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El gol sin Lewandowski

El gol sin Lewandowski

Pese a no poder contar con Robert Lewandowski, principal referente ofensivo del equipo, el Barça de Xavi Hernández ha saldado sus últimos tres partidos de Liga con pleno de victorias. Nueve puntos, fruto de tres triunfos por un gol a cero, que le han servido para constatar varios aspectos. Para empezar, la seguridad del escudo defensivo que integran Ter Stegen y la zaga, y que ha permitido a los culés rentabilizar al máximo el valor de sus goles. En segundo lugar, también ha podido comprobar Xavi que la versión más redonda de su equipo a lo largo del curso llega cuando junta en un mismo once a cuatro centrocampistas, aunque el poco margen de maniobra en la rotación no le permita recurrir a este recurso partido tras partido. En tercer lugar, seguramente la conclusión más negativa de estas tres jornadas sin Lewandowski es que en ausencia del polaco el resto de delanteros se pueden quedar cortos como principal argumento de ataque. Ante Atlético de Madrid, Getafe y Girona, no solo ha disminuido la amenaza rematadora del Barça, sino que muchas veces ésta ha ido más a cargo de futbolistas como Gavi o Pedri que de las piezas más adelantadas.

Un poco de todo esto pudo observarse el pasado sábado en Montilivi, en un partido que el Barça arrancó espeso a lomos del 1-4-3-3, que desniveló con la entrada de un cuarto centrocampista y en el que finalmente hizo valer su solvencia individual atrás para sobrevivir a las fases de mayor dominio local en el segundo tiempo. El guion del encuentro resultó transparente desde el comienzo, con un Barça amo de la posesión pero falto de profundidad y de desequilibrio, y un Girona muy ordenado que distinguía claramente dos fases sin balón. La primera, de presión cuando el Barça trataba de iniciar los ataques desde su portero; y la segunda de repliegue una vez los azulgranas podían superar la primera emboscada. Hasta el 0-1, pues, a los visitantes no les costó tanto introducirse en campo rival como superar a su rival en las inmediaciones del área. Dembélé, el culer más desequilibrante, desde la izquierda tendió más al centro que a la cal, perdiendo opciones de uno contra uno y terminado en la jaula que había diseñado Michel. Ni Ousmane, ni Gavi, ni Ansu, ni De Jong consiguieron romper a la pareja que formaron Oriol Romeu y Aleix García y atacar a los centrales, y por fuera tanto a Raphinha como a Marcos Alonso les faltó tanto profundidad como capacidad de desborde.

Las teclas que tocó Xavi para encontrar soluciones fueron tres: Ya antes de que terminara la primera mitad, aprovechando la lesión de Dembélé recurrió a Pedri para introducir a un cuarto centrocampista, lo que le permitió al Barça sumar presencia por dentro, aumentar las opciones de pase interior y, en consecuencia, agilizar la circulación a través del carril central. Las otras dos teclas, el técnico las tocó al descanso. Por un lado la entrada de Jordi Alba para que el lateral aportara la profundidad y la llegada que no había podido dar Marcos Alonso en una banda que ya no contaba con un extremo lateral. Por el otro, el cambio de perfil de Pedri y De Jong, pasando el canario al interior izquierdo, cerca de Gavi y del mencionado Jordi Alba, para volcar el juego culer hacia ese sector, atraer un mayor número de efectivos del Girona y así generar los espacios que le habían faltado al juego ofensivo barcelonista. Acumulando rivales alrededor del tándem Gavi-Pedri pudo el Barça llevar al balón a los alejados en situación prometedora para que progresaran en ataque con menos obstáculos cerca. Para que Raphinha pudiera activar su zurda más desahogado, De Jong o Ansu amenazaran con llegar al área por pasillos menos concurridos, y Jordi Alba atacara la espalda de la zaga del Girona poniendo a los centrales a correr en dirección contraria a sus mediocentros.

Estas tres intervenciones no le sirvieron al FC Barcelona para una mejoría incontestable, pero sí para empezar a inquietar la portería de Gazzaniga y encontrar el tanto que le valdría el triunfo. Antes de confirmarlo, sin embargo, tuvo que sufrir. Tras el 0-1 no logró mantener el control del partido, y sintió el efecto de los cambios de Michel. En especial, la entrada de Valery Fernández en banda izquierda, que retó a Koundé cerca de la cal, consiguió conquistar con continuidad la línea de fondo y surtió de centros laterales un área culé en la que ni Araújo, ni Eric Garcia, ni Ter Stegen gobernaron, en la que Sergio Busquets no se sumó a la ayuda y en la que Jordi Alba se mostró débil protegiendo el segundo palo. Un sufrimiento al que el Barça se vio condenado por la falta de soluciones para recuperar el esférico o para amenazar en transición, pero que no fue a mayores. Compensando primero en mediocampo lo que le faltó en la delantera, y luego salvando en defensa lo que no alcanzó a proteger en el centro del campo.

– Foto: Pau BARRENA / AFP

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