
Malcom Silva y el león
En cuanto a la disposición de sus futbolistas sobre el césped, si una decisión vertebró la definición formal del primer Barça de Ernesto Valverde ésta fue la firme -e inamovible durante toda la temporada- apuesta del Txingurri por entregarle de nuevo a Leo Messi una posición de partida centrada. A resultas de esta elección casi fundacional, y a raíz también de la salida de Neymar Jr. rumbo a París, pues, el curso 2017-18 deparó una estructura para el ataque culé distinta a la seguida durante las anteriores temporadas. Con una banda izquierda ciega confiada a las subidas de Jordi Alba, a las caídas de Andrés Iniesta y a los apoyos de Luis Suárez, el perfil ofensivo ocupado de una manera más fija fue el derecho. Salvo durante las semanas que el técnico abrazó una estructura de rombo para su medular vaciando a la vez ambas orillas del ataque, el primer Barça de Valverde lució un carril diestro ocupado por dos piezas exteriores. Junto al lateral, Dembélé, Deulofeu, Aleix Vidal, André Gomes, Coutinho, Paco Alcácer o incluso el propio Sergi Roberto hicieron las veces de segunda referencia abierta, a la derecha de un Leo Messi “emparedado” por sendos acompañantes en la vanguardia.
Sin embargo, en parte debido a la temprana lesión de Ousmane y en parte como consecuencia del irregular desempeño de todas las alternativas testadas, la decisión de formar con un atacante de banda derecha no fue de la mano de una progresiva definición de su lugar y funciones en el entramado de juego azulgrana. Así como el resto de elementos del mecanismo del equipo con el paso de las semanas fueron depurando su encaje, la banda derecha resultó una suerte de cajón del que poder extraer algo distinto cada partido. A veces un recurso que abriera el campo y tirara del equipo hacia el banderín de córner, otras un elemento interior que sumara otra referencia entre líneas junto a Messi y al interior izquierdo, en ocasiones una solución para el juego directo y puntualmente el hábitat de un punta que dibujara la diagonal hacia el área, la posición pudo ser muchas cosas, en gran medida, porque su relevancia ofensiva en el equipo no terminó de arraigar. Si el técnico culé opta por repetir estructura y mantener la idea de situar un delantero a la derecha de Messi, uno de los deberes del curso consistirá en afinar el retrato robot de su ocupante. Aterrizado este verano desde el Girondins de Burdeos, Malcom Silva es el último aspirante que tratará de ponerle cara a un rol sin nombre. No en vano, el brasileño se ha convertido en nuevo jugador del FC Barcelona después de firmar una temporada como protagonista de la banda derecha del que fuera sexto clasificado del campeonato galo.
El delantero que se ha visto en Francia se trata de un futbolista con capacidad para arrancar la jugada pegado a la cal, pero tendencia a enfilar seguidamente el camino de la diagonal con balón hacia la corona del área contraria. Más afín al balón al pie que a buscar el desmarque al espacio, Malcom en la Ligue 1 ha demostrado giro para proteger el balón ante acosos cercanos y un físico muy apto para explotar cambio de ritmo en la arrancada, trazando movimientos de ataque punzantes y verticales. Provisto de un poderoso disparo de media distancia con la pierna izquierda y de un regate seco con el que sortear las piernas rivales que salen a su encuentro, su determinación en el fútbol francés no la ha conseguido a través de una rica paleta de opciones sino de la eficacia en una serie de acciones concretas. Su resumen ha sido una jugada: una carrera con balón desde la banda hasta la frontal, culminada en una solución que mirara hacia adelante. Salvando todas las distancias -que son bastantes- su acción paradigmático ha sido la que de forma arquetípica construye, en el imaginario, parte de la figura de Arjen Robben. Al Malcom más hiriente que tuvieron a sus órdenes Gourvennec y Gustavo Poyet es sencillo dibujarlo. Con tendencia a la perpendicular, a veces iniciando a la altura de la línea de mediapuntas y otras más retrasado casi sobre la divisoria, y con el chut o el pase profundo como elementos de finalización. El brasileño, pues, es un delantero con afán de golpeo, que si bien no se ha destapado como un exacerbado goleador -anoto 12 goles en la pasada liga- el fútbol que pone en práctica no esconde su instinto por acercarse al área.
Debido a eso, aunque los escenarios posicionales y sus facultades técnicas se lo hayan permitido, en el campeonato galo siempre tendió más, por ejemplo, a asistir para el remate que a cambiar de orientación de la jugada, hilando con ello una sociedad más que productiva con el punta del equipo, que se abría a la izquierda para enfilar el remate tras el pase de Malcom. La excepción a su predisposición verticalizadora la pone cuando la zona donde recibe el esférico es lo suficientemente abierta y adelantada como para que el espacio demande más una conducción en paralelo a la línea de fondo que una orientada a la diagonal. En estos escenarios es cuando Malcom ha mostrado la mayor dosis de reposo en su juego, bien a la espera de activar el golpeo con la zurda en busca de una opción de remate o bien retrasando el balón desde el pico del área para que el centrocampista más próximo lo reciba llegando de cara. A tenor de lo ahora comentado, Malcom es un atacante relacionado tanto con la cal -posición de partida- como con los pasillos interiores -lugar de destino- y, por lo tanto, adaptable espacialmente a responsabilidades externas o a apariciones en el carril central. De hecho, y aunque el brasileño no se haya destapado hasta el momento como un delantero especialmente creativo en la distribución, en sus tramos de forma más inspirados y dado el estatus que ostentaba en su anterior club, no fue extraño verle acudir a una altura central más próxima al mediocampo para entrar en contacto con el balón desde estadios tempranos de la jugada.
