35 minutos de un Barça desconocido
En lo que fue la mejor media parte de la temporada, el Barça de Luis Enrique nos descubrió en Sevilla una nueva cara, hasta el sábado oculta, de su juego. El líder, durante algo menos de cuarenta minutos, tuvo el control y mandó desde la imposición. Hasta ahora, para dominar los partidos, se había servido del potencial de sus piezas para vencer en los distintos escenarios que pretendiera el adversario, o en condicionar al rival para que, intimidado, hiciera del partido lo que más le interesaba al cuadro azulgrana. Esta vez fue distinto. Nació y terminó en él.
Concentrado de inicio y con la idea clara de negarle al Sevilla el ritmo alto, el Barça construyó durante el primer tiempo en el Sánchez-Pizjuán un perfecto juego de asociación en el que el acierto técnico y las posiciones claras permitían encontrar siempre a un compañero libre. Juntos y ordenados, participaron de la circulación todos los jugadores culés, de Bravo y los centrales a Luis Suárez, pasando por los laterales o unos interiores de concepción distinta a lo visto por ahora. Tanto Iniesta como Rakitic pesaron por dentro y asumieron un protagonismo creativo con balón que hasta ahora solo habían tenido en cuentagotas. El manchego, apareciendo una y otra vez en la jugada a modo de epicentro, y el croata, obviando por este tramo que es interior en el lado de Messi, contaron además de con Busquets, con un cuarto invitado. Dani Alves, a modo de falso centrocampista, fue clave en el estimulante inicio de su equipo creando superioridad en la circulación, actuando de cuña para Rakitic y Messi, y barriendo la segunda jugada en la recuperación. El mediocentro, por su parte, en el contexto que le es afín, volvió a demostrar que si se le permite jugar así es difícilmente mejorable. Tocó siempre rápido para que el endiablado ritmo de la circulación no decayera, se colocó donde debía y dominó tras pérdida. Ante un Sevilla aculado por el vendaval, ahogó presionando casi todas las salidas hispalenses, y si alguna se le caía del cesto, tuvo el brío para recogerla cayendo a banda.
Entre el parapeto de Alves y Busquets, que el factor Iborra quedaba desactivado por el juego con balón visitante y la efectiva defensa de Piqué y Mathieu sobre los intentos del Sevilla para salir directo sobre la posición de Bacca o de un Vitolo próximo al colombiano, durante estos minutos los de Unai apenas pudieron cruzar la divisoria con posibilidad real de crear peligro. En cambio, del otro lado, el Barça sumaba al dominio sobre la posesión, la posición y el ritmo, el desequilibrio de sus tres cracks. Suárez, ofuscado para el gol pero útil en el apoyo interior y descargando en banda, Messi desde el extremo derecho y moviéndose cerca del balón, y un Neymar reencontrado y especialmente inspirado en el juego y el regate que además recibió de muy buen grado la vuelta de Jordi Alba, terminaron de dibujar el impactante primer tiempo de su equipo. Sobre el lateral izquierdo constatar de nuevo que, desde su imperfección, es una pieza mucho más afin en la banda izquierda del Barça de lo que puede serlo Adriano. Toca rápido, se entiende con Iniesta y Neymar, y su profundidad y juego de cal son la respuesta perfecta a los movimientos que más potencian al brasileño.
La puesta en escena inicial del Barça, pues, dio para sentenciar con margen, pero cuando faltaba poco para llegar al descanso, con 0-2 y la sensación de aplastante control, el encuentro giró lo suficiente como para que el Sevilla ganara altura, encontrara un gol con el que aferrarse al partido y anunciara lo que sería una segunda mitad muy distinta a la primera. Tras el error de Claudio Bravo sonaron las doce, el Barça del primer tiempo pasó a ser el de la temporada y la carroza, calabaza. La contienda se igualó como de inicio cabía esperar, entre un Sevilla que tiene su plan y un Barça que tiene sus armas. Los de Emery, empujados por el Pizjuán, apretaron arriba, y a cambio de unos espacios que afortunadamente para ellos el rival no supo aprovechar, empezaron a castigar la transición defensiva de un Barça ya sin control. Con Messi totalmente fuera de la banda y Dani Alves rellenando el espacio que dejaba vacío el argentino, dos de las piezas que más habían pesado a favor durante el primer tiempo pasaron a hacerlo en contra.
El lateral brasileño ya no fijaba atrás porque tenía que rellenar el carril, desapareciendo así su extra en mediocampo tanto en ataque como en defensa. Vitolo y Tremoulinas, pues, empezaron a encontrar su espalda para estirar y hacer correr hacia atrás al Barça, tal como hacía Aleix Vidal en la otra orilla. Por su parte Busquets, en el ida y vuelta, era superado por quien buscara la mediapunta en contraposición al épico segundo tiempo de Krychowiak defendiendo la zona desde la que ahora partía Messi. Para colmo, con el 10 de enganche y Alves ocupando su sitio en banda, el salvavidas Gerard Piqué empezó a irse hacia la banda desnudando la zona de Bacca primero, y Reyes, M’Bia y Gameiro después. Echó mano del banquillo Luis Enrique para recuperar el control, dando entrada a Xavi y juntándolo a un Iniesta en posición de extremo como falso cuarto centrocampista, una variante poco utilizada por el técnico asturiano. La sustitución no resultó, Lucho tuvo que reandar sus pasos con Pedro donde Neymar y al Barça se le fueron dos puntos que a juzgar por el primer tiempo parecían muy suyos, pero que la gran segunda parte local y los errores de los tres héroes del clásico, terminaron por repartir.