
Defensa de ataque
“Siempre, en cualquier falta, tuve la sensación de poder marcar un gol”. Ronald Koeman
Ronald Koeman fue el primer cuatro de Johan Cruyff cuando el entonces inexperto entrenador holandés tomó las riendas del Ajax. Un cuatro concebido todavía como un defensor, pero con la particularidad de que mientras a la hora contener formaría como central en una línea de cuatro, cuando su equipo atacara se situaría por delante de un cierre compuesto únicamente por tres hombres. Fue lo que, en un primer momento, El Flaco describiría como un líbero adelantado o un defensa de ataque, una pieza maestra probablemente muy emparentada con la que representó Franz Beckenbauer en la época que lo enfrentó al propio Johan Cruyff, y que como aquella tenía como encargos fundamentales dar salida al juego y sumar a un efectivo más en mediocampo a la hora de hacer circular el balón. Como además Ronald estaba bendecido por un disparo atronador y mucho ímpetu en la llegada, “su cuatro” fue uno especialmente liberado para las incursiones, con correa para pisar la frontal del área con cierta asiduidad amenazando a la portería rival, y Frank Rijkaard, originalmente empleado por delante entre Ronald y Van Basten, responsabilizado de guardarle las espaldas al rubio destructor. Aunque su primer encuentro durara tan sólo una única temporada, desde la lejanía Koeman representó el retrato robot de lo que Cruyff había imaginado para el ocupante de un puesto tan relevante, una función particular para la cual el zaguero elegido debía reunir unas características ofensivas poco usuales, y menos en ese tiempo, para el resto del gremio.
Tanto que tras su aterrizaje en Barcelona, donde Cruyff terminó por encontrar aquello que Ronald le había dado a la posición, fue en sus centrocampistas. Inicialmente, de forma esbozada, en Robert Fernández, y de una manera más sostenida en Luis Milla. Al canterano lo descubrió en Papendal, durante su primera pretemporada al timón de la nave culé, en las que representaron las primeras semanas de construcción del revolucionario camino de Johan en el Barça. Un comienzo marcado por la extrañeza y la adaptación a una idea nueva por parte de una plantilla que hasta entonces había visto y entendido el fútbol de una forma muy distinta. Así pues, el proceso se compartimentó en diferentes fases, siendo la inicial la más básica. Una a partir de la cual los jugadores debían incorporar una serie de rutinas sobre el campo que ejecutarían de forma estrícta y automatizada. Aquel era, aún, un idioma con el que, por nuevo, todavía no podían pensar, de modo que Cruyff pensaría en su lugar y ellos repetirían lo que hubiese concluído el técnico. Terminada la primera temporada e inoculada en el grupo su filosofía de juego, el siguiente sería un verano para seguir dando forma al plan sumando a las piezas más talentosas. Las que, verdaderamente, imprimieran un sello distintivo a la base que se había formado. En aquella época, el encargo de llevar un paso más allá los medios colectivos del equipo solía corresponder a los jugadores extranjeros, joyas codiciadas de las que sólo podía haber tres por plantilla, motivo por el cual normalmente se trataba de apuestas con las que incorporar tanto una calidad superior como unas posibilidades excepcionales.
“Este año hemos hecho una plataforma desde la que empezar, y a partir de ahí queremos seguir yendo hacia adelante. No podemos parar aquí“. Los hombres encargados de marcar la diferencia. Por eso, en aquel verano de 1989 costó entender que con Aloisio ya en plantilla una segunda plaza de extranjero recayera en un defensa, y que además éste fuera tan caro como Koeman. Acreditado competidor, campeón de la Copa de Europa con el PSV Eindhoven y de la de Eurocopa con la selección orange, el holandés, sin embargo, finalmente no sólo respondería al desembolso sino que, no sin unos inicios complicados, terminó por convertirse en la pieza clave del Dream Team. En su seña de identidad y su marca de diferencia. En su personalidad y abanderado. Un equipo concebido exclusivamente para atacar y para hacerlo todo el tiempo, tuvo en el último hombre a su futbolista más relevante.
“Cuando Koeman jugaba bien, el Barça jugaba bien. Cuando él no jugaba bien, igual ganábamos, pero no jugábamos bien. Para mí era el jugador más decisivo del Dream Team”. José Mari Bakero
Pero no fue fácil, ni tampoco automático. Koeman llegó al Barça con la misión de volver a jugar de cuatro a las órdenes de Cruyff. Meses antes había sido el objeto de deseo del técnico como primera piedra de su proyecto, y la irrupción de Milla no había hecho cambiar de parecer al holandés. El canterano podría jugar en mediocampo, algo más arriba, dejando libre la posición de líbero adelantado en el esquema de Johan a quien originariamente le perteneció. No obstante, tras un incómodo periodo de aclimatación en el que El Flaco introdujo a Ronald en el equipo a partir del puesto de interior, su progresivo regreso al rol de defensa de ataque descubrió dificultades en el encaje que en Holanda no se habían visto. Las defensas de la Liga tenían una agresividad que las de la Eredivisie no habían mostrado, y el giro de Koeman era demasiado lento como para maniobrar sin espacios. Su cuerpo y su fútbol necesitaban metros, y si primero con el Ajax Cruyff se los encontró liberando la llegada al área, en esta ocasión se los habilitó retrasando su posición en lo que fue una decisión clave y definitoria en la evolución táctica del equipo. “Cruyff empezó la pretemporada alineándome en mi lugar de siempre, pero pronto se dio cuenta de que en España, en mi lugar habitual por delante de la defensa y por detrás del centro del campo, voy a tener siempre a un hombre encima actuando como secante, y por eso trató de idear para mí una nueva demarcación“.
