Justo antes de viajar a Lyon para enfrentarse al Olympique en el regreso a la Champions, el Barça protagonizó en el Camp Nou una de sus peores actuaciones de la temporada. Lo hizo sin contar de inicio con Lenglet, Rakitic, Luis Suárez ni Arthur. En una campaña en la que la nota más regular de los azulgranas está siendo, precisamente, la irregularidad de su juego, el cerebro brasileño ha abanderado los tramos o los episodios de más conjunción, fluidez y armonía de un conjunto que ha estado lejos de la solidez táctica que el curso anterior le valió para salir campeón, y su ausencia las últimas semanas parece haber cortado el hilo que unía las diferentes piezas en el cuadro de Valverde. El sustento del Barça 18-19 no está siendo su sistema, sino la articulación que hace de la posesión Arthur Melo. Sin su influencia sobre la circulación, pues, los barcelonistas lucieron ante el Valladolid más discontinuos que nunca, y con enormes dificultades para aprovechar las particularidades del planteamiento de su adversario. Para sacar algo positivo del Camp Nou, Sergio optó por un cambio de dibujo que introdujo en el sistema a un tercer central a cambio de restar una pieza del mediocampo, una medida que atendiendo al juego desplegado por ambos conjuntos no pagó cara pero que sobre el papel podía deparar escenarios bastante comprometidos para los pucelanos. Y es que si, sobre la pizarra, el hecho de ubicar únicamente a Míchel y Anuar en la línea de medios podía ser contrarrestada por la presencia de Daniele Verde por detrás de los dos puntas y por la altura que sin balón adquiriera la posición de los carrileros, sobre el césped se dio con frecuencia el abandono del doble pivote en una desigualdad numérica que por momentos llego a ser de seis contra dos a favor del FC Barcelona.
*Muévete sobre la imagen con el deslizador.
Primero porque, hasta que el desacertado primer tiempo culé llenó de confianza las actuaciones de los futbolistas visitantes, a menudo éstos mantenían atrás a cinco hombres casi en paralelo aunque tanto Messi como Dembélé acudieran al apoyo, y en segundo lugar porque, sin balón, Verde tendía a juntarse a ünal y Sergi Guardiola del mismo modo que lo hacía Sergio Busquets con Piqué y Vermaelen a la hora de sacar el balón. A pesar de hallar una salida lateral más o menos sostenida hacia Jordi Alba y Sergi Roberto, no obstante, el descenso del mediocentro entre centrales implicó una reestructuración de las alturas del centro del campo barcelonista que llevó a Arturo Vidal a la base de la jugada junto a Aleñá, dificultando la fluidez de la circulación culé y ralentizando la velocidad con la que ésta movía el balón para aprovechar los espacios a los que no llegaba el doble pivote blanquivioleta. Tanto el chileno como el canterano jugaron a pierna natural en zona de interior, quizá pensando inicialmente en el partido del martes y en engrasar los intercambios entre Vidal y Messi en la banda derecha. Ni el chileno le procuró a Leo escenarios ventajosos, ni el 10 protagonizó un partido demasiado inspirado, de modo que ya antes del descanso trató Valverde de contrarrestar la incomodidad de sus principales receptores centrales con una permuta entre Aleñá y Vidal que acercara entre sí a los canteranos y desplazara a Arturo al sector izquierdo. Mientras la poca lucidez de la asociación azulgrana y lo encasquillado de su avance pareció tener más que ver con el demérito propio que con el acierto rival, lo que sí consiguió el plan del Valladolid fue contener la alternativa que suele encontrar el Barça para producir peligro cuando se le traba el juego: el recurso de Jordi Alba.
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– Foto: Pau Barrena/AFP/Getty Images

