La figura de Luis Suárez es una de las que está vertebrando la temporada del segundo Barça de Ernesto Valverde. Por su importancia en el equipo y por el esfuerzo casi indisimulado del técnico en la labor de exprimir la versión más competitiva posible del uruguayo en la actualidad. Tras ser el único desamparado en el entramado táctico diseñado por el Txingurri el curso pasado, y de comprobar éste que al equipo no le bastó con potenciar determinadas piezas si no se optimizaba también al nueve, varias de las decisiones que ha tomado este curso Valverde parecen querer compensarle a Suárez el sobreesfuerzo que se le pidió entonces y facilitarle las cosas, entendiendo que buena parte del funcionamiento barcelonista en ataque pasa por el valor estructural que tiene el delantero como punta de lanza. Movilizando a los centrales, ofreciendo movimientos por delante de Leo Messi, desplazamientos que marquen el camino a la jugada y, si la técnica acompaña, contactos de espaldas a la portería rival, la del uruguayo no es una mera figura de impacto individual separada del rumbo colectivo. El conjunto agradece cuando está bien y siente cuando no lo está, tal y como viene sucediendo recientemente. El momento culé se debate entre la certeza de que con una versión tan conflictiva de su delantero centro tendrá difícil ejercer de candidato en Europa, y la duda de si, el funcionamiento del equipo que es ahora, puede existir sin algún tipo de versión del 9.
Así pues, durante la presente campaña, parte del esfuerzo de Valverde en la pizarra se ha consagrado a procurarle un escenario más amable a Suárez. Luis ya no convive en ataque con un perfil zurdo vacío que le obligue a multiplicarse para gestionar por delante del balón, en solitario, dos carriles, ni tiene que delegar tanto su zona favorita en un Messi que hoy parte unos pasos por detrás y a su derecha, y que si antaño le discutía remates hoy se los facilita. El plan del Txingurri ha pasado por reducir el campo de acción de Luis Suárez y restar metros de alcance a su influencia. Su parcela se ha reducido y es mas limitada, para que pueda volcar en ella un caudal, que por físico, ya no es igual de desbordante que antes.
– Sergi Roberto, desde el interior, influyendo por delante del mediocampo del Lyon, permitiendo anclar a Messi a la espalda del doble pivote galo. –
Fue el duelo directo más decantado de la noche, toda vez la amenaza del mejor futbolista sobre el césped se dirigió a una de las principales vulnerabilidades de los locales. Y es que, sin bien con balón, el tándem que forman Ndombélé y Aouar es capaz de sortear y avanzar por su mezcla de capacidad física y técnica, ninguno de los dos es ni siente como mediocentro, algo que se hace especialmente notorio cuando su equipo no logra recuperar arriba y tienen que defender de forma organizada cerca de su propia área. Desactivada su presión, por lo tanto, el Barça encontró facilidades para la transición y para convertir en peligro una defensa gala poco coordinada. Con la insistencia de Messi en tres cuartos de campo o la efervescencia de Dembélé en la punta izquierda, como antesala de un desenlace, por momentos, demasiado precipitado. De hecho, producto de su profundidad ofensiva, fue el conjunto visitante el más efectivo en la recuperación adelantada, una cuestión que condenó a los de Génésio a transitar con menos ventajas y a afrontar más ataques organizados de lo que, probablemente, hubieran deseado. Y es que sin Fekir en la mediapunta y con un Depay poco acertado, no le fue fácil encontrar caminos hacia Ter Stegen distintos al disparo lejano. Quien más cerca estuvo de hallarlos fue el novedoso Martin Terrier, no solo por su derechazo a la madera sino por una lectura táctica en los metros finales que pudo haber ocasionado más de un dolor de cabeza a la zaga visitante.
– El desequilibrio defensivo en la zona del mediocentro del Barça. –
Para las de Jordi Alba, la entrada de Coutinho en la segunda mitad resultó un buen incentivo, ya que si bien la presencia de Dembélé no las cortó, el lateral suele combinarse mejor con los movimientos sin balón del brasileño. En un contexto de juego en el que, con el paso de los minutos, Messi influía más abajo, y en el que la ausencia de Arthur dificultaba la serenidad de un ritmo más controlado, el ingreso de Philippe le devolvió mando al Barça cuando el partido amenazaba con abrirse en exceso, y consiguió compensar la pérdida de una pieza profunda como Ousmane con un escenario más favorecedor para Alba.
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– Foto: Jeff Pachoud/AFP/Getty Images