De cara a su encaje en el FC Barcelona, sin embargo, cabe esperar para él, al menos de entrada, atribuciones más específicas que le perfilen un rol y un espacio de cierta concreción. Si sigue desarrollando su juego por banda derecha, de este modo, Valverde puede encontrar en Malcom una figura escorada que aguante sujeta en banda hasta que le llegue la pelota, a la espera de medir su paciencia en un marco de menos importancia y menos frecuencia tocando el balón. En este tipo de función, además, el brasileño incorpora una muy buena capacidad para bajar el balón con el pecho y girarse con el balón controlado, un recurso que puede alimentarse con la capacidad para el pase largo que poseen dos piezas a priori destinadas a jugar en la banda contraria –Lenglet y Coutinho- y que le permitiría al ex del Burdeos un punto de arranque ventajoso tras cambio de orientación para castigar en conducción el lado menos ocupado de la defensa rival. Por otro lado, su habilidad corriendo con balón, juntando rivales y su tentación a conducir hacia dentro, pueden desarrollar mecanismos favorables para las internadas por banda tanto de Semedo como de Sergi Roberto desde el lateral. Un Malcom que en relación a lo que fue el Barça el curso pasado añadiría una opción para la cal, un jugador con pegada y cierta facilidad para la ocasión de gol, con dosis de desborde y capaz de alterar guiones desde el banquillo. Si este curso Dembélé se consolida en el once, Valverde ganaría el agitador para la banda que no encontró en Deulofeu.
Sin embargo, a priori, el Malcom del Girondins tiene poco que decir a propósito de uno de los males que más acusó su nuevo equipo la temporada pasada. Siendo un jugador de más balón al pie que al espacio, no especialmente móvil sin la pelota, y situado en el perfil contrario de aquel en el que los servicios de Messi cortan las líneas del adversario poniendo el pase a la espalda del lateral derecho rival, sin mediar cambios en su juego no será la pieza que añada profundidad, desmarques sin balón y, por lo tanto, amenaza al espacio, a la delantera azulgrana. Los primeros pasos del Barça 2018-19, no obstante, por el momento han insinuado algunos cambios en la parcela ofensiva del equipo. Retomando las pruebas de la pasada pretemporada, aquellas que todavía contaron con Neymar y que quedaron apartadas tras la Supercopa ante el Real Madrid en favor de la vuelta del Messi falso nueve, el Txingurri ha recuperado con el argentino una suerte de tridente orientado al centro en el que Leo es su pieza más perfilada al lado derecho. Con Luis Suárez en la zona del nueve, de este modo, la ventana abierta que meses atrás quedó señalada en el carril diestro, en este caso se trasladaría a la izquierda, con el sinfín de alternativas apuntado anteriormente para la orilla contraria. Para Malcom el horizonte resultaría enormemente distinto al experimentado en Francia, pero de nuevo asumiendo un giro hacia la concreción de su paleta en Barcelona, casi a la manera de un especialista, la fórmula podría ser apetecible para el Txingurri.
Por un lado porque, zurdo a pierna natural, sobre el papel se controlaría la tentación del futbolista a una salida interior en colisión con la de los otros dos delanteros y a la presumible del interior izquierdo, incentivando una salida hacia fuera que, colateralmente, descargaría de exigencia el concurso del lateral zurdo. Además, y aunque supondría una reorientación de sus condiciones en pos de un fin diferente al que se han encaminado hasta ahora, la fecunda relación que tradicionalmente establece Messi con sus extremos izquierdos deberían facilitarle el camino. Su físico, su inclinación hacia la portería contraria y su sobresaliente golpeo, orientados a la finalización con la complicidad del argentino como recompensa. De cabeza de ratón a cola de león. De generar la ocasión a terminarla, de la mano de un Leo al que la salida de Andrés Iniesta quizá vuelva a acercar a la medular, interviniendo por detrás de los otros dos delanteros. Pudiendo generar la ocasión desde abajo a cambio de que quienes se sitúen arriba puedan compensar parte de la contundencia que se pierde alejando al 10 del área.
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– Foto: Cooper Neill/AFP/Getty Images
Jose luis Diaz labrador 21 agosto, 2018
Y adaptarlo al lateral izquierdo?
Javier 21 agosto, 2018
Visto lo que hacia Malcom en Girondins pareciera que eso es lo que sabe hacer mejor, y yo creo que eso es lo que le demandaba su equipo, conducir el balón para dar un ultimo pase o rematar de lejos, sin embargo dadas sus características creo que podría rendir mejor de finalizador y que en ataque estático por su arrancada puede ser muy útil para recibir en profundidad, Malcom es delantero, un segundo punta no es un mediapunta, su arrancada y disparo pueden hacer que meta un buen numero de goles en un equipo como el Barça donde se juega mas agrupado en ataque.
No lo veo pero que pueda mantener una alta velocidad de manera sostenida, no es Guedes o Werner, y ese tipo de delantero es el que hizo falta en Roma cuando aplastaron al equipo y le dejaron sin salida, aunque creo que tanto Coutinho como Dembele podrían ser capaces de suplir eso un poco con conducción y desborde para llevar el balón con peligro arriba y que Messi Y Suárez recibieran con ventaja para crear peligro, como hizo por ejemplo Dembele contra la Juve en el Camp Nou el año pasado.
Morén 22 agosto, 2018
@Jose Luis Diaz Labrador
Me sorprendería mucho^^.
@Javier
Lo veo parecido. El Malcom que yo he visto en Francia no ha sido el tipo de delantero al que enfocar a finalizar a pierna natural y desde el lado débil, pero creo que tiene argumentos para ese reciclaje y me parece que podría ser la forma de sacarle más jugo en el actual horizonte futbolístico del Barça.