Arthur Melo es un futbolista indispensable para el FC Barcelona en Copa de Europa. Los azulgranas, cuando la máxima competición internacional se adentra en su fase definitiva de eliminatorias, vienen optando desde hace años por un ejercicio de contención muy marcado, a partir del cual bajar las constantes rítmicas de sus encuentros en pos de propiciar que los duelos transcurran a unas revoluciones más amables para sus futbolistas clave más veteranos. Acompasar el duelo a la cadencia de los Piqué, Busquets, Rakitic, Luis Suárez, Arturo Vidal o Leo Messi. Teñirlo todo de su color para que, en ese escenario, su virtud se imponga. Suele suceder, sin embargo, que la anestesia culé tiene un efecto mayor sobre su propio equipo que sobre el rival. Que el Barça atempere sus revoluciones y se envuelva en un ritmo muy bajo de juego no suele contagiar a sus adversarios, de manera que, a la postre, el contexto pretendido para la confrontación no hace acto de presencia, y los partidos transcurren como una disputa en la que las velocidades e intensidades de los adversarios son muy superiores a las del cuadro barcelonista. Arthur Melo, en cambio, para el Barça es el punto de unión entre los deseos y la realidad. El futbolista capaz de conseguir que la apuesta por la pausa y las bajas revoluciones no desemboque en ataques tediosos y circulaciones demasiado lentas, y el hombre que, al mismo tiempo, sí consigue inocular en el contrario el ritmo de juego que el conjunto culé pretende para sus noches europeas.
Su entrada al césped de San Paolo en el estreno del Barça de Setién en Champions marcó la frontera entre dos partidos distintos. El primero, condicionado desde el inicio por la renuncia de los de Gattuso a la presión y por un planteamiento local centrado en defender replegando en su propio campo, dejó ver a un FC Barcelona muy lento con la pelota en los pies y sin soluciones para abrir la compacta estructura del rival. Sin demasiada oposición para que el esférico viajara entre los pies de Piqué, Umtiti, Busquets, Semedo y Junior Firpo, ni para que los futbolistas más retrasados del equipo introdujeran el esférico en campo contrario, el 1-4-5-1 local, en el que el punta defendía más cerca del mediocentro culé que de la pareja de centrales, permitía al Barça la propiedad de la pelota pero no de las zonas peligrosas del campo. Circulando los azulgranas el balón por fuera de la fortaleza napolitana, gastando mucho tiempo con el esférico en los pies antes de soltar el pase y apostando casi siempre por envíos cortos y cercanos -durante el primer tiempo, sólo alguna diagonal hacia Firpo se saltó al compañero colindante (Imagen abajo a la izquierda)-, los visitantes no lograron abrir caminos para encontrar a Messi o Griezmann entre líneas. Por su parte, las recepciones en banda de los laterales o de un Arturo Vidal muy escorado para mantener abierto el ataque culé no encontraron ni desborde ni profundidad para amenazar la portería contraria.
– Foto: Michael Steele/Getty Images

