
Un Jordi Alba diferente
Hace un par de semanas, el Barça ponía en práctica un plan en el Santiago Bernabéu que, tomado por la raíz, le abrió la puerta a la goleada. La actuación culé en el clásico, como sucede casi siempre, se construyó a partir de varias pequeñas historias, desde la primorosa de Iniesta a una más novedosa de Sergi Roberto, pasando por la jerárquica de Gerard Piqué y así tantas otras. Con menos lustre y trascendencia final, no obstante, hubo una especialmente meritoria, pues el hombre que la protagonizó probablemente era el que menos afinidad guardaba con la estrategia ideada por su equipo. Jordi Alba, ya lo conocemos, es un lateral de extraordinario nivel físico y técnico, de desarrollo nervioso y acelerado, alguna limitación en cuanto a la lectura y un encaje total y perfecto en el sistema que Luis Enrique ha construido a partir de su demoledor tridente de ataque: llega en carrera desde atrás a la profundidad que tanto agradece la diagonal de Messi hacia el lado débil del ataque, libera a Neymar de la banda para que pueda acudir donde más le gusta, contacta con el brasileño y Andrés Iniesta para dirigir el inicio de la jugada hacia el costado…
Se dice que su desarrollo ante el Real Madrid fue, quizás, el más meritorio de todos porque el planteamiento de Luis Enrique en el feudo blanco se edificó sobre dos ideas principales que poco tenían que ver, a priori, con las aptitudes más características de Jordi Alba. Por un lado, en ataque el Barça orquestaba una posesión paciente, prudente y, si se quiere, hasta conservadora en campo propio, y por el otro defendía con una contención y tranquilidad en la presión con las que primaba la defensa de la zona ocupada con tal de no abrir agujeros para los atacantes madridistas. Ninguna de las dos líneas maestras de la victoria azulgrana guardaban mucha relación con el ímpetu y apasionamiento que suele demostrar Jordi Alba, y pese a todo el catalán se sumó al plan como uno más. Pero el clásico siempre es un partido especial, con una lógica interna propia y un envoltorio particular, de modo que la actuación del lateral culé podría haberse quedado ahí. Sin embargo, el sábado en Mestalla, volvió a verse este Alba cambiado. El partido invitaba a que el Jordi que juega sin freno se volcara en acometer sobre la posición de Vezo, pues el Valencia tenía una clara vía de agua en esa zona. Sin embargo, de nuevo mostrando una versión más reflexiva que la que le conocemos, el lateral del Barça supo leer la situación y entender que lo más ventajoso era no aproximarse a Neymar para no acercar con él una ayuda al improvisado lateral valencianista. Se mantuvo alejado, permitió el aclarado, ocupó el espacio que más beneficiaba a su equipo en cada momento y tocó con serenidad. Más llamativa, incluso, fue la cuestión si el Barça perdía la pelota. Cuando se generaba la opción de la disputa, del salto al vacío a la presión, se observaba la lucha entre el Jordi Alba nuevo y al antiguo. Por un lado el impulso lo llamaba a primera línea de batalla, a dar el salto, a entrar en combate, pero de inmediato su nuevo yo reflexivo lo detenía y calmaba. Jordi Alba se mordía la lengua, frenaba la carrera y, de haber arrancado ya, la deshacía para recuperar su posición defensiva.
Tan evidente contraste entre los dos Jordis parece poner de relieve que la evolución no es del todo espontánea, sino que muy probablemente el cuerpo técnico esté trabajando en este camino. También habrá ayudado el tiempo que Leo Messi no ha podido participar con el equipo, pues su ausencia ha forzado a replantear la banda izquierda del Barça. Porque ya no era el derecho el perfil que más volumen de juego absorbía y por haber ejercido Neymar de jugador más importante hasta el retorno del 10, el escenario en el carril de Alba se vio alterado tanto a la hora de atacar como de defender. Habrá que estar atento a si la tendencia que se apunta termina convirtiéndose en realidad constante. A si la evolución que parece estar protagonizando Jordi Alba se confirma y el Barça ha encontrado en él a un lateral distinto. Uno con el mismo encaje perfecto en el sistema de juego, que crezca desde la diagonal de Messi, sepa entenderse con Iniesta y potencie tanto a Neymar, pero que, además, ya no tenga contraindicaciones que poner en uno de los platos de la balanza. Uno que solo sume. Un Jordi Alba diferente.