
La Final de un sabio
El Barça 2017-18 se ha configurado, desde su raíz, a partir de la asunción de sus propios límites. Inaugurado el curso con la pérdida de uno de los principales activos de la plantilla, sin relevos para quienes lo habían sido anteriormente y con la reclamación por parte de varios pesos pesados del vestuario a propósito de la necesidad de incorporaciones que elevaran el nivel del equipo, agosto puso los cimientos del edificio que se construiría después. El Barça de Valverde, así pues, ha conjugado dos vectores principales, por un lado la ambición por una estructura táctica que protegiera a los hombres que la compusieran y los expusiera lo menos posible, y por el otro una serie de ajustes orientados a definir escenarios concretos capaces de exprimir las virtudes de las piezas de más calidad de la plantilla. Una mezcla entre esconder lo que no se tiene y poner en primera línea las armas más peligrosas del arsenal. Leo Messi, Busquets, Rakitic, Umtiti, Jordi Alba… son varios los futbolistas que han recibido de la pizarra una ventaja previa para desplegarse sobre el campo con viento a favor. También Andrés Iniesta, una de las piezas que más ha tenido que mimar el Txingurri. En su apuesta por recuperar para el centro del campo parte del peso entregado durante los últimos años, y por dar forma detrás de Messi a un tejido de pases capaz de alimentar al diez cerca de la frontal, dada la escasez de perfiles asociativos en la medular barcelonista, Andrés era una pieza ineludible para el técnico.
A propósito del capitán, la decisión de índole posicional más importante que ha tomado el entrenador ha sido la de reducirle la cantidad de metros a abarcar. Así, después de que tras el adiós de Xavi Hernández se reciclara a Iniesta funciones más relacionadas con la base de la jugada, siendo el manchego el interior más cercano a Sergio Busquets, el replanteamiento posicional orquestado por Ernesto ha devuelto al jugador a un espacio algo más adelantado. Establecido Messi en el centro, dando entrada a un delantero de banda derecha y anclando con ello los movimientos de Rakitic en el mediocampo, el Txingurri ha invertido la altura de sus interiores y cambiado sus relaciones más cercanas. Si en el ciclo anterior Ivan fue el contrapeso posicional de Messi, e Iniesta el apoyo de Busquets, hoy es el croata quien habita próximo al mediocentro mientras Andrés recorre la zona de tres cuartos. Por momentos, pues, la medular culé se dibuja como un cuadrado en el que Rakitic y Sergio marcan la base y Messi e Iniesta su lado superior. Esto ha permitido al de Fuentealbilla esquivar durante muchos tramos una de la dificultades a las que condena la veteranía, la falta de ritmo, descargándolo de la responsabilidad de ser él quien lleve al equipo desde atrás hacia adelante con el balón en los pies y disponiéndolo en el pico del área para recibirlo ya cercano a la zona donde desencadenar o aclarar la acción de peligro.
Obteniendo el balón gracias a un pase vertical de Busquets o Umtiti, o, lo más favorecedor, después de una dejada hacia atrás de Jordi Alba, el mejor Iniesta del curso, más que un guía, ha sido un antepenúltimo paso. Ascendiendo desde el interior izquierdo hasta la mediapunta, y con el carril zurdo libre para trazar el movimiento de apertura, la pizarra le hizo la misma promesa que a Messi: llevarle el balón arriba. No obstante, como a Leo, las dificultades de las últimas semanas, consecuencia de unas presiones contrarias sin peajes a la espalda, han requerido de sus soluciones varios metros por detrás. Escenarios en los que su lectura, técnica y mágica habilidad para proteger la pelota suman, pero en los que sus piernas no siempre pueden convertir sus deseos en realidades, tanto en lo que respecta a sacar de atrás a su equipo como a la hora de iniciar una posesión paciente y controlada en la que resguardar ventajas o serenar contextos. Pocos han entendido mejor que él el fútbol de la última década, y aunque la velocidad del presente le amenace con un ritmo que ya no alcanza, hace dos años ya demostró en el mismo escenario y ante el mismo rival el impacto que un sabio de sus características puede tener en una final. Nadie sobre el campo habrá disputado tantas como él, y en la que quizá sea la última que juega como azulgrana, ese es un conocimiento que debe constar. Iniesta sabe cómo reencontrarse con su reflejo en el metal.
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– Foto: Aitor Alcalde/Getty Images
Jfeis 29 abril, 2018
Hace tiempo que no me pasó por acá. Siempre un placer leerte. Que difícil va a ser reemplazar a Iniesta. Que lindo cuando te pongas a debatir acerca de los posibles fichajes y compras. Para mí lo que necesitamos es a Koke. Quizás único jugador que puede jugar en las 4 posiciones del medio campo, y con adn barca? (además de Tiago, pero que veo muy difícil q pueda volver).
Un abrazo desde Argentina