
Los interiores de Guardiola
Xavi, Seydou Keita, Iniesta, Kroos, Schweinsteiger, Thiago Alcántara, David Silva, De Bruyne, Bernardo Silva… ¿cuál es el retrato robot de los interiores de Pep Guardiola? Durante años, ésta fue una pregunta que dio lugar a una doble respuesta. Una que, por un lado, remarcara el valor que una distinguida figura, en funciones de director de orquesta y patrono del control, asumiría en Barcelona, Munich y Manchester en una posición – y, sobre todo, una altura- cercana a la del mediocentro, pero que, por otro lado y al mismo tiempo, dirigiera un segundo foco argumental a una pieza, más adelantada, sujeta a la espalda del mediocampo rival como camino para profundizar por dentro. Un interior más próximo a la base de la jugada, encargado de gestionarla y de conectar la divisoria con la zona de la mediapunta, y un segundo interior, situado en ella, escogido para desencadenarla. Los tres proyectos del de Santpedor han contado con futbolistas de ambos perfiles, y mantenido el reparto y equilibrio entre las características de unos y otros. En retrospectiva, sin embargo, y de forma progresiva, parece que la balanza de Guardiola tiende a decantarse, producto del tipo de futbolista que diferentes factores han puesto en sus manos, y, quizá también, debido al rumbo que han tomado las evoluciones futbolísticas en los últimos años.
Así, su Barça fue sólo más de Messi que de Xavi Hernández, futbolista erigido en alumno, profesor e idea. Un interior convertido casi en símbolo como traducción más veraz de un fútbol abrazado al control, dominador desde las primeras fases de la jugada, y en el que el riesgo a perder el balón, necesario para los demás, con Leo cerca del área carecía de sentido: “Mi trabajo es llevaros hasta el último tercio del campo. El vuestro es resolver desde ahí“. Una estructura similar pareció operar para Guardiola también a su llegada al Bayern, entonces con Lahm y Toni Kroos como arquitectos en el círculo central, y con alguna dificultad para encontrar en Bastian o Götze a los hombres para quedarse quietos abriendo líneas de pase. La salida del hoy madridista, sin embargo, inauguró una nueva etapa, traducida, en primer lugar, en el trayecto diagonal de los laterales, y en segundo por la ascensión, al unísono, de los dos interiores. Dejó de ser uno de los centrocampistas el encargado de perder metros para ver el fútbol de cara junto al pivote, para que fueran Philipp Lahm y David Alaba quienes acudieran a su vera. Medida para despejar la salida hacia el extremo, abrigar la transición por dentro y aprovechar el particular sentido del juego de los dos jugadores, la redefinición de sus zagueros más externos permitió construir una escalera para que los interiores se ubicaran entre líneas sin dejar la medular desguarnecida.
Reconocía Pep, en Alemania, que separarse de Leo Messi le había hecho mejorar como entrenador, en tanto que, sin el argentino, aquella fase final de resolución que antes pudo delegar en su figura, ahora exigía una intervención más directa del técnico. Su cometido dejó de concluir en tres cuartos de campo. Amparado en los atributos que Xabi Alonso, Alaba y Lahm daban a los roles de mediocentro y laterales, el nuevo mecanismo desarrolló también un nuevo equilibrio y perfil en los interiores, ahora los dos más próximos a la frontal que al pivote y ocupados por protagonistas con características más vinculadas al desequilibrio y el gesto final. Tanto es así que el Allianz Arena vio representar este papel central, por delante del mediocentro, a futbolistas como Douglas Costa, Robben, Thomas Müller o Ribéry. En este sentido, tras un primer curso de adaptación a la Premier, su primera liga inglesa resultó, en cierta medida, una síntesis de las dos fórmulas empleadas por Guardiola hasta entonces. Con Fabian Delph como descubierto lateral izquierdo, y permitiendo con ello la sujeción de David Silva en la corona del área desde el interior izquierdo, la ascendencia, recorrido e interpretación del juego de Kevin de Bruyne le proporcionó al técnico una as en la manga: el belga arrancaba la acción a la derecha de Fernandinho, pero llegaba a terminarla en paralelo a Silva. “Sin de Bruyne, tal vez la temporada pasada no habría sido posible“.
Es por eso que, en el objetivo de revalidar el título, no poder contar de forma regular con la mejor versión del belga ha obligado al técnico a una nueva revisión que, como sucedió en Alemania cuando perdió a Kross, ha priorizado el valor de los interiores cerca del área rival por encima de su aportación en la base de la jugada. Rememorando a Lahm o a Alaba, han sido zagueros como Walker, Kompany, Stones y sobre todo Laporte los hombres que han ganado protagonismo a la hora de conectar con la zona donde acelerar el juego, de tal modo que Bernardo Silva, el interior derecho del City 2018-2019, pudiera permanecer atado al pico del área contraria. A medio camino entre el mediocampo y la delantera, enganche que en Mónaco partía desde la banda, la fórmula citizen ha potenciado de tal modo al portugués que ha hecho de él uno de sus principales baluartes. En esta línea, al luso le han sentado especialmente bien dos de los automatismos que ha empleado el Manchester City para desarrollar su juego de ataque sin la intervención de De Bruyne. El primero ha tenido que ver con un rol más móvil de Agüero desde la punta, como solución para descongestionar una parcela del campo reclamada por Bernardo, David y Sterling, aprovechar los arrastres del canario perfilándose hacia el costado izquierdo o, directamente, reforzar al ex valencianista en sus momentos de forma menos brillantes. No son pocos los momentos en los partidos en los que el ataque skyblue ha tenido a uno de los interiores como elemento más adelantado del equipo, aprovechando la puerta abierta por el Kun.
El segundo automatismo ofensivo, empleado de un modo mucho más insistente que en anteriores cursos y emparentado a determinados tramos de su Bayern Múnich, ha sido el desmarque dentro-fuera del interior doblando al extremo. Partiendo de un escenario en el que, con los laterales influyendo mayormente por dentro, los atacantes de banda acostumbran a iniciar la acción algo retrasados, compartiendo paralelo con los interiores-mediapuntas antes que con el delantero centro, Guardiola ha buscado un desdoblamiento que en lugar de llegar desde fuera lo hiciera desde dentro. De este modo, conquistando con una diagonal la espalda del lateral contrario, en el espacio abierto entre la atracción del extremo y la línea de fondo, el City no sólo ha encontrado el potencial dos contra uno en banda, sino también un camino para aligerar el carril central y generarle espacios al ataque. Y es que, si la habitual carrera del lateral doblando por fuera al extremo suele retrasar al atacante de banda rival, en este caso la diagonal de David o Bernardo Silva hacia la cal habitualmente ha movilizado a jugadores contrarios situados, inicialmente, en zonas centrales. Bien sacando de posición a un central para que comprometa el área, o a un mediocentro para que conceda la frontal. Vistiendo, en ocasiones, a los centrocampistas de extremos, ganando línea de fondo y pase atrás, y orientando los movimientos de los interiores casi siempre por delante del balón. Estirando la pizarra hasta donde antes habían llegado Leo Messi, Arjen Robben o Kevin de Bruyne.
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– Foto: Alex Morton y Shaun Botterill/Getty Images