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El cambio que no fue

En la recta final, cualquier resbalón equivale a decir adiós a la Liga, y tanto a Barça como a Madrid les está castigando jugar después que su rival. El equipo de Guardiola saltó al terreno de juego conociendo la victoria del conjunto blanco. Sólo les valía ganar. De lo contrario, el clásico de la semana que viene perdería casi toda trascendencia. Esa presión, ese vértigo ante el abismo, se notó tras el gol del Levante. Antes del gol el Barça había estado bien. Llegando con relativa facilidad y creando alguna que otra ocasión de gol.

El planteamiento del Levante entregaba las bandas en defensa. Los laterales, Juanfran y Pedro López, defendían estrechos encerrando a la zaga del Levante en el ancho del área grande. Guardiola, no obstante, había salido con el 3-4-3 y dos extremos claramente abiertos en banda. El Levante regalaba las bandas pero el Barça no. Sin embargo, los ataques del Levante sí eran anchos, a tres carriles. Valdo por la derecha, Botelho por la izquierda y Koné por el carril central, castigaban la transición defensiva culé en defensa de tres.

El gol del Levante cambió el partido. Por dos motivos, uno, ya mencionado, lo presionado del equipo de Guardiola que si no sumaba los tres puntos veía escaparse cualquier opción al título, y dos, que con el marcador a favor, el Levante replegó a sus volantes que ahora llegaban al dos contra uno. Guardiola movió pieza y ordenó un 3-2-2-3. Mantenía la defensa de tres, por delante de la cual se situaban Busquets y Xavi, Cesc y Messi con total libertad para buscar el espacio entre líneas, Thiago en la izquierda y Pedro en la derecha para estirar la defensa y Alexis como nueve para fijar la marca de los centrales.

Con Cesc, Messi y Alexis por dentro amenazando a los centrales del Levante, las ayudas a banda de éstos, se volvieron menos frecuentes, y las situaciones para el uno contra uno aumentaron. Guardiola, entonces, dio entrada a Isaac Cuenca. Substitución interesante tanto por quién entra como por quién sale. El substituido fue Xavi, y Guardiola volvió a romper el partido tal y como hizo ante el Milan. Sacar a Xavi para entregarse al ritmo de Cesc. Ida y vuelta, intercambio de golpes y el deseo de permitir salir al Levante para que su sistema defensivo se moviera. El Levante había estado saliendo a la contra con tres hombres y siempre con balones largos, acercando a cero las opciones de una pérdida que encontrara a la defensa mal situada.

Con Alexis de 9 limitando las ayudas de los centrales a banda y la entrada de Cuenca para aprovechar ese escenario favorable al uno contra uno, el Levante se vio obligado a pasar a la defensa de 5 para no generar espacios por dentro. Un 5-3-1-1 en el que Botelho cayó hasta el lateral y se emparejó con Cuenca. Y ahí nació la oportunidad para Guardiola. Una oportunidad que el segundo gol de Messi no permitió que viéramos. Con marcador a favor, era momento de asegurar y la entrada de Dani Alves llevó a recuperar la línea de cuatro atrás.

La oportunidad a la que nos referimos era el Alves por Adriano. La banda izquierda levantinista había quedado vacía en ataque ya que Botelho tuvo que bajar hasta el lateral, y la media situaba a tres hombres por dentro para tapar las posibles combinaciones en la zona Messi. El camino quedaba despejado para un Alves liberado en defensa de tres. Guardiola podía permitirse arriesgar, pues las dos alas del Levante en la primera parte ya no amenazaban la defensa de tres. Botelho era lateral y Valdo se había incrustado en el trivote. Mascherano y Puyol para un dos contra uno con Koné que les permitiría caer a banda siguiendo al delantero, y Busquets para asegurar por delante ante la posibilidad de una llegada de Barkero.

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