqué vulnerable a campo abierto pero salvador en zona de castigo. Unos y otros mantuvieron una distancia que ante cualquiera habría sido suficiente, pero que contra de Leo Messi no lo fue. Contó además el argentino con la contribución desde el banquillo de Denis Suárez, desaparecido de los panes del Txingurri pero que el sábado tuvo un impacto tan positivo sobre el juego como los que, a principios de curso, le valieron hacerse un espacio en el libro de jugadas de su entrenador. El gallego, dinámico y agresivo en los movimientos, sumó otra referencia por detrás del doble pivote del Sevilla (Imagen a la derecha), empujando hacia su área al cuadro de Montella. Los hombres del italiano, ya sin Navas sobre el campo y, por lo tanto, de nuevo con Layún en el lateral, vieron al líder tropezar pero no caerse. Siempre llega a tiempo Messi para abrazarlo por la espalda y mantenerlo en pie.