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En las cosas que me cercan

En las cosas que me cercan

Dado que esta semana hemos recordado al poeta Miquel Martí i Pol, este puede ser un buen momento para contar que me gusta escribir poesía. A veces lo hago mejor, otras peor, pero el caso es que me gusta. En esto de la poesía, como con todo en la vida, hay maneras y maneras, y  la de Martí i Pol no es con la que más me identificaría. Cuestión de gustos, nada más. Aún así, anteayer hizo diez años, en mi tierna adolescencia, me acerqué a una librería para hacerme con una antología del poeta de Roda de Ter. Disfruté como se disfruta todo lo que es bueno, pero no lo sentí mío. Sin embargo, desde entonces, no he podido escribir nada donde no vea, con mayor o menor fiereza, la influencia de esa lectura de juventud. Quiera o no quiera -por lo general no quiero-.

Carles Puyol y Marc Bartra, en lo que va de Liga, ya cuentan tres partidos como pareja de centrales titular. Pamplona, Vigo y Sevilla. A priori, nos imaginaríamos pocos defensas más distintos. Un veterano gladiador y un joven príncipe. Un símbolo al final de una gloriosa carrera, y un prometedor talento levantando la voz por primera vez. Puyol ha sido coraje e intensidad, la última gota de sudor sobre el césped y, por encima de todo, un talento defensivo de difícil comparación. El retrato del marcador, profesión a la cual quedó vinculado para siempre desde que lo emparejaran a Luis Figo el día que el portugués regresava al Camp Nou. Batra, por su parte, es el central elegante. Estirado y esbelto, trata con mimo al balón y eso de arrugar el gesto va poco con él. Cabeza levantada tanto si pasa como si conduce, y autoridad en el corte. Todo con la seguridad de quien se siente elegido.

En Paraules al vent (Palabras al viento), Miquel Martí i Pol escribió el poema Un dia seré mort (Un día estaré muerto). Sus últimos nueve versos dicen así:

Digueu-me quin prodigi
fa la tarda tan dolça
i tan intensa alhora,
i a quin prat o quin núvol
he d’adscriure el meu goig,
perquè em sé perdurable
en les coses que em volten,
i sé que algú, en el temps,
servarà el meu record.

———————–

Decidme qué prodigio
hace la tarde tan dulce
y tan intensa a la vez,
y a qué prado o qué nube
tengo que adscribir mi gozo,
porque me sé perdurable
en las cosas que me cercan,
y sé que alguien, en el tiempo,
guardará mi recuerdo.

El Tata Martino ha reconocido esta semana que le gusta ponerlos juntos. No sólo porque siendo tan distintos se complementan, sino porque la compañía del capitán está ayudando a Marc Bartra a crecer. Le vemos chocando más que nunca. Yendo al suelo dispuesto a ensuciarse. Apretar los dientes. Corregir y contenerse. Saber medir. Quiera o no quiera, ya hay un poco de Puyol en Marc Bartra. Cuando el capitán lo deje y se disponga a ver a su Barça desde fuera, como leyenda por los títulos que ha levantado y como ejemplo por los que ha dejado levantar a otros, no lo hará con añoranza. No debería. Se verá en las piernas de otro, aunque sólo sea un poco. Ya tiene quien guarde su recuerdo.

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