
Muy lejos de esos partidos, esta Supercopa llegaba en plena preparación de ambos conjuntos -más castigado el equipo de Guardiola-, con la aceptación de ambos técnicos de que se trataba de un título de menor importancia, y con la duda sobre el estado físico de algunos jugadores claves.
Así, el Barça saltó en la ida al césped del Bernabéu sin tres de sus hombres más determinantes en su mecanismo a la hora de iniciar el juego desde atrás. Sin Piqué -el central encargado de servir limpio el primer pase-, Xavi -el destinatario de ese servicio y el hombre encargado de administrar la base de la jugada-, ni Busquets -el jugador que complementa y da continuidad a esa función de Xavi-, el Barça se vio lastrado, de inicio, en una de las fases clave para desarrollar su juego.
Así a una pareja de centrales poco apta para este papel, se le unió un mediocentro de circunstancias como Keita que dificultó aún más el mecanismo de salida. En una posición que ni siente ni es la suya, el de Mali estuvo incomodo en todo momento, rígido, poco dinámico, y a menudo demasiado anclado a su posición de inicio. Este comportamiento lastró la posibilidad de intercambio de posiciones en zona de medios y le obligó, casi siempre, a recibir de espaldas a portería el primer pase desde sus centrales. Sin unos centrales especialistas en la construcción ni un mediocentro que armonizase al colectivo en esa fase del juego, al Barça le quedaba encomendarse a la calidad de sus interiores, un Iniesta que apareció menos en la base de lo que el equipo demandaba y un Thiago que pese a que el dibujo del Madrid le favorecía -Alonso y Khedira emparejados con Messi e Iniesta, y Marcelo y Ronaldo sujetados por la amenaza de Alves y Alexis en banda- no encontró su lugar en el partido.
En la vuelta, a diferencia del Madrid que sólo introducía a Coentrao en lugar de Marcelo como única novedad, el Barça presentó un once mucho más habitual que el de la ida. Recuperó a Piqué, Busquets y Xavi, y Alexis dejó paso en el extremo derecho a Pedro. El once de Wembley en el que Mascherano repetía en la posición de central. Parece que la opción del argentino se ha convertido en la primera alternativa de Guardiola ante la ausencia de un central, pasando por encima de la alternativa de centrar a Abidal dando entrada, así, a Adriano en la izquierda.
Como el del Bernabéu, fue un partido marcado todavía por las fechas, con dos equipos todavía lejos del que será su rendimiento habitual. Valga como ejemplo como, pese a recomponer su mecanismo de salida con la vuelta de Piqué, Busquets y Xavi, el Barça volvió a conceder excesivas pérdidas en zona peligrosa. Acostumbrados a la salida con tres hombres de los azulgranas, pudimos ver a un Alves mucho más anclado producto de lo justo de la preparación y de la presencia en su banda de Cristiano Ronaldo. Así, con una salida de cuatro hombres en lugar de una de tres, y Piqué como central izquierdo para dejar el perfil natural de su nueva demarcación a Mascherano, el Barça encontró problemas para iniciar jugada cómodamente. De ahí que Guardiola no tardara en intercambiar la posición de los centrales, para que fuese Piqué, el central más dotado en estas tareas, el que fuese potenciado por su perfil natural.
Pocos detalles más en un partido más vistoso y entretenido que bueno, como dicta la lógica de la fecha en la que nos encontramos. Si acaso, en el Madrid la banda Marcelo-Coentrao-Ronaldo que se vio tras la reanudación, y en el Barça la entrada de Cesc, de quien hablaremos en nuestro próximo post.
