
El delantero rival dispara, el guardameta logra rechazar y el cuero queda suelto a un metro de su cuerpo. Antaño, de un salto, se abalanzaría sobre la pelota antes de que los contrarios ni tan siquiera rastreen la trayectoria del balón dividido. Como un gato. Ahora, levantarse cuesta más, el cuerpo es más pesado y la energía escasea. El delantero llega antes al rechace aunque partía de más lejos, y el esférico termina en el fondo de la red. Nadie dice nada, pero todo el mundo lo sabe. Este momento se lo he visto a Kahn, Buffon o Cañizares. El anuncio, la premonición. La antesala del fin. Abbiati vivió este episodio hace mucho, pero ni a él ni al Milan parece importarle demasiado. El Calcio de hoy es así, aunque parezca que se aproxima el cambio.
