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La magdalena de Xavi

El Barça ganó por cero goles a cuatro en el Santiago Bernabéu, y todo le sonó familiar. Como si el tiempo no hubiese pasado. Como si aquello a lo que ha dado la espalda durante los últimos años no se lo hubiera tenido en cuenta. Como si lo estuviera esperando, confiando en que tarde o temprano el cuadro barcelonista recapacitaría. Que volvería al mismo lugar y de la misma manera. El Barça ganó por cero goles a cuatro en el Santiago Bernabéu, y el culé sintió que regresaba a 2004 y al gol de Xavi. O a 2005 y a los slaloms de Ronaldinho. O a 2009 y al 2-6. O a 2015 y a Iniesta, Luis Suárez o Neymar. Al orgullo de Puyol y los hattricks de Messi. El Barça ganó por cero goles a cuatro en el Santiago Bernabéu, y sintió que volvía a donde debía estar. Que esta historia se la conoce, porque siempre empieza y termina igual. Porque recorre el mismo camino. El suyo. Porque ya lo ha vivido antes y de la misma forma. Porque Xavi Hernández lo tiene claro.

La victoria del técnico de Terrassa en el clásico fue rotunda y multiusos. Sirvió de puertas para dentro para reforzar su figura de guía y mentor, de puertas para fuera para confirmar el crecimiento culé, desde lo general para ponerle brillo al extraordinario trabajo realizado durante los últimos tres meses, y a nivel concreto para que su equipo se impusiera claramente en un duelo en el que siempre ocurrió lo que Xavi había querido. Un cara a cara en el que el Barça fue abrumadoramente superior tanto individual como colectivamente, y en el que impuso un guion que tanto en defensa como en ataque siempre estuvo de su parte.

Aunque la autoridad barcelonista se extendió a cada rincón del terreno de juego, buena parte de las ventajas del Barça se levantaron sobre dos ideas. La primera, sin balón, consistió en confrontar a la salida desde atrás del Madrid una presión adelantada tan intensa como organizada, que dificultara la combinación en corto y abriera la opción a recuperaciones cerca de la portería de Courtois, y que no encontrara una posibilidad de escape mirando a lo lejos. Sin la dirección de Benzema a la hora de orientar las contras y con Modric desconectado como improvisado falso nueve, el control culé sobre la transición defensa-ataque madridista fue de la mano de la victoria de Araújo en su duelo individual contra Vinícius. El brasileño se escapó una vez y no más. Maniatada la banda izquierda blanca, sin amenaza directa sobre la posiciones de unos Piqué y Eric que sobresalieron defendiendo hacia delante por anticipación, una orilla derecha local demasiado condicionada por el ataque barcelonista, y una contribución ofensiva de ambos laterales muy escasa, durante 45 minutos el Madrid apenas tuvo la opción de insinuar peligro desde las carreras de Fede Valverde, conduciendo o apareciendo desde la segunda línea. El Barça defendió y atacó en la misma dirección.

El plato principal, sin embargo, se sirvió con la pelota en los pies de los azulgranas. En esta fase del juego, las decisiones y la pizarra de Xavi construyeron dos ventajas en el centro del campo del Barça claves para explicar la victoria y la superioridad visitante. Una ventaja numérica y otra posicional. La numérica tuvo que ver con el hecho de conseguir que, a pesar de que sobre el papel el Madrid saltara al campo con cuatro medios y el Barça con tres, a la postre fueran los culés los que más hombres juntaran en la línea medular. Para eso utilizó Xavi a sus centrales, de modo que con balón para su equipo, la presencia de Eric y Piqué obligara a los blancos a llevar a dos futbolistas a su primera línea defensiva. El plan de Xavi no podía permitirse que el rival tuviera la opción de flotar a uno de los dos centrales, y juntando a ambos canteranos en la gestión de los primeros pases lo consiguió. Una y otra vez, a la hora de defender, tanto Modric como Kroos lucieron una suerte de pareja de delanteros, vinculados en las vigilancias con Gerard Piqué y Eric García. El resultado: por detrás del croata y el alemán, el Madrid quedaba con dos centrocampistas y el Barça con tres.

La ventaja posicional residió, precisamente, en cómo organizó Xavi a sus medios y, sobre todo, en las zonas en las que quiso que recibieran el balón. De Jong y Pedri se clavaron a ambos lados de Casemiro, como una doble amenaza sobre el pivote brasileño a espaldas de la primera presión del Real Madrid (Imágenes arriba). Fueron indetectables e indefendibles. Si los de Ancelotti retrasaban al extremo para que ayudara por dentro, el Barça salía por los laterales. Si adelantaba a Nacho o Carvajal, picaba al espacio con Dembélé o Ferran. Si salía un central, castigaba al espacio con Aubameyang. Si Casemiro iba a un lado, el interior del lado contrario quedaba solo (Imágenes abajo). Y si era Valverde el que reforzaba atrás, Busquets jugaba a placer. Lo que más veces ocurrió fue esto último, con Fede persiguiendo a Pedri muy a bajo y dejando un dos contra uno de Busquets y De Jong contra Casemiro en el que, en realidad, el mediocentro madridista no pudo llegar a ninguno de los dos centrocampistas culés.

Sergio estaba demasiado abajo para que pudiera llegar a él sin separarse excesivamente de Militao y Alaba (Imágenes abajo), y De Jong estaba demasiado abierto para que su aproximación no desnudara el pase vertical del Barça hacia su delantero centro. De Jong y Busquets jugaron cómodos. Con espacio y con tiempo. Conectado entre ellos y con el resto. La primera solución del Madrid al desequilibrio pasó por utilizar a uno de los centrales para encimar la recepción entre líneas de los interiores del Barça. A la postre, la medida no solo no logró anular a De Jong o Pedri, sino que sacando a un jugador de la línea defensiva abonó el terreno para que los visitantes retaran a la zaga desde los duelos individuales. Dembélé contra Nacho, Aubameyang contra Alaba o Militao y Ferran contra Carvajal fueron el reflejo cerca del área de la superioridad que tuvo su equipo en todas las zonas del campo.

Tampoco la segunda solución de Ancelotti ayudó a estabilizar la nave merengue, pues con el paso a defensa de tres después del descanso el Real Madrid se hizo añicos. En los seis primeros minutos de la reanudación, recibió dos goles y un mano a mano que Ferran no acertó a concretar. El ajuste de Carlo pasó por una línea de tres sin carrileros, en la que la amplitud de los dos extremos del Barça sujetaba muy abiertos a Nacho y Alaba, y en la que los apoyos de Aubameyang sacaban de zona a Militao desnudando completamente el carril central (Imagen abajo). Tuvo que corregir rápido el italiano, retrasando a Casemiro para recomponer la línea de cuatro antes que el agravio fuera todavía mayor. Ya sin opciones de agarrarse al partido, y a expensas del daño que su rival quisiera inflingirle. Un cero a cuatro que para el Barça fue más una confirmación que un punto de inflexión. Los culés no necesitan que el partido marque un antes y un después, sino comprobar que en el camino que de nuevo han hecho suyo vuelven a tener la razón.

 

 

– Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images

 

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