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La Quinta de Mestalla

VALENCIA, SPAIN - AUGUST 17: Lamine Yamal of FC Barcelona celebrates victory with teammate Marc Casado after the La Liga match between Valencia CF and FC Barcelona at Estadio Mestalla on August 17, 2024 in Valencia, Spain. (Photo by Aitor Alcalde/Getty Images)

La Quinta del Mini fue una generación de canteranos del Barça que irrumpieron en el primer equipo en una época de entreguerras. A mediados de los noventa, en un fútbol que ya no existe, anterior a la sentencia Bosman que permitió a los clubs europeos pasar de plantillas con sólo cinco futbolistas extranjeros, a una nueva realidad en la que pudieron contar con tantos comunitarios como creyeran conveniente. En la Quinta del Mini había de todo: Un central como Quique Álvarez, centrocampistas como Celades y Roger, atacantes como Juan Carlos Moreno y Toni Velamazán, e incluso un talento, Iván de la Peña, llamado entonces a ser junto a Raúl González el estandarte del fútbol español. El paso de aquella generación por el primer equipo quedó truncado por el cambio de era en la composición de los equipos y por la salida de Johan Cruyff del Barça.

Su temporada fue la última de El Flaco en el banquillo culer, y una en la que su protagonismo tuvo mucho que ver con la apuesta fallida por una serie de foráneos que, en su mayoría, no lograrían llenar el espacio futbolístico y jerárquico que anteriormente habían ocupado Koeman, Laudrup, Stoichkov o Romário. Sin duda, su episodio más recordado fue el partido entre el Barça y el Betis en el Benito Villamarín. Una victoria por 1-5 con momentos de muy buen fútbol para un conjunto visitante en la que tuvieron minutos Roger, Toni, De la Peña, Celades y Juan Carlos Moreno. Los cuatro primeros, además, fueron junto a Figo los goleadores del equipo. Casi tres décadas después, el Barça de Flick se estrenó en Mestalla con un once plagado de futbolistas jóvenes. A los consabidos Lamine, Balde y Cubarsí se le sumaron de inicio Marc Bernal y Marc Casadó, y con el partido en marcha Gerard Martín y Pau Víctor desde el banquillo.

En frente, el Valencia de Rubén Baraja, un equipo singular porque, hijo de la influencia que Rafa Benítez dejó en el club y en su actual técnico, asume como señas de identidad aspectos un tanto extemporáneos. En la era de la presión y la salida desde atrás, el Valencia de Baraja compite desde un bloque defensivo replegado o a media altura, e iniciando el juego de forma directa hacia sus delanteros. Es un equipo que plantea a sus rivales preguntas diferentes a las que están acostumbrados a responder. En concreto, para los de Flick, en lo futbolístico la batalla se centró en cómo llevar y controlar el balón a la espalda del mediocampo che. Los locales formaron un armazón central muy junto, en el que centrales y pivotes apenas dejaban espacio entre líneas.

Ante este escenario, el Barça tuvo muchas dificultades para introducir el esférico en la mediapunta, bien por falta de líneas de pase, por falta de precisión en el control y el giro en Ferran y Raphinha, o por falta de desequilibrio interior para romper líneas en conducción. El regate lo movilizó por fuera, en las botas de Lamine y de un Balde muy activo subiendo el carril. Sin embargo, sin la posibilidad de fijar previamente por dentro con una recepción entre líneas que cerrase al sistema defensivo del Valencia sobre la corona del área, el balón casi siempre llegaba a banda con tiempo para que los ches llegaran a la cobertura. Así pues, los de Baraja defendían sin girarse hacia Mamardashvili, y recuperaban contra un Barça de líneas separadas en el que Bernal debía correr mucho hacia atrás para contener los contraataques, y en el que la pareja de centrales sufrió mucho más que Koundé a campo abierto ante el juego directo del rival.

Aunque la presencia de Pedri en el banquillo le garantizaba a Flick una solución para aumentar el volumen de juego interior del equipo y para atacar de forma más fiable la espalda de los mediocentros del Valencia, cuando el canario saltó al césped el partido ya era otro. Antes de que Hansi moviera el banquillo ya se había movido el marcador. También se habían movido las piezas del Barça en fase ofensiva. Y es que, si durante el primer tiempo los culers siempre habían atacado con un único hombre en la base de la jugada -Marc Bernal o Casadó cuando el mediocentro bajaba una altura con tal de iniciar juego situado entre los centrales-, tras la reanudación pasó a hacerlo con dos. Dejó de completar la salida de tres retrasando al mediocentro para mantener a Bernal por delante, y utilizó a Ter Stegen para dividir atenciones prácticamente en línea con Cubarsí e Iñigo, al tiempo que bajó un escalón a Casadó a la hora de construir juego (Imágenes arriba).

El objetivo de este segundo centrocampista en la base de la jugada era que, ahora, uno de los mediocentros del Valencia se viera obligado a salir, a romper la paralela con respecto a su compañero y que, de este modo, se descongestionara la zona de la mediapunta azulgrana. La entrada de Pedri al campo, pues, tuvo lugar con resultado a favor, lo que llevó a que el canario asumiera un rol más vinculado a conservar el balón que a agredir desde tres cuartos de campo. Lo hizo escondiéndolo en sus pies, pero también ordenando a sus compañeros desde la asociación. Tocando con Casadó, Bernal y más adelante con Eric, y valiéndose de la creciente necesidad del contrario para generar espacios y lanzar sobre las llegadas de Gerard Martín, Raphinha, Pau Víctor o de un Lewandowski menos involucrado en la circulación para consolidar su presencia en el área. Con Pedri, Bernal, Casadó y Koundé para tocar, Robert puede quedar para rematar.

– Foto: Aitor Alcalde/Getty Images

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