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Después de Luis Suárez

Después de Luis Suárez

1. El nuevo comienzo:

Durante su etapa en el FC Barcelona, Luis Suárez no ha sido una pieza más. Ni por rendimiento ni por trascendencia. No lo ha sido, además de por su talla futbolística, por la naturaleza de su llegada. Por su momento, por su formulación y por sus consecuencias. El uruguayo no aterrizó en un equipo hecho para apuntalar o incrementar el nivel de la demarcación en la que se desempeñaría, sino que arribó a un Barça que definitivamente se disponía a pasar página respecto al último ciclo triunfante y a construir uno nuevo a partir de coordenadas y protagonistas distintos. Pasar de un Barça que ya no podía ser a uno que todavía no existía. Un Barça que, sin Guardiola y con un Xavi ya castigado a nivel físico a la hora de imponer su mando con la misma ascendencia e intensidad que antaño, veía resquebrajarse las paredes de su anterior fortaleza sin alternativas para resguardarse en otra igual de segura, y en cuyo interior salvaguardaba a una arma que pese a ser la más letal de todas, empezaba a tener otras necesidades. Leo Messi, cinco años después de que Guardiola hallara para él un lugar distinto en la historia desde la posición de falso nueve, tenía problemas para sentirse cómodo en él.

Ni él, ni su equipo, ni los rivales eran los mismos que entonces. Su nuevo registro pasador no tenía receptores por delante, su necesidad de balón no disfrutaba de un mediocampo tan fértil a la hora de suministrarle el cuero en posiciones adelantadas en escenarios cerrados, y ante la apuesta de sus adversarios por constreñir la defensa y la medular con tal de expulsar de la zona Messi sus letales recepciones no contaba con un socio que, a modo de palanca, separara las líneas del contrario. De hecho, ya antes de la llegada de Luis Suárez al Barça ésta fue una cuestión abordada por los entrenadores culés. El propio Guardiola, creador de la criatura, en el tramo final de la temporada 2010-11 intercambió las bandas de los extremos para que Villa se acercara al área desde la derecha aprovechando la proyección ofensiva de Dani Alves, y posteriormente, a partir del 1-3-4-3, trabajó fórmulas como un doble falso nueve en el que Cesc alternaba posiciones con Leo o la presencia del Alexis Sánchez como referencia central más adelantada arrastrando a los centrales rivales moviéndose por delante de Messi.

En este contexto, y tras el verano que entregó a Luis Enrique la tarea de resignificar el funcionamiento del equipo, la llegada de Luis Suárez resultó clave en el nuevo comienzo. Instauró, tras aceptación del propio Messi, un nuevo reparto en la delantera con el argentino de vuelta a la orilla derecha, Neymar en la izquierda y un nueve, representado por el charrúa, a modo de hilo conductor entre ambos talentos. Tan sustancial resultó el valor táctico de este cambio que, incluso sin Suárez, Luis Enrique tuvo que inventar soluciones alternativas como la reconversión de Pedro Rodríguez a delantero centro con tal de no modificar las posiciones de partida de Messi y Neymar. El nuevo Barça tenía a un jugador entre ambos, a uno que se movía por delante de Messi. El nuevo Barça tenía un nueve, y estaba tallado por el molde del uruguayo. La posición y sus funciones las definía él :

 

Luis Enrique Martínez, noviembre de 2016

Además, como futbolista que permitió la existencia y encaje de la MSN, su figura encarnó el relevo en cuanto al sentido del juego del nuevo proyecto. El lugar de Xavi como retrato del conjunto no lo tomaría otro interior, sino el delantero centro. Hiperactivo, más vertical, menos controlador, desbocado con espacios, transigente con la pérdida de balón y amante del rechace, la segunda jugada o el balón sin dueño. Un equipo con el vértigo en la sangre. El Barça de la MSN.

