
El valor de ser diferente
A veces hay futbolistas que parecen haber nacido antes de tiempo. Poseedores de unas virtudes que marcarán la pauta en sus respectivas demarcaciones cuando ellos ya no estén. Adelantados a su época. Porteros con gusto por jugar el balón en los pies cuando su arte no se entendía como una necesidad sino como una imprudencia, centrales con buena salida desde atrás cuando se priorizaban desarrollos mucho menos elaborados y más directos, o delanteros con tendencia a la asociación y a participar lejos del área en tiempos de cazagoles especializados en el remate final. Piezas únicas, singulares, que precisamente reunían parte de su valor en su anacronía. Lo que ellos hacían no lo hacían los demás. Por eso mismo, con ellos cabe un doble dilema: ¿Habrían sido más reconocidos en un fútbol que demandara de forma general sus características? ¿O lo habrían sido menos porque, justamente por ese cambio de paradigma, lo que en su momento a ellos los hacía especiales luego sería compartido por el resto? ¿Valoraría del mismo modo Johan Cruyff el manejo con los pies de Carles Busquets hoy que casi todos los porteros de la élite se sienten cómodos contribuyendo a la construcción del juego? ¿Sobresaldría del mismo modo la técnica de Frank de Boer en un fútbol que alimenta a los principales equipos con centrales sobresalientes en el pase? ¿Se destacaría de la misma forma el alma de centrocampista de Patrick Kluivert en la era de Benzema, Firmino, Lukaku, Kane, Lewandowski, Memphis o Isak?
Abdessamad Ezzalzouli, Abde, también es diferente. Ha nacido como un extremo encarador, obcecado en retar en el uno contra uno a su marcador para desbordar en paralelo a la línea de banda, cuando el fútbol de la última década ha tallado a sus colegas de posición a partir de un patrón diferente. Su aparición llega después de una década que ha reclamado a los extremos viajes hacia el carril central, habitualmente a pierna cambiada, con el interior del área o la frontal como destino predilecto, cediendo las orillas a la proyección ofensiva de los laterales. Poniendo antes el foco en rasgos como la finalización o la asistencia que en el regate exterior. Extremos que hagan lo que hace Abde hay pocos, y en la plantilla del Barça hay menos todavía. Para Xavi Hernández, un entrenador que distingue el juego de sus extremos como parte fundamental del plan, y que en su retorno al Barça no está pudiendo contar con continuidad con hombres como Ansu o Dembélé, el marroquí fue el sábado la solución momentánea en banda derecha. Ensanchando el campo, empujando hacia atrás al lateral rival, y contribuyendo con su decisión e ímpetu encarando a su par a un ataque culé que ante el Villarreal se presentó más agresivo que en anteriores citas. Un comportamiento general que aunque simbolizado por el extremo, pudo detectarse también en hombres como Gavi, Memphis o Frenkie de Jong.
El centrocampista neerlandés, de hecho, compartió con Abde el protagonismo ofensivo del conjunto visitante, en su caso situado en el carril central y con un impacto vertical superior al de sus últimas actuaciones. Frenkie se apoyó en el cimbreo de Gavi entre las zonas del extremo y del mediocampo, para adoptar por momentos una posición más adelantada, a la espalda de Parejo y Capoue y por delante de la pareja de centrales. Juntándose con Memphis para igualar la batalla con Albiol y Pau, o escalonándose con su compatriota para recibir libre o abrir el agujero en la zaga amarilla sacando de la línea a un defensor local. Golpeando por dentro del mismo modo que Abde golpeaba por fuera. El partido del extremo derecho culé, sin embargo, tuvo también un guion alternativo, marcado por las exigencias defensivas e inaugurado por Unai Emery desde el banquillo cuando el técnico de Fuenterrabía detectó la solución defensiva que había previsto Xavi para el carril derecho del Barça. Sorprendió el egarense ordenando la marca individual de Eric García sobre Moi Gómez, una vigilancia muy estrecha que con el ánimo de evitar que los desmarques hacia dentro del volante amarillo le concedieran al Villarreal la superioridad de un cuarto centrocampista, aceptaría vaciar la zona del lateral derecho. Eric perseguiría a Moi hasta el carril central, incluso asumiendo una posición defensiva más interior que la de los centrales, una maniobra que espoleado por Unai desde la banda el Villarreal explotó para cambiar el curso del primer tiempo y hacerse con el dominio futbolístico y sensorial del encuentro.






Así, con Moi vaciando una y otra vez el lateral derecho del Barça, el Villarreal lanzó sobre esa zona tanto al lateral Pedraza como al punta Danjuma, obligando tanto a la corrección de Araújo en banda como al retroceso de Abde. Esto último, además del sacrificio defensivo que de forma directa recaía sobre el extremo, contribuyó a aumentar la distancia entre Pedraza y Pau cuando el Villarreal iniciaba juego desde atrás, dificultando la presión sobre el central y aclarando el escenario para que el internacional pudiera lanzar el pase hacia la punta izquierda o hacia las referencias interiores de Parejo o Trigueros (Imágenes arriba). Una forma cómoda para tener la pelota, encontrar opciones de pase, profundizar desde la izquierda, acercarse al área de Ter Stegen y obligar al Barça a iniciar desde muy atrás y con sus futbolistas fuera de posición. Tuvo que intervenir Xavi al descanso, aunque la solución del entrenador del Barça no pasó por cambiar la fórmula defensiva de su sector derecho, sino por cortarle al Villarreal el camino para llegar hasta él. De este modo, los visitantes modificaron su estructura en la presión, sumando a un segundo futbolista en primera línea al lado de Memphis Depay, de tal manera que junto a Nico o De Jong el ariete culé pudiera emparejarse en igualdad numérica contra Albiol y Pau quitándole al zurdo la libertad de la que había gozado durante el primer tiempo. En realidad, el ajuste de Xavi cambió más la forma que el fondo del segundo tiempo, pues cerrada la grieta de la banda derecha culé el Villarreal encontró en Trigueros la fórmula para conservar el dominio.






Y es que el cambio en la primera línea de presión del Barça condicionó también a la segunda, obligando a Busquets y al interior que se mantenía atrás a formar en inferioridad contra la medular del Submarino Amarillo. De eso se valió Manu Trigueros para fijarse a la espalda del centro del campo barcelonista, a medio camino de los medios y de Piqué (Imágenes arriba). Si el central catalán no abandonaba la línea de cuatro para salir a su encuentro, el talaverano recibía solo, giraba con balón y metía atrás al Barça, y si Gerard acudía a su encuentro el Villarreal lo aprovechaba para exprimir la ventaja en banda derecha. Primero con Yeremi ante Jordi Alba y posteriormente con Chukwueze contra Mingueza, el atacante local tenía la oportunidad de entrar en diagonal al espacio liberado por el central izquierdo del Barça o de amenazar en el uno contra uno por banda. Tras el descanso, el conjunto catalán pasó de sufrir por el lado derecho a hacerlo por la banda izquierda. Paradójicamente, de hecho, los de Xavi sacaron lecturas más positivas de los minutos posteriores al 1-2 que de los que desembocaron en el tanto de Memphis. Gestionando la ventaja a través del balón y juntándose en campo rival alrededor de Busquets, De Jong y Gavi. Escondiendo la pelota y la victoria en las botas del neerlandés y de los dos canteranos, para que el partido muriera lejos del área de Ter Stegen.
– Foto: Aitor Alcalde/Getty Images