
Un Barça albiceleste
Aunque André Gomes, Rakitic, Rafinha o Denis Suárez puedan jugar donde Iniesta, Luis Enrique no tiene a nadie que pueda reemplazar a Andrés. De modo que con nadie es que lo sustituyó el sábado ante el Granada. Ante los nazaríes el técnico barcelonista no dio a los interiores finalmente escogidos -Denis y Rafinha- funciones siquiera parecidas a las que viene desempeñando el capitán. Debió pensar que antes que presentar traducciones incompletas del de Fuentealbilla, mejor fueran ambos la versión completa de ellos mismos. Ninguno de los dos, pues, tendió demasiado a la base de la jugada ni a mandar por detrás de la línea del balón, sino que tanto el uno como el otro estuvieron más relacionados con lo que suele ocurrir por delante del mediocampo. Rafinha escalando alturas por dentro, tomando por momentos apariencia de mediapunta o segundo delantero, y Denis Suárez completamente enfocado a equilibrar posicionalmente cada uno de los movimientos sobre el campo del Leo Messi más centrocampista.
Éste último, sin embargo, es un rol peliagudo. Compensar espacialmente al argentino significa, muchas veces, alejarse de él, y como alejarse de Messi es siempre alejarse del juego, hacerlo si se ocupa plaza de centrocampista entraña ese riesgo de apenas constar en zona de medios que tan bien ha logrado equilibrar Ivan Rakitic a fuerza de partidos junto al 10. Así las cosas, con los interiores encaramados a la delantera, uno por el centro y el otro por fuera, el centrocampista del equipo, el vertebrador, el recambio de Iniesta si es que hablamos del manchego en estos términos, fue Messi. Un Messi que con su bota izquierda se encargó de mandar aviones de papel a Neymar y Luis Suárez que sus compinches de fechorías esta vez no supieron recoger. Un Messi muy solo aun cuando el partido, prácticamente entero, se contenía en la mitad que custodiaban diez -cuando no las once- piezas del Granada.
Los de Lucas Alcaraz, sin presión sobre el pase que les brindara una recuperación esperanzadora, girado por los envíos a su considerablemente adelantada línea defensiva y con un delantero centro tan poco indicado para jugar a muchos metros de la portería rival como es el robusto Kravets, apenas encontraron oportunidades para sacudirse el dominio local en algún -contado- desajuste de Mascherano ante el interesante Andreas Pereira. El argentino y Umtiti, por lo demás, hicieron el resto. Y eso que la transición defensiva culé, hasta llegar a la altura de los centrales, no resultó especialmente efectiva, pues con tanto futbolista por delante de la pelota y tan poco en mediocampo, también a la hora de recuperarla era complicado encontrar a muchos azulgranas cercanos al balón. Incluso Ivan Rakitic, en esta ocasión mediocentro en ausencia de Sergio Busquets, fue extirpado del mediocampo, en ambos tiempos, para situarse en la paralela de Mascherano y Umtiti. Esta vez, la medida, más que relacionada con una supuesta superioridad numérica en el primer escalón que ante un único atacante contrario ya venía dada de partida, tuvo que ver con la búsqueda de espacios.
Como la medular apenas musculaba y menos todavía su parte central, el pivote, en posición de pivote, tenía poco que decirle al juego -o pocos a quien contarle lo que quisiese decir-, de modo que Luis Enrique habilitó para él una zona más retrasada, primero entre centrales y ya en la segunda mitad a la izquierda de Umtiti. Un lugar donde poder intervenir y, en este caso, perseverar como Mascherano desde el perfil contrario en un cambio de orientación que diera con los laterales o los extremos cerca del área. Alejados los tres centrocampistas del mediocampo, decíamos, fue Messi el encargado de gestionar la zona ancha, y si no lo hizo en soledad, al estilo de las peores experiencias con su selección, fue por la contribución de Sergi Roberto. No es que el canterano, desde el lateral, reprodujese posicionalmente un comportamiento tan extremadamente interior como el de su predecesor en el puesto, pero sí que tanto por el contexto táctico que le rodeaba como por, en definitiva, ser el culé más cercano sobre el campo a Leo Messi, ejerció como su principal réplica. Si Messi fue Iniesta, Sergi Roberto fue Busquets, aunque ni en un caso ni en el otro lo fueran por demarcación, dando forma, en consecuencia, a un mediocampo estrecho y situado, normalmente, a la derecha del círculo central.
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– Foto: Alex Caparros/Getty Images