 

 

2. De la MSN a la pareja Messi-Suárez:

Ya antes de que Neymar saliera del equipo rumbo a París, la fórmula de la MSN había empezado a desgastarse. Al histórico triplete de la 2014-15 y a la excelente primera mitad del curso posterior le siguió un descenso individual y colectivo lastrado por la convivencia de dos curvas antagónicas en el núcleo de su delantera. Por un lado, Messi y Neymar, que en el origen del nuevo plan localizaban sus posiciones más cerca de la línea de banda de lo que había podido esperarse, progresivamente mudaron su influencia a zonas más centradas, producto de la evolución física de un Leo casi treintañero, y del lógico desarrollo futbolístico de un Ney de naturaleza mucho más global que la que hasta entonces se había especializado en el desmarque y la finalización. Coincidiendo con esta curva reflejo de la cada vez mayor tendencia interior de los delanteros de banda, y del consiguiente incremento en la demanda de actividad del punta encargado de compensarlos, también la realidad física de Suárez cruzó el umbral de la planitud lo que, en la frontera de los treinta, no sólo le dificultó reajustarse al cambio sino que contuvo su hiperactividad anterior. El peso específico del uruguayo en el mecanismo del equipo, que bebía de su capacidad para hacer muchas cosas y para hacerlas todo el tiempo, tenía una fuga. Cuando la evolución de sus compañeros de delantera empezó a necesitar un despliegue todavía mayor de su parte, el cuerpo del nueve culé empezó la cuenta atrás.

En este sentido, los últimos meses del Barça de Luis Enrique, y por extensión del Barça de la MSN, vivieron el desarrollo de un camino alternativo según el cual Luis Suárez dejó de ser la pieza que servía para permitir la convivencia futbolística de Messi y Neymar, y sería Ney quien asumiría el papel de posibilitador para legitimar la mezcla entre Leo y el uruguayo. El extremo izquierdo aumentó su presencia en el juego tanto en volumen como en espacio, convirtiendo el perfil izquierdo en el lado predominante del equipo y pintándolo de asociaciones y, sobre todo, conducciones, que permitieran a los culés llevar el balón arriba sin implicar a los otros dos atacantes en fases más retrasadas. El nuevo camino hacia una frontal donde esperarían Messi y Luis Suárez, descansados y con los espacios que concediera un rival centrado en cerrar el avance del carril zurdo azulgrana.

El adiós de Neymar, sin embargo, interrumpió el proceso, rompió el tridente y dejó sola a la pareja. En un sentido figurado, en tanto que les quitó esa nueva vía de juego que respondía a sus actuales realidades físicas, y prácticamente también en un sentido literal, pues sin el brasileño el extremo izquierdo del Barça no dio con ningún tipo de relevo funcional. Las dificultades de Coutinho y Dembélé para llenar de contenido el puesto dieron, primero con un ataque asimétrico en el que Luis no tenía la compañía de un delantero a su izquierda, y después con un desempeño en el que el verdadero impacto de delantero en la izquierda corrió a cuenta del lateral. Sin Neymar, el ataque de Messi y Suárez perdió desequilibrio en banda para abrir defensas cerradas, velocidad para esquivarlas con situaciones de ataque más abiertas o para castigar la espalda de una defensa adelantada, o referencias ofensivas en banda por delante de los laterales para abrir el campo a la hora de salir de la presión y de ensanchar el repliegue del contrario, y, con todo ello, subrayó que la relación de complementariedad que antaño definió el vínculo entre el argentino y el uruguayo se había transformado en una unión en la que, cada parte, en lugar de compensar las carencias de la otra, las acentuaba. Suárez, antaño clave acompañando a Messi con su exuberante y continuada actividad, ya no podía correr por Leo.

 

3. Luis Suárez en el Barça 2019-2020:

Dada la importancia adquirida por Luis Suárez en el funcionamiento del juego azulgrana, el Barça, desde el punto de vista futbolístico, es cautivo de su delantero centro del mismo modo que antes lo fue de Xavi Hernández. Esto es: puesto que desde él se definen parte importante de los mecanismos que articulan el funcionamiento y el juego del equipo, sus opciones ante el deterioro físico y futbolístico del jugador se reducen a dos. O bien emprender un camino ajeno a la influencia del uruguayo (no necesariamente a su presencia) que con nuevos protagonistas y nuevas relaciones que los vinculen abra la puerta a un cambio de ciclo y, por lo tanto, de funcionamiento colectivo; o bien alargar el capítulo más reciente a pesar de sus problemáticas, paliándolas tanto como sea posible habida cuenta de que hasta la fecha el club no parece haber planteado la posibilidad de un punto y a parte. Dicho de otra forma: el Barça sólo puede jugar sin Suárez (o con un Suárez de menor ascendencia en el juego culé), encontrando una forma de jugar alternativa a la que ha seguido a lo largo de los últimos años. A tenor de todos los indicativos hasta el momento no ha sido éste el camino elegido, posiblemente debido, entre otras cosas, al valor que sigue teniendo una versión menguada del uruguayo para el conjunto de Valverde.

