Brasil estuvo eliminado
Brasil es el país que más Mundiales ha ganado, y el actual lo juega en casa. Si llevar la verdeamarelha nunca ha sido cualquier cosa, en esta ocasión cada gramo de tela es como si pesara un kilo, y cada minuto que pasa sin ventaja para la selección de Scolari, cuenta el doble. La Brasil de Scolari trata de sobreponerse a ellos con una propuesta intensa desde el pitido inicial, que pretende la victoria por aplastamiento -muy a menudo físico- y que encuentra el alivio en cada acción de superioridad de su joven estrella.
Así empezó contra Chile, y así puso muy a su favor el partido. Presión a la zaga rival en primera instancia, seguida de repliegue, intensidad en la recuperación y el balón dividido, salida vertical y Neymar, fue el guión de la superioridad brasileña durante buena parte de los primeros 45 minutos, que solamente peligraron cuando Alexis Sánchez se alejó de Marcelo. Arturo Vidal llegó al choque muy justo, y tras unos primeros compases en que apareció con intención en la frontal, como centrocampista no tuvo un peso sostenido. Así pues, el delantero azulgrana, poco secundado y, por lo tanto, muy solo, era la principal amenaza a controlar por el sistema defensivo brasileño. La defensa sobre el de Tocopilla tuvo dos fases. Una primera de presión sobre los tres centrales chilenos para que el inicio de la jugada no fuera limpio y se redujese al recurso del envío directo para que su estrella controlara de espaldas. Durante gran parte del primer tiempo, en ese papel se encorsetó a Alexis ya que esa acción era la previa imprescindible para que Chile pudiera desencadenar cualquier otra cosa. Así pues la labor de defender al 7 no era fácil pero sí simple, pues casi implicaba un único movimiento. Ahí Brasil liberó a Marcelo para que saliera a la altura que hiciese falta para anticipar. El objetivo número uno era que Alexis no recibiera, el número dos, si el uno era inevitable, que no pudiera girarse, la soltase rápido y a partir de ahí pelear el balón dividido con la superioridad física que tienen los anfitriones.
Tras interceptar, contra, y si Chile presionaba la salida -cosa que hacen bien- el balón directo a Fred era carta ganadora. En primer lugar porque la superioridad por arriba del nueve de la selección canarinha es manifiesta ante tres centrales de menos de metro ochenta, y en segundo lugar, porque el hombre más próximo para recoger el globo descargado por Fred, era Neymar. La estrella brasileña, que volvió a jugar por dentro dejando las bandas para Oscar y Hulk, fue el hombre más inspirado en esta fase de dominio de su selección, y castigó especialmente al osasunista Silva. Brasil llegaba cerca de Bravo, y aún si nada de esto llevaba a nada, siempre le quedaría la baza del juego aéreo ante uno de los equipos más bajos del Mundial. Con Thiago Silva, David Luiz, Fred o Luiz Gustavo rematando, y Neymar poniéndolas, la estrategia tenía muchas posibilidades de aparecer en favor de Brasil en su duelo ante los de Sampaoli.
Así llegó el 1-0 y tras el gol, más dominio brasileño que cerca estuvo de irse al descanso con un margen de dos tantos. Sólo en el tramo final Chile encontró un respiro en Alexis, que cansado de Marcelo, se fue a buscar a los centrales y a Alves. Contra ellos ganó alguna, pero al filo del 45, todo hacía indicar que la primera mitad terminaría con ventaja para los anfitriones. Hasta que apareció Bielsa, y una de las jugadas clásicas de la selección chilena que él dirigía: el saque de banda en contra como arma propia. Saca el rival desde muy atrás, el equipo puede adelantar metros, organizarse cerca de la acción y pelear un servicio nunca lo suficientemente controlado. Si se logra recuperar, se ataca a un rival con pocos efectivos atrás y con sus piezas más colocadas para atacar que para defender.
Con empate a uno se fueron los dos equipos al vestuario, y en la reanudación, como viene siendo habitual en esta Copa del Mundo, llegó un cambio de guión que le dio la vuelta al encuentro como a un calcetín. Recogiendo las pisas que habían dejado los últimos compases del primer tiempo, de cara al segundo, Sampaoli liberó a Alexis. Tardaría poco en meter al campo a Felipe Gutiérrez para jugar con un 5-3-2 más amplio, abrir a Aránguiz y aprovechar lo poco que quedaba de Vidal cerca del área. Chile ganaba a Alexis y a un centrocampista, y empezó a encontrarse para bajarle las revoluciones a un partido que, sino, era brasileño. Los de Scolari no podían recuperar igual y, por lo tanto, tampoco salir de la misma forma. Además el minutero pasaba, su gente apretaba desde la grada y la camiseta empezaba a pesar demasiado. A Neymar le costaba aparecer, el cambio de Jô por Fred no aportó nada bueno y La Roja sentía el pase cerca. Brasil estuvo a merced de los chilenos, pero aunque el peligro rondaba, la sensación de gol no era todo lo presente que la situación exigiría. De ahí que entrara Pinilla, a la postre infausto protagonista del partido, para, con el mismo rol que Arturo Vidal en el juego directo, ser una solución más firme en la finalización.
Lo fue, pero el balón dio en el larguero. Y tras el impacto del cuero en la madera y una prórroga donde la selección de Scolari se sobrepuso por puro poder físico, unos lanzamientos de penalti empapados de miedo, en los que Brasil encontró el pase y Júlio Cesar el alivio tras cuatro años. La cabeza de Felipe Melo y los dos goles de Holanda aquel 2 de julio de 2010, convirtieron al portero más en forma del mundo en el guardameta del Queens Park Rangers primero y del Toronto FC después. Cuatro años ha tardado en saldar una deuda que ya casi sólo tenía consigo mismo. Brasil, con dudas, sigue hacia adelante. Se encontrará a Colombia, que está mejor.