
Lo arriesgado de no arriesgar
“La receta quedó clara tras los dos primeros partidos de la selección española en el Mundial. Después de volar contra una Costa Rica que concedió tiempo y espacio al mediocampo de Busquets, Gavi y Pedri, el cuadro de Luis Enrique se encasquilló cuando Alemania le diseñó un partido orientado a cortocircuitar su avance interior. Los germanos desde la presión, y luego Japón y Marruecos desde el repliegue subrayaron la idea: para llevar a la selección española a un contexto de partido incómodo, el camino pasa por constreñir el centro del tablero. Por lanzar y multiplicar ayudas por dentro, retrasar la línea de medios y adelantar la defensa de modo que ambas se junten tanto como sea posible. Que no haya espacio para recibir entre ellas.
España saltó a pelear el pase a cuartos con ambos interiores situados en una posición adelantada, incluso más separados de Busquets de lo que venía siendo habitual en el Mundial, pero muy pronto se percató de que nadie era capaz de introducir el balón en los dominios de Sofyan Amrabat. España necesita que sus interiores pesen en el juego porque no tiene otra manera de desequilibrar a un rival organizado defensivamente que la velocidad que sea capaz de imprimirle a la circulación del balón. No tiene el regate con que Vinícius, Mbappé, Neymar, Messi, Joao Félix, Bellingham o Foden convierten en aspirantes a sus respectivas selecciones, o con el que Iniesta y David Silva redondeaban antaño el plan español. Tampoco ventaja física en su delantera, esa que en su momento tenían Fernando Torres, Villa, Cesc o Jordi Alba llegando desde el lateral. Para desequilibrar la balanza, España no tiene más remedio que darle ritmo a la posesión. Que pasarse la pelota con verticalidad, intención…” – Leer el artículo completo–