La evolución de Luis Suárez

– De izquierda a derecha, los mapas de calor de Luis Suárez en las temporadas 2017-18, 2018-19 y 2019-20 (vía sofascore.com).-

Por ser el único nueve a disposición de dos segundas puntas amigas de disfrutar de los movimientos por delante del balón de uno de sus acompañantes, por concederles espacio en la frontal sujetando y peleando con los centrales, por su instinto en el rechace o la segunda jugada en un equipo sin la fluidez necesaria en su ataque posicional como para desatascar escenarios cerrados y, sobre todo, por el impacto de sus goles a la hora de vencer por KO en encuentros perdidos a los puntos, la historia de las últimas temporadas es también la historia de un Barça que se ha adaptado a las necesidades del charrúa. Año tras año ha reducido su radio de acción para enfocar al delantero en aquello que más puede servirle al equipo. Primero vistiendo una banda izquierda que en 2017 Valverde dejó desnuda también para él, y luego con el empleo de interiores adelantados que asumieran la gestión de la jugada en las inmediaciones del área. En este sentido, si bien la Champions League hace tiempo que señala un listón que el Barça no logra superar, en el día a día de La Liga el impacto de su relación con el gol recuerda al que en otros momentos tuvieron Stoichkov, Eto’o o David Villa: futbolistas que independientemente del juego del equipo eran capaces de revelarse a escenarios adversos e incómodos para sumar a través del gol incluso en aquellas ocasiones donde la puesta en escena colectiva no lo mereciera. Futbolistas a los que agarrarse cuando las cosas se ponen feas, de cuya estirpe el FC Barcelona prácticamente siempre ha necesitado para levantar el título de Liga.

4. Un problema defensivo:

Si hay una cuestión que recientemente ha castigado la competitividad del FC Barcelona con especial crueldad, ésta ha sido su desempeño una vez el balón pasa a pies del contrario. Su juego con la pelota es el que ahora mismo ancla demasiado bajo el techo al que aspira el proyecto, pero aquello que le borra el suelo y expone sus pies a las inclemencias del tiempo es lo que sucede cuando tiene que defender. Lo primero le marca hasta qué punto puede ganar. Lo segundo, hasta qué punto puede perder. La encrucijada barcelonista a nivel defensivo se resumen en que los de Ernesto Valverde, con su plan habitual, no tienen una respuesta viable a la hora de contener la ofensiva rival que no pase por resolver la agresión en el interior del área propia. Muy lejos de la portería rival, más si cabe teniendo en cuenta el déficit de velocidad arriba que arrastra el equipo y al que se ha venido haciendo referencia en el texto, y atendiendo, además, a que el delantero titular más apto a nivel físico para trabajar la profundidad y el desmarque al espacio hacia el gol es un Antoine Griezmann que, en el 1-4-4-2 defensivo culé, pasa por ser el delantero que inicia el contraataque desde una posición más retrasada.

