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El 3-4-3 de Luis Enrique

Barcelona's coach Luis Enrique looks on during the Spanish league football match Club Atletico de Madrid vs FC Barcelona at the Vicente Calderon stadium in Madrid on February 26, 2017. / AFP / CURTO DE LA TORRE (Photo credit should read CURTO DE LA TORRE/AFP/Getty Images)

El 3-4-3 de Luis Enrique

Tradicionalmente, para el Barça de Luis Enrique cambiar su esquema de juego de manera puntual, de cara a un único partido, ha tenido dos efectos, uno positivo y otro negativo. El positivo casi siempre tiene que ver con el resultado a nivel táctico y posicional que la nueva disposición buscaba. Con la situación particular sobre la que quería incidir o la ventaja concreta que pretendía obtener. El diagnóstico suele ser certero y, como tal, le reporta al equipo una serie de beneficios. La parte negativa, sin embargo, es que la agitación de las piezas en un conjunto de construcción táctica ya de por sí frágil, suele conllevar también cierto debilitamiento en los habituales mecanismos de juego. A cuenta de una estrategia que actúa sobre nuevos puntos de interés, la generalidad del equipo se muestra más desdibujada de lo que es costumbre. No obstante, el Barça de las últimas semanas tiene un problema con su plan principal, el cual viene mostrándose igualmente indefinido y, a nivel de juego y discurso, poco eficaz, de modo que arriesgarlo resulta actualmente un precio más fácil de pagar que meses atrás. Hay lo mismo que ganar pero menos que perder.

Contra el Atlético de Madrid que tantas dificultades le había causado en sus últimos enfrentamientos a partir de una presión adelantada que la problemática salida de balón culé no era capaz de sortear tiñendo de discontinuidad y atropello todas sus fases con balón, el técnico barcelonista decidió intervenir modificando la habitual organización de sus piezas sobre el campo, y abrazar para ello un sistema mutante que modificaría su apariencia según la fase del juego. Para contener en su propia mitad mantendría el 1-4-4-2 que ha ido consolidando las últimas semanas sumándole recorrido defensivo a Neymar en la izquierda y centrando el desahogo sin balón de Messi, transitaría con su conocido 1-4-3-3 pero, como novedad, tanto para dar inicio al juego en campo propio como para desarrollar su ataque posicional más allá de la divisoria, el Barça tomaría forma de 1-3-4-3. Piqué, Umtiti y Mathieu serían la base de tres centrales que, con ex del Lyon en el centro, ganaría un hombre con respecto a la presión que pudieran ejercer sobre ellos el tándem Griezmann-Gameiro, Sergi Roberto ocuparía el interior, Rafinha la banda derecha y Messi un espacio en la mediapunta.

*Muévete sobre la imagen con el deslizador

La medida ni logró que el juego encontrara al argentino con mayor continuidad o en mejor situación de lo que viene haciéndolo, ni dio con una circulación de balón más ágil y productiva a la hora de construir rutas de ataque, pero sí edificó una serie de escapatorias para que los primeros pases respiraran. Principalmente hacia las alas, por cómo el movimiento interior de Sergi Roberto y la presencia de Iniesta limpiaban hacia el centro a Yannick Carrasco y Saúl  Ñíguez respectivamente, encontraban los centrales una opción de pase habilitada que acercaba el esférico a la delantera y esquivaba el sufrimiento futbolístico y emocional que viene generándole su infructífera salida. A cambio, el constante pendular de algunas de las piezas que debían modificar su posición durante el vaivén del juego, así como el hecho de que abierto a la derecha Piqué disminuyera su influencia central desde la que refuerza toda la transición defensiva culé, ofreció al Atlético de Madrid unas posibilidades cuando recuperaba el cuero que los de Simeone, principalmente, orientaron hacia el fecundo sector derecho de la defensa barcelonista por medio de Carrasco, Filipe Luis, Keko y Antoine Griezmann.

Fue esta una batalla que los colchoneros ganaron, pero que no pudieron traducir en botín a causa de una nueva actuación salvadora de Ter Stegen y del refuerzo en el área proporcionado por los tres centrales. Más decisiva resultó, a la postre, la facilidad culé para dar con Neymar. El brasileño seguramente atraviesa por su mejor momento de forma y juego desde que está en Barcelona y, seguro, por el de más trascendencia, de modo que, más acusadamente tras la reanudación, convirtió su perseverancia por banda izquierda en una fuente boyante de acciones más o menos próximas al área de Oblak. Dentro del desacierto general, la versión reboteadora de Luis Suárez, el sacrificado derroche de Rafinha y la superior autoridad atrás de los tres centrales culés en comparación con la de los dos atléticos, mantuvieron el partido en un plano susceptible de ser resuelto por Leo Messi. Así lo hizo el argentino, en una tarde de fútbol donde no encontró demasiado juego, para mantener abierto el pulso por La Liga.

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– Foto: Curto de la Torre/AFP/Getty Images

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