
El viernes, en ausencia de Adriano, en el lateral izquierdo del Barça formó Martin Montoya, que de lateral tiene mucho pero de zurdo bien poco. Es cierto que los diestros responden mejor al cambio de banda que los zurdos -recordamos en el Barça una actuación cuanto menos curiosa de Maxwell en el lateral derecho en ausencia de Dani Alves- pero estaba cantado que ahí, el bueno de Martín, iba a sumar poco. Tan claro estaba que el Espanyol asumió de antemano que el Barça atacaría con diez: a Montoya, ni caso. Fue curioso observar como pese a salir con un claro 4-3-3, en defensa los de Aguirre quedaban parados en un 4-4-2 asimétrico en el que Torje -en la izquierda- se incrustaba en la media, mientras Thievy quedaba absolutamente descolgado en la punta derecha. Ahí estuvo el error. Lo que permitió que, pese a hacer un mal partido, el Barça tuviera el control. El control de un mal partido.
El Espanyol tuvo la oportunidad de defender once contra diez y decidió hacerlo diez contra diez. Y diez contra diez, sigue siendo mejor el Barça. Además Andrés Iniesta no necesita que se la dejen tan franca para hacer sus cosillas. El caso es que en ese agujero que el Espanyol dejaba entre su interior derecho y la cal, Andrés lo tuvo fácil. Si quería recibirla sin oposición, se escoraba, y si decidía ponerse a flotar entre líneas, descompensaba todo el sistema defensivo de Aguirre. De ahí que un Barça tan, pero tan, impreciso, encontrara pocos problemas para situarse una y otra vez en la frontal. Faltó el gesto final, pero llegaría el gol de Alexis –otra vez de Alexis– para dar la victoria al Barça.
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