El problema defensivo del conjunto de Ernesto Valverde tiene como origen la coincidencia en el once de dos piezas cuyo despliegue sin balón resulta muy limitado. Ni Messi ni Luis Suárez tienen la capacidad para ejercer un trabajo intenso y prolongado en la presión o en el repliegue, lo que acostumbra a provocar que, sin balón, el Barça adopte por norma una estructura 1-4-4-2 en la que el impacto de sus dos futbolistas más adelantados en la contención resulta muy reducido. En una era que hace bandera del desarrollo de las presiones adelantadas, los rivales del Barça, con el esférico en los pies de su portero o de sus centrales, normalmente termina encontrando el camino. Esto es así debido al escaso despliegue en el acoso de los dos delanteros pero también, y sobre todo, como consecuencia de que con sólo cuatro futbolistas en la segunda línea, ninguno de los integrantes del siguiente escalón disfruta de suficiente correa como para sumarse al acoso. Es habitual ver que los equipos que ocupan con cinco jugadores el espacio defensivo por detrás del punta pueden lanzar hacia arriba a los interiores o a los hombres del banda dependiendo del tipo de salida que plantea el rival, pues siempre quedaran efectivos a su espalda para cubrir el espacio que liberan, pero con sólo cuatro hombres gestionando todo el ancho del campo éstos se ven mucho más sujetos a sus respectivas posiciones.

La insuficiencia de la línea de cuatro situada delante de la defensa a la hora de controlar todo el ancho del campo, en el caso del Barça se hace especialmente notoria cuando los barcelonistas, una vez descartado el robo alto, repliegan para resguardarse en campo propio. De nuevo sin poder involucrar a sus dos piezas más adelantadas en el ejercicio defensivo, y limitado el peligro de éstas dos cuanto más lejos del área contraria les empuja la jugada, los cuatro centrocampistas culés no alcanzan a tapar de forma simultánea los tres carriles. En un tiempo que viste a los laterales de delanteros, la amenaza exterior prácticamente siempre está activada, siendo más difícil, así, el descuido de unos de los carriles en pos de acumular fuerzas en otro punto de la horizontal del campo, de manera que si los futbolistas del Barça más externos en defensa (el interior derecho y el extremo izquierdo) cierran hacia dentro el rival puede aprovechar las orillas para progresar prácticamente hasta el lateral del área, y si en cambio optan por cerrar la banda desnudan el centro. Así, del mismo modo que la primera línea de presión no aspira al robo, tampoco lo hace una segunda línea imposibilitada para ser agresiva posicionalmente sin abrir pasillos al adversario.

Por último, el tercer callejón sin salida de la transición ataque-defensa del Barça es el que hace mención a la ventaja previa. A aquella que, ante la incapacidad para arrebatarle el cuero a un rival organizado y el deseo de impedir que, en consecuencia, todos los ataques tengan que comenzar desde el área propia, busque una gestión anterior del balón lo suficientemente eficaz como para que, en caso de perderlo, la situación de partida distinga a un rival en desventaja para lanzar sus primeros pases y a un Barça en ventaja a la hora de interceptarlos. En definitiva: el camino de una circulación barcelonista que desordene a los contrarios y ordene a los azulgranas, de tal manea que se dibuje un escenario de dominio territorial de los segundos que palie los déficits de su transición defensiva. Sucede, no obstante, que sin referencias claras en banda que giren la estructura rival hacia el banderín de córner, sin la continuidad que por momentos sí tuvo Arthur Melo el curso pasado y necesitando sus delanteros una gestión de los espacios más reducida que, sin embargo, pone de relieve cierta imprecisión de Luis Suárez en las devoluciones, tampoco a esta solución ha podido encomendarse el equipo para cerrar la herida por la que se desangra semana a semana.

 

5. Jugar sin Luis Suárez:

Como se ha tratado de mostrar a lo largo de este texto, Luis Suárez no es un jugador más en el juego del FC Barcelona. Con él nació un nuevo Barça, y sin él este nuevo Barça tiene que morir. Como tuvo que morir el Barça de Xavi cuando terminó el reinado del de Terrassa. Ni aquel equipo entonces, ni el actual ahora, pueden hacer las cosas de la misma forma sin una de las piezas fundamentales que los llevan a hacerlas de una determinada manera. Esta posibilidad, ahora convertida en obligación, es, pues, la oportunidad de apostar por un nuevo camino que supere los límites del actual sin el riesgo de perder algo que, a la fuerza, al menos durante los siguientes meses no se podrá tener.

