
Atasco posicional
Que una bola de billar salga disparada después de ser golpeada por otra, decía el filósofo David Hume, sólo explica que después del movimiento de la primera ha venido el movimiento de la segunda. Sin ver en ello aparente relación de causa. En ocasiones, que una cosa suceda tras otra no indica nada más que la sucesión de dos hechos. El F.C.Barcelona de Luis Enrique encadena tres partidos de Liga pinchando, y ampliada la muestra también a la Champions League son ya cuatro con evidentes problemas de juego. Aplicando la mirada de Hume sobre el desarrollo culé en esos encuentros, sin embargo, quizá todo lo que pueda decirse sobre ellos, en tanto que conjunto, es que llegaron seguidos, pues los problemas aparentemente no parecen haber saltado del uno al otro. Cada uno de los choques ha tenido los suyos. Cierto que la concatenación genera dinámica y la dinámica interviene en lo psicológico, o que el reto a superar en todos ellos tuvo puntos en común, pues tanto Villarreal como Madrid, Atlético y Real Sociedad presentaron bloques defensivos más o menos bajos, pero las causas de que el Barça fallara haciéndoles frente no se parecieron tanto.
Incluso la controvertida posición de Leo Messi, recurrente en ellos y de la que hablaremos pronto, repitiendo, tuvo causas y consecuencias en su mayor parte distintas. Así pues, si en el Madrigal el gran contratiempo culé fue no poder subir el último escalón para juntarse arriba, y contra los madrileños la discordancia entre un planteamiento relativamente conservador con la pelota y una aplicación demasiado precipitada, el sábado en Anoeta el problema del Barça fue su embarrancado ataque posicional. Sin Andrés Iniesta en mediocampo, desde los interiores tanto Arda como Rafinha pudieron contribuir más bien poco, lo que llevó a Messi y Neymar a jugar más retrasados que ambos en más de una, de dos y de diez ocasiones. De hecho, fue más o menos recurrente observar como de los tres futbolistas que componen cada uno de los carriles azulgranas, eran los delanteros los que se situaban por detrás de los otros dos, y verlos haciéndolo incluso al mismo tiempo. Neymar y Messi, por talento y desequilibrio, eran los más capaces de desatascar el ataque hasta que tras el descanso se produjo la entrada de Iniesta al campo. Tampoco estaba Luis Suárez, que además de su talla futbolística presenta la productiva singularidad de la movilidad constante, la exigencia para forzar el fallo en el adversario y una sensibilidad casi baloncestística para ganar cualquier rebote que, muy a menudo, ha permitido al Barça abrir la lata y poner al partido de cara.
No es la primera vez que en el ciclo de Luis Enrique en Barcelona se observa el mencionado atasco en el ataque posicional culé. A cambio de encontrar ventajas en otros aspectos del juego, el desembarco del asturiano en el banquillo barcelonista se caracterizó por una laxitud posicional que permitiera la expresión más libre de sus tres portentosos delanteros. Esto permitió ver un detallista entendimiento entre ellos a cambio de ciertas dificultades, por ejemplo, a la hora de sacar el balón desde atrás con la suficiencia de otras épocas o afrontar escenarios de ataque con el rival esperando en un repliegue pasivo. En estas, además del desbordante talento y desequilibrante contribución de su tridente, el curso pasado el equipo halló una serie de soluciones “fáciles” a partir de la posición en banda de sus extremos, desde la cual regateaban sin freno y seguían estrechamente conectados por el ajustado pase diagonal de Messi. Ese inicio escorado del argentino, además, acondicionó un acomodo para Dani Alves en perfecta consonancia con la realidad física del lateral, potenciando más su relación con el cuero en zonas interiores que pidiéndole un fútbol de carril con el que su posición quedaba más expuesta convirtiéndose en presa fácil para su par, tal como sucedió el sábado en su duelo con Oyarzabal durante los primeros compases del encuentro.
Igual que Dani, la práctica totalidad de las piezas azulgranas encontraron su encaje a partir de la demarcación de Messi. No por nada Leo es la pieza madre. Desde el inicio de curso, sin embargo, una buena noticia alteró la forma y el reparto. Iniesta estaba mejor -mucho mejor- y con él lo estuvo el equipo. En el perfil izquierdo emergía un foco que antes el equipo no tenía, y a su alrededor pasaron cosas. Por ejemplo, que Busquets hipertrofió su rendimiento y su contribución, o que Neymar y Alba, cerca del calor que emanaba de Iniesta, crecieron con balón a cambio de menguar ruptura. Hasta cuatro talentos han resultado potenciados por el nuevo escenario, e individualmente, sin excepción, en algún momento del curso han dado un paso al frente. Sin embargo, el calor del perfil izquierdo, la falta de receptores para su envío cruzado -¿el izquierdo sigue siendo el lado débil?– y el cambio de papel de alguno de sus compañeros han provocado que durante toda la temporada Messi haya tendido más al carril central que en el último tramo de la pasada. Permaneciendo en banda los equilibrios del colectivo ya no son los mismos y es desde el acercamiento que su relación con el resto de talentos se desarrolla más estrecha.
En ello se ha apoyado el Barça para firmar sus mejores actuaciones del año sin que, en este caso, haber perdido el hilo le pesara en contra. Sin puertas en la jaula. Sucede que en Anoeta, sin Iniesta ni Luis Suárez, con un Neymar poco atinado y sin que Arda, Rafinha o Munir pudieran contribuir demasiado, la libre expresión del talento no fue capaz de doblegar al parapeto levantado por Eusebio, y en su lugar no compareció la solución “fácil”. El Barça la aparcó porque ha cambiado, y siendo así, quizá cuando se apague la luz de nuevo y el talento puro no se encuentre, Luis Enrique deba encontrar una nueva conexión. Un nuevo esqueleto como el que dio forma al tricampeón, una solución “fácil” adaptada a la nueva realidad. Una que no aproveche lo mejor de este Iniesta ya no debería valerle.
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– Foto: David Ramos/Getty Images
vi23 11 abril, 2016
La verdad es que el cambio de nivel de Andrés respecto al año del Tata o la primera mitad del curso pasado es espectacular. Se me escapan por completo las razones
Aveblaugrana 11 abril, 2016
¿Es la no penetracion por el ala derecha del ataque el factor que hace sumamente mas defensible a este Barca? Si es el caso, ¿el 4-2-3-1 (con Messi detras de Suarez, a su izquierda Neymar, a su derecha Vidal y en el teorico doble 5 Iniesta-Busquets) surge como solucion tactica a esta tendencia del 10? se liberaria a Vidal de retroceder demasiado, primando su capacidad de desborde (movimiento emulacion de Alba que ensancharia el campo a traves de laterales) y un Alves de vuelta a su funcion de centrocampista de apoyo, consecuentemente rodeando a Messi en un hexagono inmediato de combinaciones
Gordillo 11 abril, 2016
@avebraugrana
A mi me gusta pero se presentaría la salida en la presión alta y me causa alguna duda inesta de doble 5 pero podría ser y mirarse si no estuviéramos a estas alturas de campeonato, pero me pareceinteresante la propuesta
Aveblaugrana 13 abril, 2016
Claro, pero en situaciones de presion alta se podria contar en la base con ambos Busquets e Iniesta como opcion de pase, que siempre que no esten en paralelo (Busquet entre centrales e Iniesta un escalon mas arriba) mas bien podria habilitar conexiones muy fructiferas ¿cierto?