Pau Cubarsí aterrizó en el primer equipo porque el Barça no tenía mediocentro. El bajo rendimiento de Oriol Romeu y las dudas que dejaba la pareja De Jong – Gündogan en la base del cuadrado hicieron que Xavi probara a Andreas Christensen como pivote, lo que descubrió una plaza en el centro de la zaga que fue para el joven central. En la práctica, sin embargo, y aunque la incursión del danés en el mediocampo le proporcionó al equipo estabilidad posicional tanto en ataque como en defensa, quien ejerció como el verdadero pivote del equipo fue Cubarsí. No ocupó su lugar, pero sí cumplió sus funciones. Su impacto fue total por la doble naturaleza de su aporte: en la forma fue central; en el fondo, mediocentro. Pau era quien ordenaba al equipo. En ataque, y desde el pase, quien elegía la dirección del juego, situaba a sus compañeros y marcaba los movimientos de los rivales. No se había visto antes. Un adolescente ocupando una demarcación especialmente estricta con la inocencia juvenil, y asumiendo desde ella la organización de su equipo. Un elegido.
Con Hansi Flick, las cosas no están siendo distintas. Pau Cubarsí es el inicio de todo. Ante las presiones de Athletic o Rayo, y con Marc Bernal en el once, su juego condicionó a dos adversarios que plantearon una presión estéril contra su pie, su visión de juego y el engaño de su cadera. A través de sus pases el Barça rompió las líneas adelantadas del rival y trasladó el cuero a pies de sus hombres más peligrosos. Tras la lesión de Bernal y frente a un Valladolid que ni presionó ni se mostró eficaz cuando lo intentó, los azulgranas volvían a tener dudas respecto a su mediocentro. El rendimiento del canterano había llevado una línea ascendente y de crecimiento en el engranaje culer, y su sustituto natural, Marc Casadó, no presentaba las mismas garantías en cuanto a precisión en los controles o velocidad en la distribución. La solución volvió a ser la misma: aunque ocuparía la posición de central, Cubarsí iba a ser el pivote. Cubarsí lo iba a ordenar todo.
Resumiendo, cuando tiene el balón el Barça identifica dos objetivos. El primero, el troncal, el que justifica lo demás, es llevar la pelota hasta Lamine Yamal. Es el atacante más desequilibrante, el más creativo, el de mayor impacto y el más capaz de cargar sobre sus espaldas el volumen de juego ofensivo del equipo. El jugador hacia el que mirar. El futbolista al que llegar para que todo se dispare. Para ello, Flick dispuso el sábado a numerosas referencias en el carril central, situadas a diversas alturas, para fijar la atención del sistema rival y aclarar la orilla. Por delante de Casadó, el Barça repartió a Pedri, Olmo, Raphinha y Lewandowski, sujetando a centrales y mediocentros y reclamando la cobertura de laterales y volantes hacia el interior (Imagen abajo).
También contó el alemán con Koundé, perfecto complemento de Lamine en cuanto al reparto de espacios. Si el extremo espera abierto arriba, el lateral se sujeta atrás para atraer al hombre de banda rival, habilitar una línea de pase clara hacia Yamal y facilitarle situaciones de uno contra uno. Si Lamine decide retrasar su posición, todavía cerca de la cal, Jules corta por dentro, arrastra al adversario que se interpone entre Cubarsí y el extremo y limpia la línea de pase entre el central y Yamal. Finalmente, si como ayer la perla azulgrana gana peso en zonas interiores, Koundé se proyecta por fuera para mantener abierta la banda.
La tercera herramienta que utilizó Flick para cumplir con el objetivo de llevar el balón hasta Lamine fue la basculación del sistema defensivo rival. Pese a localizar a su futbolista más peligroso en el sector derecho del campo, el Barça prácticamente siempre intentó iniciar por la izquierda, priorizando el pase de Ter Stegen hacia Iñigo Martínez, utilizando la progresión de Balde desde el lateral para arrastrar la marca y facilitar la conexión del central con Pedri, y apoyándose en la seguridad del canario domando la bola para atraer rivales y orientar la atención del contrario hacia la banda izquierda culer. Se trataba de juntar al adversario en un lado del campo para que cuando el esférico volase hacia la otra orilla encontrara fácilmente a Lamine y con espacios a disposición del talento del canterano.
Aquí viene el segundo objetivo. Como habitualmente el rival se ordena para defender un cambio de juego que vaya directamente desde Pedri hacia el extremo derecho, se trata de encontrar a Cubarsí para que sea el central el encargado de girar el juego. Contra los hombres de Pezzolano, no fueron pocas las ocasiones en las que Iñigo, Pedri y Marc Casadó sumaban pases entre ellos hasta provocar que la atracción de futbolistas rivales liberara a Pau (Imagen arriba a la izquierda), de modo que a continuación soltaran el esférico hacia el central para que éste decidiera los pasos a seguir. Y la palabra es esa: decidir. En el engranaje del juego culer, Cubarsí no ejecuta, sino que decide. No sigue el camino que le viene dado, sino que lo abre. Lo provoca. Lo crea. Es cuando el balón llega a los pies de Cubarsí cuando el ataque del Barça determina si debe regresar al carril izquierdo para progresar a través de Alejandro Balde o para seguir juntando contrarios lejos de Lamine, si la situación ya es suficientemente clara para dar el pase a Yamal (Imagen arriba a la derecha), o si aprovecha los desajustes que sufre el rival cuando corre de un lado al otro para cortar con un pase vertical que encuentre entre líneas a uno de las múltiples receptores que se le ofrecen al pasador (Imagen abajo).
A Pedri o Dani Olmo para que controlen, giren y verticalicen, a Robert Lewandowski para que el polaco descargue y permita a los interiores recibir de cara, o hacia los desmarques en profundidad con los que el ataque culer tensa a unos zagueros rivales pendientes de defender los apoyos y evitar las recepciones al pie. Unas veces Olmo corriendo entre central y lateral, otras Lewandowski atacando desde la espalda del central más alejado, y casi siempre Raphinha, desenganchado de la cal y ubicado por dentro para compensar cada movimiento de apoyo del delantero centro (Imagen abajo). El brasileño, que aterrizó en el Barça como un extremo que producía recibiendo el balón al pie, es hoy uno de los atacantes con mejor timing del continente rompiendo al espacio. Desde dentro o desde la izquierda. Es la punta de lanza de un equipo en el que Pau Cubarsí es el arquero.
– Foto: Eric Alonso/Getty Images

