Hernández y Fernández
No es extraño que el filial se reinvente como equipo año tras año. Entre talentos que dan el salto al primer equipo, jugadores que abandonan el club tras cumplir su ciclo y juveniles que llaman a la puerta, lo habitual es que el baile de nombres entre una temporada y otra sea cuantioso. En el caso del Barça Atlètic, además, este curso lo ha iniciado con nuevo entrenador, después de que Albert Sánchez asumiera el cargo relevando a Rafa Márquez. Por lo observado en las primeras jornadas de Liga, una de las principales diferencias entre el equipo del catalán y el que diseñó Márquez la temporada pasada estará en su mediocampo. Si con el ya ayudante de Javier Aguirre en la selección mexicana los acompañantes del pivote tendieron a ser perfiles vinculados a la base de la jugada e, incluso, al puesto de mediocentro, en el Barça Atlètic que ha arrancado la 2024-25 estas plazas las han ocupado jugadores de corte más atacante.
Donde estuvieron Moha, Marc Bernal o Aleix Garrido, hoy están Guille Fernández y un Unai Hernández tantas veces utilizado como extremo meses atrás. Dos futbolistas que sobresalen en tres cuartos, más cerca de la frontal del área que del círculo central, con enorme capacidad para conducir el balón en dirección a la portería contraria y llegada desde la segunda línea. Dos interiores con apariencia de delanteros. Como son dos futbolistas de juego más adelantado, idealmente por delante del mediocentro de forma clara, hacerles llegar el balón tiene un mayor grado de dificultad, no sólo por que obliga a superar una altura más que si tuvieran que recibirlo justo por delante de la defensa, sino también debido a que, haciéndolo más adelantados, las probabilidades de que lo hagan de espaldas a portería aumenta. Aunque tanto Unai como Guille poseen un sentido del control, el giro y la orientación primorosos, en la victoria del filial ante el Ourense del sábado, un futbolista jugó un papel clave para facilitárselo: Víctor Barberà.
El delantero centro, situado por delante de la pareja de interiores, resultó una fuente permanente de desmarques de apoyo que el filial utilizó para conectar el pase de los centrales con el punta de modo que, a continuación, este pudiera descargar de cara para los hombres del centro del campo. «Que Márquez no la juegue con Deco. Que la juegue con Eto’o y Eto’o se la deje a Deco«, escribía Guardiola antes de empezar su carrera como entrenador. Así, con los servicios de Cuenca y Olmedo hacia el punta, y las descargas de éste para Unai y Guille, los culers construyeron un puente hacia dos de sus tres futbolistas más peligrosos. El tercero esperaba en banda, pero más por exigencias del guion que por necesidad. Aunque este verano ha cumplido dieciséis años, Toni Fernández es el futbolista de más nivel técnico del filial azulgrana. Su pie izquierdo no necesita espacios para relacionarse con la pelota, ni compromete la precisión por hacerlo a gran velocidad.
Como puede jugar rápido y en una baldosa, fueron constantes sus apariciones por dentro, configurando una suerte de talentosa triple mediapunta junto a los interiores. Como puede jugar rápido y en una baldosa, tampoco le importó pisar el balón en la banda y juntar rivales a su alrededor para darle control al juego y espacios a sus compañeros. La ventaja que sí le dio la cal a Toni fue la del uno contra uno, pues si para controlar, pasar y conducir el pequeño de los Fernández no precisa que le concedan un palmo de terreno extra, poder llevarse a su par hacia la orilla para retarlo sin ayudas le permitió potenciar su desequilibrio y traducirlo en profundidad para el ataque barcelonista. Mientras Ureña estiraba por izquierda y Barberà se multiplicaba desde el centro en los apoyos y los desmarques para darles balón y espacio a Unai y Guille, Toni mezclaba la cal con la frontal. Desde el regate, la lectura de los espacios, el pase, la conducción y el gol. Un Hernández y dos Fernández.
– Foto: Marc Graupera – FC Barcelona