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Si no sigue Ronald Koeman…

Una de las decisiones que deben marcar el rumbo de la planificación deportiva del FC Barcelona de cara a la temporada 2021-22 es el futuro de su banquillo. En una estrategia como la que, se presume, pretende recuperar el Barça, donde el modelo deportivo del club y del equipo sobrepasa a la figura del entrenador y, de hecho, es precisamente ésta la que responde a la idiosincracia de la institución, el nombre del técnico no es el todo que marca las líneas maestras, pero sí un factor que las condiciona. Uno de los principales encargos de la secretaría técnica es el de proporcionarle al entrenador las mejores herramientas para alcanzar el éxito, y como cada técnico utiliza las herramientas de una forma distinta, contar con uno u otro obliga a ajustar el sentido de determinadas operaciones. Sin ir más lejos, por ejemplo, probablemente una planificación que contemple la continuidad de Ronald Koeman al frente de la nave culé deberá diseñar una plantilla más adaptable a un sistema con tres centrales que si el encargado de dirigirla es otro.

La elección, sobre el papel, no es sencilla. Por lo particular de la temporada barcelonista, por la compleja situación económica del club, por lo excepcional del momento a nivel global, y por la dificultad de encontrar una respuesta evidente a la pregunta sobre un hipotético futuro entrenador. Con Julian Nagelsmann confirmado como nuevo técnico del Bayern, los dos finalistas de Champions con clara intención de mantener a sus directores, Roberto De Zerbi cerca de cerrar su pase al Shakhtar Donetsk, Ten Hag renovado por el Ajax y, todo apunta, Xavi Hernández al margen del difícil reto de dar forma al proyecto que deje atrás a quienes fueron eternos a su lado, la lista de candidatos es rácana en nombres y en certezas.

Al respecto, una de las opciones que sobre el papel más podría encajar con las necesidades y situación del Barça en caso de optar por un relevo en el banquillo es la de García Pimienta. La suya es una figura fundamental en el desarrollo que ha tenido el filial azulgrana durante las últimas tres temporadas, pues ha abanderado una reformulación del Barça B que hoy guarda mucha relación con los retos que se le pueden presentar próximamente al primer equipo. Y es que, durante años, el club entendió a su filial desde la óptica de una dicotomía. De dos realidades excluyentes. Por un lado, la de la formación, y por el otro, la de la competición. Entendía que el crecimiento y evolución de sus talentos más jóvenes no podía ir de la mano de la exigencia de competición, motivo por el cual implantó una estrategia en la que se rodeó a estos futbolistas de incorporaciones de futbolistas de más edad, sin proyección de primer equipo, encargados de sostener sobre sus hombros el rendimiento competitivo mientras los canteranos se formaban apartados de esa responsabilidad.

La llegada de García Pimienta al banquillo del Barça B significó romper con esta línea, y pasar a una concepción de la formación vinculada al rendimiento. Formarse era también competir. Los éxitos o los fracasos deportivos del filial, pues, volverían a depender de sus promesas, y de su capacidad para traducir en rendimiento sus cualidades y talentos. Donde antes estuvieron Fali, José Antonio Martínez, David Costas, Ruiz de Galarreta, Jesús Alfaro o Alberto Perea, pasarían a estar Araújo, Riqui Puig, Collado, Monchu, Carles Pérez o Jandro Orellana. Si el futuro inmediato del primer equipo pasa por acotar mucho sus opciones en el mercado y tener que utilizar competitivamente a los frutos de La Masia, la experiencia de García Pimienta en el filial se vincula de forma muy directa con esta necesidad y con una plantilla en la que hombres como Araújo, Mingueza, Dest, Pedri o Ilaix Moriba ya han tenido que asumir un protagonismo muy importante este curso.

También su claro vínculo con un modelo futbolístico que, presumiblemente sin acceso a nuevas individualidades incontestables, el equipo va a tener que potenciar. Especialmente cobra sentido su relación con los extremos, posición desde la que transcurrió su carrera como futbolista, y que en sus equipos suele verse muy potenciada. Carles Pérez, Álex Collado, Kike Saverio o Konrad de la Fuente pueden dar fe de ello.

Ocurre que un vestuario como el del primer equipo es un mundo a parte. A pesar de haber coincidido con varios de sus integrantes en etapas anteriores, Pimienta no lo conoce ni como jugador ni como técnico. Y es que como explicaba muy lúcidamente Julio Velasco, el trabajo del entrenador no es hacer, sino conseguir que otros hagan, de modo que lograr la credibilidad y la autoridad delante del grupo son cuestiones vitales previas al desarrollo técnico o táctico del equipo. Por ello, una hipotética elección de García Pimienta debería ir secundada de forma ineludible por una planificación deportiva que le pueda facilitar el proceso. Una planificación adaptada al perfil del técnico, a sus herramientas y a los peligros que pueda encontrarse, y en la que la correcta estructuración de la plantilla le proporcione una ayuda.

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– Foto: Felipe Mondino

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