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Golpe sin respuesta

Golpe sin respuesta

Barcelona's defender Gerard Pique kneels with his face in his hands during the Spanish league football match FC Barcelona vs Valencia CF at the Camp Nou stadium in Barcelona on April 17, 2016. / AFP / JOSEP LAGO (Photo credit should read JOSEP LAGO/AFP/Getty Images)

Foto: Josep Lago/AFP/Getty Images

¡Estamos bien! El Valencia acababa de adelantarse en el marcador merced a un balón rebotado en Rakitic, y con el Barça en desventaja la cámara buscó a Piqué. Quizá como gamberrada o quizá porque sabía que, en estas, es a Gerard a quien se busca. El central para empezar se habló a sí mismo. Como en las medidas de seguridad de los aviones, que te invitan a colocarte tú primero la máscara de oxígeno para, una vez seguro, poder ayudar mejor a los demás. ¡Estamos bien! Después se encomendó al público, necesitaba atmósfera y aliento extra, aquel que no hace tanto ya hizo creer al equipo cuando un duro revés parecía haberlo noqueado sobre la lona. Acto seguido se dirigió a sus compañeros. Los buscó uno por uno. Si una mirada amiga se cruzaba con la suya la capturaba, y si no, la invocaba a voz en grito. ¡Estamos bien! insistió varias veces, silenciando en voz alta cualquier mensaje distinto. Tenía razón. En lo que dijo y en decirlo, porque tan cierto era que el Barça estaba ofreciendo unas constantes sensiblemente diferentes a las de las últimas semanas, como que todo lo que de ellas se arrastraba iba a regresar de golpe y despiadado a partir de aquel desafortunado gol en contra.

Hasta entonces, el inicio de partido del cuadro catalán se había distinguido por la recuperación de los espacios y la verticalidad, dos señas normalmente presentes en el proyecto Luis Enrique que, por unas razones u otras recientemente no habían comparecido con la misma intensidad. Iniesta y Rakitic, situados arriba y a la espalda del mediocampo valencianista, dejaban de ser primer escalón para, en su lugar, ceder esa función a los centrales y Busquets, y abrir ellos línea de pase hacia adelante. De su mano y la de unos laterales con rienda suelta ganaba metros el Barça con fluidez, superaba la primera barrera y se acercaba a la MSN. Si era preciso, ambos interiores no se detenían ahí. Involucrados ya Neymar y Messi sin que tuvieran que hacerlo tan atrás como en los últimos precedentes, intercambiaban posiciones con ellos con soltura, manteniendo las alturas, la ocupación de los espacios y la posibilidad de seguir avanzando en dirección al arco de Diego Alves. El balón llegaba, en posición de delantero, a los pies de Leo y Ney, y cuando lo hacía a los del argentino, además, se activaba como hace tiempo que no sucedía la ruptura en el carril izquierdo. Neymar y Jordi Alba, más profundos de lo que de un tiempo a esta parte es costumbre, permitían el cambio de orientación, amenazaban la espalda de la defensa y giraban hacia su portero al conjunto ché.

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No era un desbordante torrente de fútbol e inspiración, pero el cuadro de Luis Enrique, en ataque, habiendo encontrado los espacios de los que no venía gozando, fluía con desenvoltura llegando a disponer de hasta nueve ocasiones de gol más o menos claras en los primeros veinte minutos de encuentro. Cada oportunidad marrada, se percibía, acercaba un poco más al equipo a la ansiedad, y cada milagrosa intervención del portero rival evocaba con más viveza los ecos de antiguos fantasmas. Pero fue una contra, producto de la inicial ausencia de miedo al pasado, con el equipo mirando hacia adelante sin temor a la respuesta, con ambos laterales llegando hasta muy arriba y sin tomarse en la zona ancha una pausa de más, la que golpeó como un mazo de feria antigua con tal estruendo que ensordeció los intentos de Gerard Piqué por mantener intacto el ánimo de sus compañeros. El primer golpe fue de KO, y es que aun siendo el primer derechazo directo que lanzaba el Valencia, llovía sobre mojado en la castigada mandíbula culé. Contaba el árbitro, Piqué le gritaba a la mirada perdida del púgil abatido y aunque éste se incorporó, ya era más por carácter de campeón que por convicción en el combate.

A partir de entonces e intensificado con el segundo revés, el Barça positivo de los primeros minutos se diluyó y pasó a atacar con precipitación y a defender con nervio. Los interiores perdieron altura, el equipo paciencia y casi todos lectura. Quedaron en pie Piqué y Mascherano, más expuestos todavía, con capa de superhéroe y armadura de guerrero, empujando hacia arriba y sobreviviendo atrás. Y un Leo Messi que, rotas las alturas y con el Valencia defendiéndose en el área, tuvo que volver a ayudar desde atrás convirtiéndose en la respuesta individual a un ataque posicional, en lo colectivo, de nuevo encasquillado.

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Comments:1
  • vi23 18 abril, 2016

    Buena lectura. Está claro que lo mental juega un papel decisivo. Sería muy importante meter la primera en Riazor, ganar ese partido, recibir al Sporting más tranquilos y que pase el tiempo (y con algo de suerte que haya algún pinchazo de los rivales)

    Lo fundamental, revertir la tendencia

    Qué grande es el futbol! De record imbatido a cuasi-record batido

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