
Valientes y contentos
El Espanyol salió a enfrentar al Barça que siete días antes había tenido miedo en Sevilla. Aquel al que un contraataque del Betis arrojó sal sobre las heridas recientes y que tras revivir el dolor hizo de todo para no volver a causárselo. Un Barça que, temeroso, priorizó no perder el balón sobre cualquier otra cuestión, ralentizando el ritmo en pos de no exponerse más de la cuneta, y que cuando lo soltaba lo hacía en dirección al compañero más cercano, para que la distancia que recorriera el esférico desprotegido fuera la menor posible. Un Barça al que, por ello, le costaba mucho superar a un contrario o a una línea rival desde la circulación. Contra ese Barça asustadizo esperaba enfrentarse el Espanyol, pero el de Luis Enrique es un conjunto que ha aprovechado la semana para perder miedos, ganar en confianza y en valentía. El que saltó al Camp Nou no fue el Barça de Sevilla, sino uno que no usó a la pelota para que no lo agredieran sino para agredir él.
Desde el primer envío. La intención culé quedó personificada desde bien temprano en la figura de sus zagueros, pues Dani Alves, Piqué, Mascherano y Jordi Alba, los cuatro, mostraron una agresividad con la pelota que terminó contagiando al equipo y al encuentro. Con el balón en su poder, su ejercicio no se basaba en un tocar sin consecuencias, entregando el balón al futbolista que tenían al lado para que este alargara de la misma forma la secuencia. Su propósito fue más atrevido, haciendo llegar el cuero a compañeros más alejados de su posición. No era a esos a los que controlaba el Espanyol. Previendo seguramente que los azulgranas en ataque querrían subir la escalera utilizando todos los peldaños, Galca enfocó la atención de su equipo a la defensa del siguiente escalón. Así, cuando el esférico descansaba en los pies de algún defensor culé, el mediocampo periquito se adelantaba para situarse muy cerca del del Barça. Diop sobre Rakitic, Cañas sobre Iniesta y un Víctor Sánchez muy adelantado sobre su ex-compañero Sergio Busquets.

Resumen de los pases de Alves, Piqué, Mascherano y Alba durante el primer tiempo.
Sucedió que, como en esta ocasión los locales sí miraban más allá, los primeros envíos superaron a la línea de medios blanquiazul con suma facilidad, haciendo llegar el balón a su espalda hacia una zona en la que encontrar los apoyos de Messi, Luis Suárez y Neymar llegando desde sus respectivos puestos de ataque. Éstos, por mucho que su par los persiguiese, podían recibir en un “entre líneas” agrandado, y desde ahí forzar la falta peligrosa en la frontal -hubo hasta cuatro antes del descanso- o encender la jugada de ataque desde el regate contra un armazón rival ya superado por el pase previo.
La ventaja barcelonista sobre el planteamiento del Espanyol tuvo también su parte de consecuencia defensiva. La pérdida de balón de los locales normalmente se producía con ambos equipos corriendo hacia la portería de Pau López, es decir, con un contexto que favorecía que los futbolistas del Barça dieran continuidad a la jugada presionando el intento de salida del adversario, y un Espanyol que había perdido sus referencias posicionales y cuyos receptores de los primeros pases debían darse la vuelta cada vez para orientarse en la dirección que se pretendía desarrollar su ataque. Como además Alves, Alba y los centrales ganaban sus respectivos duelos contra Marco Asensio, Caicedo y Hernán Pérez, los de Galca no tenían la posibilidad de una salida que forzara al cuadro local a cambiar las coordenadas de su juego.
Bien porque las encontraran, bien porque el Barça se las concedió, lo cierto es que de cara al segundo tiempo el encuentro sí deparó más fases del mismo en las que los visitantes ocupaba posiciones en campo rival. En estas, la mejoría nerviosa evidenciada por el Barça con balón durante el primer tiempo se trasladó al ejercicio de contención, y si en anteriores fechas la transición defensiva azulgrana pecó de la misma precipitación que la ofensiva, esta vez tanto la ocupación zonal como el reparto entre la intención de robo y la protección del espacio sí estuvieron equilibrados. Así, sin que el Barça abriera puertas, el Espanyol echó de menos soluciones para hacerlo, cayendo en errores propios y favoreciendo los aciertos ajenos de tal forma que dio pie a unas salidas de la MSN, con espacios, que terminaron por cerrar el choque. El Barça, que en esta ocasión no sufrió, terminó el encuentro con una alegría que agradecerá en la preparación de la última y decisiva jornada de Liga en Granada.
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– Foto: Josep Lago/AFP/Getty Images