El líbero ya no lo sería adelantado, y el cuatro pasaría a ser, de todas todas, un centrocampista. Koeman, provisto de un desplazamiento en largo sin igual, preciso y tenso como la cuerda de un violín, jugaría, así, donde las defensas no llegaban debido a la realidad física de los futbolistas de la época y a las especificidades de un reglamento que, por ejemplo, permitía que el portero pudiera recoger con la mano un pase hacia atrás del compañero.
Ronald, que como cuatro había tenido el encargo de conectarlo todo desde el círculo central, gracias a su pase de larga distancia mantendría el mismo efecto pero desde una zona donde el contrario no podía llegar a taparlo. Cruyff le había estirado al rival la zona que defender, y la bota derecha de Koeman la haría interminable. No había rincón del campo al que no pudiera hacer llegar el balón, y además con una potencia y tensión que hacía muy difícil un reequilibrio a tiempo. En sus pies, la salida de balón sería limpia y evitaría el pernicioso pecado que suponían las pérdidas de balón en salida. “Si no pierdes el balón en fase de construcción, es muy difícil que te contraataquen“, decía El Flaco, y es que su ideal de defensa pasaba siempre por la necesidad de generar contextos favorables para la recuperación a partir del cuero. El balón debía perderse tan arriba como fuera posible, y con tantas dificultades como se fuera capaz de plantearle al rival en su intento de respuesta. Koeman, que era duro pero muy lento, y con una cintura que Luis Aragonés llegaría a comparar con una rueda de tractor, no sería el encargado de proteger la enorme cantidad de terreno que la apuesta cruyffista dibujaría en defensa, sino la primera piedra para que el rival no pudiera alcanzarla. Defendía atacando.
“Yo no me conformo con pasar la pelota. Quiero crear”. Ronald Koeman
Poseía una capacidad técnica inaudita para un defensor, algo que Cruyff posteriormente buscaría con ahínco retrasando la posición de hombres ofensivos con tal de sumar claridad al inicio desde atrás, y un pase largo que cruzaba el corazón del Dream Team como soporte donde descansaba el resto. No había punto ciego. Estando el balón en propio campo del Barça, el adversario podía sentir su espalda amenazada ante cualquier desmarque de ruptura por parte de un delantero, y si en cambio la referencia ofensiva culé era falsa y ello implicaba un movimiento de apoyo hacia la medular que pudiera arrastrar la marca de un central, Koeman podía habilitar fácilmente sendos escenarios de uno contra uno en banda entre los extremos azulgranas y los laterales rivales. De Ronald hacia adelante, no había espacio que para el rival no fuera comprometido, y como en el libreto de Cruyff los extremos debían mantenerse abiertos aún a coste de intervenir poco en el juego, la amenazara para el adversario era amplísima. Había dos equipos en uno: el primero se construía a lo largo de tres largas líneas rectas que conectaban al último futbolista de campo con los tres delanteros estirando a la defensa contraria, y el segundo transcurría en corto por el espacio central habilitado. Si el rival se cerraba, el balón llegaba fuera, y si por el contrario se abría, el esférico volaba por dentro. El mediocampo juntaba y Koeman separaba.
A través de Koeman, el Dream Team de Cruyff adquiría una verticalidad ofensiva que marcaría su personalidad futbolística en lo que se refiere a la incansable búsqueda de la portería contraria. En cuanto a los caminos emprendidos para alcanzarla, Koeman, primer creador, resultaba también una pieza capital en la ejecución del tercer hombre, maniobra en la que a partir de encontrar con el pase a un alejado, éste pudiera habilitar a un compañero de cara. Se trataba de un mecanismo vital para la circulación, el ritmo del ataque y la creación de ocasiones ante rivales parapetados en su propia frontal. Un pase vertical de Koeman o Guardiola descargado por Bakero o el delantero centro hacia un hombre de banda o hacia uno de los centrocampistas. Una solución ofensiva convertida, al mismo tiempo, en argumento defensivo, pues empujaba para atrás al rival, con frecuencia lo obligaba a girarse hacia su portero y, normalmente, le dibujaba un escenario posterior con muchos futbolistas del Barça entre la posible pérdida de balón y Zubizarreta. Atacar a Koeman era un escenario optimista que, sin embargo, prácticamente nunca se daba. “Si tu tienes el balón, el otro no lo tiene. Esto quiere decir que si quieres ir al ataque, tú tienes que dominar el juego, y sólo puedes dominar el juego si tienes el balón“. Un líbero asistente, el defensa más goleador de la historia. Una foto clavada en el salón del fútbol. El héroe de Wembley. El futbolista más importante de un equipo de ensueño.
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