Un nuevo camino que, como aquel de 2014 también arranque en las necesidades de Leo Messi y en el acompañamiento que, en enero de 2020 más y mejor pueda potenciar el juego y la influencia del Diez. Un Messi menos preparado que el de hace seis cursos para terminar en la frontal partiendo abierto a la banda, que sigue agradeciendo (cuando no extrañando) los movimientos de un compañero por delante del balón ya sea para lanzar hacia él el pase o para que su presencia le abra espacio entre las líneas del rival, y cuya trascendencia se multiplica en la medida en que es el equipo quien le permite jugar cerca de la frontal y no él quien le permite a su equipo jugar arriba.

En este sentido, sobre el papel el abanico posicional del 10 contempla tres posibles demarcaciones: extremo derecho, falso nueve y mediapunta. La primera, la actual, requeriría de un apoyo interior por delante en la combinación y, sobre todo, de ajustes compensatorios por fuera tanto en ataque como en defensa, a la hora de mantener ocupado el carril en las largas fases en que el Diez asiente su juego en el carril central, y de responder defensivamente por el carril ante las hipotéticas internadas del lateral izquierdo rival.

El retorno al falso nueve, por su parte, de equilibrio defensivo más sencillo en tanto que escoltaría a Messi con un acompañante en cada uno de sus perfiles, en ataque desempolvaría la lista de recursos empleados por los entrenadores del Barça antes de la llegada de Luis Suárez al Barça; el uso de extremos especialmente profundos y agresivos en la diagonal fuera-dentro, la presencia de una suerte de segundo falso nueve salido de la medular; o incluso soluciones utilizadas por Ernesto Valverde en el Camp Nou como el taque asimétrico en el que uno de los tres delanteros desarrollara un exigente doble rol de extremo izquierdo y delantero centro, o la disposición muy adelantada de los interiores a modo de llegadores sorpresivos desde la segunda línea.

Finalmente, la alternativa del cambio de dibujo con tal de ofrecerle a Leo la presencia de un futbolista por delante sin renunciar, por ello, a abrir el campo con dos hombres de banda, orientaría el trabajo del entrenador tanto al acompañamiento de Messi en tres cuartos de campo para que el rival no tuviera que defender a una única referencia entre líneas, como al abrigo de un mediocampo desprovisto, inicialmente, de uno de sus tres integrantes. Dos necesidades en las que encajaría una variante como la utilización interiorizada de alguno de los laterales, ya fuera para impulsar hacia arriba a uno de los medios o para sumar efectivos de forma directa a la sala de máquinas.

 

– Fotos: Alex Caparros y Lluis Gene/Getty Images

Comments:2
  • josep 13 enero, 2020

    Llevo tiempo pensando en otra variante, con un 3-4-3 (adaptable a 4-3-3 durante el juego) con 3 centrales atras, doble pivote y dos carrileros, y Messi y dos delanteros arriba sin funciones de extremo pero partiendo de la zona entre lateral y central del adversario. Uno de los 3 centrales tendria q ser un central de un estilo Marquez o Koeman, muy bueno saliendo en largo y adaptable a pivote en el 4-3-3 (habria que probar con Lenglet ahi), los carrileros tienen que ser adaptables a defensa de 4, el doble pivote estaria formado por De Jong y Busquets y arriba en derecha jugaria Griezmann cerca de Messi intercambiando altura y posiciones con Messi, y en la izquierda un punta mas profundo y ligado al gol que podria ser Lautaro en un futuro u otro que se fiche ahora.
    No veo viable montar un equipo que presione arriba tras perdida teniendo a Messi, podria presionar en determinadas fases del juego como al comenzar el partido o los 10′ despues del descanso, pero su juego se basaria mas en salir bien desde atras y tras perdida dificultar la salida rival, creo que esta variante podria ser muy util y aprovechable por la gran cantidad de jugadores veteranos que hay (Piqué, Alba, Busquets, Messi) ya que estarian mas tapados en fase defensiva y la complejidad de encajar a Messi viendo lo que resta en retorno defensivo y dificil encaje en el 4-3-3.

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    • Dantitan 13 enero, 2020

      Es una buena idea pero si Tobidó se va al Shalke y con Umtiti entre algodones siempre, una idea difícil de implementar en mucho partidos. Si añadimos a eso las posibles bajas por tarjetas y/o lesiones….Se podría hacer en algún partido puntual pero no le veo continuidad por falta de efectivos y este equipo necesita crear algunos automatismos como el comer.

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