
Benítez le encargó un marcaje prácticamente al hombre que contaría con la compensación por delante del noruego Riise. Arbeloa podía perseguir a Leo despreocupado por si la zona quedaba desuda, pues sería responsabilidad de su compañero ocuparla. El marcaje fue estrecho, próximo, impidiendo en la medida de lo posible que el argentino se girara de cara a portería y con una premisa innegociable: cederle siempre a Messi la salida hacia su derecha. Jugando a pierna cambiada, la zurda era la salida natural y entonces casi única del argentino. El inicio del camino que Benítez pretendía vallar: «Rafa me insistía en que le tapase su salida natural por la izquierda, la que embocaba al centro. Si me cogía la derecha, mala suerte, pero por ahí se iba por banda. El peligro era que enfilase el área por el centro. Fue casi un marcaje al hombre«. «El principio es relativamente simple» explicó el entrenador: «Messi, jugando pegado a la derecha -siendo zurdo-, favorecía su diagonal fuera-dentro. Al jugar Arbeloa -diestro- en el lateral izquierdo, sería capaz de impedir sus peligrosos slaloms (…) Preparamos a nuestro nuevo e improvisado lateral izquierdo ampliamente días antes del partido (…) En el entrenamiento jugaba en la banda izquierda, contra un jugador zurdo, reproduciendo el trabajo que tendría que hacer en Barcelona«. Le salió bien la jugada, y a los suyos la medida les valió para superar la eliminatoria.
