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Si tú tienes el balón, el otro no lo tiene

Para el actual FC Barcelona, el balón y la posesión no solo son recursos vinculados a la identidad y la amenaza, sino que resultan soluciones de mera supervivencia. Su anticompetitiva fragilidad defensiva, simbolizada en último término por la transparencia de su guardameta, provocan que cualquier momento del partido en el que la pelota está en poder de su rival comprometa la integridad de su portería. El Barça necesita acercarse al balón no solo por voluntad, sino porque, sin fiabilidad en el repliegue ni eficacia en la presión, por ahora no tiene otra manera de aferrarse a los encuentros. Buscando que este único discurso culé, el de la posesión, luciera en El Sadar más engrasado que en compromisos anteriores, el domingo Xavi tomó dos decisiones de calado a propósito de la elección y la ordenación de sus futbolistas. Optó el egarense por un 1-3-4-3 que poblara su mediocampo, y en el que los canteranos Nico y Gavi ejercieran como interiores dejando para Frenkie de Jong una función más vinculada con la llegada y la finalización desde la punta superior del rombo. Sobre la decisión del entrenador, cabe formular dos posibles hipótesis. La primera hablaría sobre la falta de gol del equipo y la pérdida de efectivos en ataque, y justificaría la posición adelantada del centrocampista neerlandés no como una medida para alejarlo de la sala de máquinas sino para acercarlo a la portería rival. La segunda, en cambio, de lectura más negativa para el tulipán, explicaría su demarcación en Pamplona desde el deseo de su técnico de que fueran Nico y Gavi los que llevaran los mandos del juego barcelonista, calcando la teoría que expresó Guardiola en 2007, antes de sentarse en los banquillos, a propósito de los roles más indicados para Xavi, Iniesta y Deco en el Barça de Frank Rijkaard: «Si juegan los tres pequeños, los canteranos deben ocuparse del control y la elaboración del juego, y Deco de la finalización”.

La otra medida adoptada por el Barça en El Sadar acerca de su gestión de la posesión estuvo relacionada con las zonas de intervención de sus interiores a la hora de salir desde atrás. Tras algunos partidos en los que, sin laterales, habían sido los extremos los encargados de retrasar su posición para recibir el pase del central a la altura del mediocampo, en esta ocasión fueron Gavi y Nico quienes con el balón en poder de los zagueros o de Ter Stegen decantaron su posición hacia la banda. Ensanchando el rombo, la caía de los canteranos al costado permitió al Barça mantener la altura de Abde y Dembélé, sujetando a los laterales de Osasuna y generando espacios tanto en profundidad como en amplitud (Imágenes abajo). Ocurrió, sin embargo, que cuando el balón alcanzó la última línea del ataque barcelonista, solo Abde fue capaz de darle continuidad. Sus conducciones con la pelota y atrevimiento en el uno contra uno le dieron un tiempo a la jugada que ni Luuk de Jong ni Dembélé acertaron a secundar. La capacidad de los puntas azulgranas a la hora de alargar los ataques debía ser fundamental en el planteamiento de Xavi, no solo por permitir la incorporación de piezas más retrasadas e instalar al equipo en campo rival, sino también para dar tiempo al cambio de dibujo que había diseñado el entrenador según la fase del partido. Si a la hora de atacar en campo contrario el Barça formaba con un 1-3-4-3 bastante nítido, sin balón la idea del técnico para recomponer una línea defensiva de cuatro pasaba porque Gavi alternara entre las demarcaciones de interior y lateral izquierdo. Por eso, si el Barça no conseguía pasar la mayor parte del tiepo jugando en campo rival, el canterano sumaría más minutos de lo deseado actuando en la zona menos favorecedora para él.

Quizá por eso optara Xavi por terminar el duelo con cuatro zagueros naturales, dando entrada a Mingueza en el lateral izquierdo, asumiendo las dificultades de su equipo para refugiarse en el balón cuando el rival se lo discute. Lejos de poder proteger la ventaja en el marcador desde la circulación, la pausa y las posesiones en campo contrario. Moviendo a un contrario ansioso por hacerse con el cuero para intentar darle la vuelta al marcador, y aprovechando esa ansiedad del adversario para forzarlo a desprotegerse. Hubo un tiempo en el que tanto Rijkaard como Zidane retrasaron el salto a la titularidad tanto de Andrés Iniesta como de Isco Alarcón a pesar de que el rendimiento de ambos centrocampistas reclamara para ellos un puesto en el once de gala. Una demora que se explicaba, en parte, por su valor como soluciones de banquillo. Como esas cartas a las que podía recurrir su entrenador con el partido en marcha para cambiar el rumbo del encuentro. El tipo de solución que necesita el Barça en los tramos finales de los encuentros, cuando más aprieta el rival y más desgaste acumulan los titulares. Para el entrenador, Riqui Puig no parece encajar en este perfil de futbolista, y con Pedri fuera de servicio y Busquets, Gavi, Nico y De Jong en el once, el banquillo culé no tiene otros centrocampistas frescos a los que recurrir para serenar el juego. Coutinho dejó claro el domingo que no lo es, y que si Xavi quiere encontrar lo que él mismo representó en el Barça de Luis Enrique que alzó la última Champions azulgrana, deberá buscar en otra parte.

 

– Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images

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