
En el 4-3-3 con Messi de falso nueve, el factor diferencial de Messi se encuentra cuando recibe a espaldas de los mediocentros. Ahí, o encuentra espacios para desequilibrar, o logra aplastar al mediocampo rival contra su defensa logrando, a la vez, potenciar ambas transiciones culés y debilitar la salida a la contra del rival. Es el arma sobre que, por diferentes vías, se ha sustentado el tiránico dominio del Barça estos últimos años. No obstante, por un lado los crecientes problemas en el inicio que han obligado a Messi a asumir un rol más de centrocampista, y por el otro, la ausencia de un hombre que comparta la responsabilidad de amenazar el interior del área, han provocado que los rivales, como antídoto, manden a sus centrales a perseguir a Leo por lejos del área que éste reciba. No es la media la que recula, sino que la zaga es quien se adelanta. Y nadie puede enfrentarse a Messi con Pepe y Ramos más que el Real Madrid.
El problema, ante esos planteamientos, es que al Barça le falta un jugador. Guardiola lo sumó restando un defensa, dando paso al 3-4-3, para añadir otro interior o un nueve. El domingo, Vilanova lo encontró, rompiendo lo que parecía un principio incuestionable en su inicio de temporada, renunciando a un extremo. Con eso introdujo a un cuarto centrocampista, lo que le permitió juntar a Busquets, Xavi, Iniesta y Cesc. Así el de Arenys, aún más liberado que de costumbre, podía compartir con Messi la responsabilidad de alternar el trabajo sobre los centrales, con la recepción a espaldas de los mediocentros.
Sucede, sin embargo, que Mourinho encontró el antídoto a la propuesta de Vilanova en la figura de Álvaro Arbeloa -mañana profundizaremos en este aspecto-. Toca seguir buscando una solución. Dos ideas flotan en el aire, ambas con sus -muchos o pocos- pros y contras: la defensa de tres y la vuelta de Messi a la banda derecha…
…o recuperar al mejor Alexis.
