El mejor filial de Eusebio
Como jugador ya era un poco así. Antes de empezar parecía un suplente claro, un jugador de importancia secundaria entre los Guardiola, Bakero, Amor o Laudrup, pero al final, cuando la temporada se ponía en marcha, siempre terminaba jugando. Un protagonista inesperado que pasaría a la historia por forzar la falta que daría al club su primera Copa de Europa. En Wembley debió jugar Guillermo Amor, el interior derecho titular del equipo, pero se perdió la final por sanción y su lugar, cómo no, lo ocupó Eusebio.
Como entrenador, las dos primeras temporadas del técnico de La Seca al frente del Barça B no fueron positivas. Sin pero posible a nivel de resultados, estaba fallando en la otra función que tiene un filial: los jugadores más prometedores no crecían ni individual ni colectivamente. En lo primero, casos como los de Sergi Gómez, Sergi Roberto, Rafinha o Espinosa encendían la luz de alarma, y en lo segundo, era complicado apreciar demasiado mecanismo trabajado cuando uno veía jugar al equipo. Mucho talento, porque no hay que olvidar que en sus filas se esconden jóvenes que algún día serán importantes en Champions League, pero apenas soporte ni plan de juego descifrable. Y como síntoma más significativo, las escasas ventajas generadas desde la línea de ataque que no respondieran a una acción de inspiración puntual del Deulofeu de turno.
Con estos desalentadores precedentes arrancaba su tercera temporada en el banquillo del Barça B, una temporada en la que además, debería lidiar con una dificultad extra, una plantilla tan joven como inexperta y la pérdida de piezas vitales un año atrás. Sergi Roberto, Deulofeu, Rafinha, Lombán, Luis Alberto o Araujo abandonaban el equipo, y en su lugar llegaban 7 juveniles, Dani Nieto, Edu Bedia, Denis Suárez y poco más. Todo apuntaba al sufrimiento y los resultados iniciales no hicieron más que reforzar esa impresión, pero sin embargo, incluso en esa dificultad del principio, el Barça B de esta temporada siempre dio otra sensación. Había equipo. El filial azulgrana, esta temporada, no sólo ha acumulado una dosis de talento individual sin réplica en la categoría, sino que ha tenido estructura y una cara reconocible. Desde la jornada uno en la que cayó en el estadio del Mirandés dejando una imagen muy positiva.
El cambio no ha sido individual, sino colectivo, pero es preciso señalar algunas de las modificaciones en el equipo respecto años anteriores. Una de las más tempraneras fue el cambio en la figura del mediocentro. Pasar de Gustavo Ledes o Ilie a Sergi Samper no es un simple remplazo de piezas, sino que implica una alteración en la concepción de la demarcación. De un apoyo a un origen, un centro. Sergi ha sido el cerebro desde la posición de pivote, una figura indispensable en la salida de balón, y el futbolista que ha permitido liberar a los dos interiores. Sin la necesidad de aparecer por la base, tanto Espinosa y Denis Suárez primero, como Edu Bedia después, han actuado prácticamente como dos mediapuntas. Futbolistas que, a pierna cambiada, han atacado la zona de tres cuartos, llegado al área y desbordado a la línea de medios rival. El ex del City, que empezó como uno de esos dos mediapuntas del esquema, finalmente se ha asentado como falso extremo izquierdo. Desde esa posición ha ofrecido su mejor cara y ha permitido al equipo sus mayores momentos de dominio. Con Espinosa -interior izquierdo- la sociedad ha recordado en ciertos aspectos al Iniesta-Cesc de la temporada anterior en el primer equipo, con la diferencia de que en este caso el falso extremo ha tenido más juego específico de banda del que tuvo Iniesta.
Junto a Suárez, Sanabria primero y Sandro Ramírez después, con Dongou partiendo desde la derecha buscando la diagonal a gol. En un primer momento, sin embargo, mientras Denis todavía fue mediapunta, la tripleta la conformaron Jean Marie, Joan Roman y Dani Nieto. El mallorquín, con muy poco protagonismo al final, fue vital para arañar puntos mientras el resto de sus jóvenes compañeros se hacían a la competición. Su experiencia en la categoría y su fútbol “modesto” le valieron al filial para competir en esas fechas más de lo que hacía presagiar sus tiernos cimientos. Ya asentado el equipo, con confianza y un fútbol que fluía, se sumaron al carro un rotundo y devastador Adama Traoré y un Munir de lo más estimulante. Todos han sumado, y el equipo les ha permitido sumar a todos.
Pero las noticias positivas no sólo se han dado arriba, sino que en defensa, el crecimiento ha ido en consonancia. En parte porque el juego ofreció sostén, en parte porque a nivel individual los zagueros han ofrecido un rendido muy bueno, en parte porque tácticamente todo se ha ajustado más. Especialmente remarcable el rendimiento de Jordi Masip, quizá el mejor guardameta de la categoría, y la seguridad, madurez y aplomo de Sergi Gómez, que cuando parecía que se quedaba por el camino ha asumido galones para liderar a la defensa del filial junto al otro gran protagonista del Barça B atrás, Edgar Ié, el mejor central del curso y una de las notas más ilusionantes de un año ya de por si muy positivo. Además en el tramo final ha regresado Grimaldo después de una larga lesión, y como ha hecho esta temporada con el talento joven de la plantilla, Eusebio lo ha mimado y le ha dado el protagonismo necesario para rodar y poder empezar, tras el verano, en la línea de salida igual que el resto.
Excelente temporada del filial, esta vez sí, más allá de los buenos resultados cosechados. Masip, Sergi Gómez, Ié, Samper, Denis Suárez o Adama Traoré han crecido, el equipo ha mostrado una identidad futbolística definida y su entrenador, Eusebio, ha sabido tocar las teclas para variar el plan cuando han aparecido los problemas. El club le ha ofrecido la renovación y el técnico ya ha dicho que va a aceptarla. Si de valorar esta temporada se trata, ningún pero. Y cuando menos se esperaba.
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