
Quizá porque no fue en verano sino casi en Navidad, a las puertas de 2010 y con Robinho de protagonista, fue una de esas veces en que la piedra le ganó a la tijera. Lo del brasileño, entonces en el Manchester City, fueron más que rumores y su nombre sonó con insistencia para reforzar un ataque culé del que se había caído Henry y en el que Ibrahimovic seguía teniendo problemas. De hecho, además de sacarse de la chistera a Pedro, ese mismo mes de diciembre Pep empezó a utilizar el 1-4-2-3-1 para solucionar aquello, después de la visita a Riazor. Sumar un solucionador como Robinho a aquel contexto futbolístico problemático parecía tener todo el sentido del mundo, y sonaba tan estimulante como volvería a sonar al terminar la temporada. Su gen asociativo en el Barça de Xavi, lo que podría haber sido su sociedad en la izquierda con Andrés Iniesta, su inteligencia para compensar en el área una presumible falta de profundidad colectiva, su cambio de orientación para las carreras de Alves, su conexión entre líneas con Leo Messi… Pero aquel verano para Pep fue invierno, llegaron dos piezas mucho más concretas como Villa y Mascherano, y con ellos la segunda Champions del ciclo. El Guaje, a la postre quien ocupó la plaza a la que opositaba Robinho, era una solución tan simple como perfecta. Sumaba lo que faltaba.
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Hay quienes hemos visto en la llegada de Douglas Costa a Múnich la reedición de aquella disyuntiva, con la singularidad de que en este caso el ex del Shakhtar es al mismo tiempo la solución idealista y la pragmática. Puede ser ambas respuestas dependiendo de la pregunta que le lance Guardiola. Douglas está lejos de la sensibilidad con el juego de un hiperestésico como Robinho, pero sabe fundirse con él, tiene juego y visión de conjunto. Sin ir más lejos, desde la derecha su cambio de orientación es un recurso eficaz para habilitar a sus compañeros después de reunir junto a su figura a varios contrarios. Pero también tiene el regate. Ese que en las alas del Bayern ha definido muchas cosas del juego muniqués desde hace más de un lustro. El de Robben y Ribéry para superar rivales desde una posición abierta a banda. El francés, sin embargo, arrastra dos temporadas con muchos problemas de lesiones y las alternativas que Pep tuvo en plantilla no respondieron en su lugar. Resulta más que significativo, en este caso, que tanto la ida como la vuelta de la eliminatoria que le enfrentó al Barça en Champions, el Bayern las afrontara sin extremo izquierdo como tal.
//platform.twitter.com/widgets.js«Necesitábamos un jugador con calidad en el uno contra uno«. Así recibió Guardiola a Douglas Costa a la llegada del brasileño a Alemania, y las declaraciones del técnico bien pueden servir de pista sobre cuál será la pregunta que le formule el catalán a su nuevo pupilo en el Bayern 2015-16. Desde la zona del extremo, es un futbolista con desborde, determinación y mentalidad de estrella capaz de compensar a un equipo que en ocasiones ha acusado falta de punch para traspasar la frontal cuando la tiene ganada. Sin Robben, su principalísima fuente de peligro, en el Camp Nou no supo traducir posesión en peligro. No se trata de un goleador, pero sí de un futbolista profundo, que con balón o sin él sale al encuentro del área o la línea de fondo y al que, como ha hecho con Robben, si de aprovechar su uno contra uno se trata, Guardiola potenciará. Como recambio para el holandés o solución en la izquierda, el Bayern se ha hecho con un futbolista de dos caras, y su entrenador, por lo que dice, parece que ya ha elegido.
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