Con Iniesta haciendo de Xavi
El Barça de Luis Enrique es un equipo de contrastes. Con poca constante más que la victoria y cuya puesta en escena a menudo queda a expensas de lo que plantee el rival, el sábado mostró una versión de su juego prácticamente opuesta a la ofrecida siete días atrás, como opuestos fueron los planteamientos de Sergio González y Nuno Espírito Santo. Sí se apunta de un tiempo a esta parte, no obstante, una línea persistente de mejora cuando su rival le invita al ataque posicional, siempre que no le apriete demasiado en la salida, que va de la mano de un aumento del peso de sus centrocampistas en el juego y un giro hacia un mayor control, coincidiendo con la entrada de la temporada en su tramo más decisivo. Desde que se intentara, sin demasiado éxito en la aplicación, durante la primera mitad del clásico, 35 minutos en Sevilla, la eliminatoria ante el PSG casi en su totalidad y buena parte del partido disputado este fin de semana en Cornellà, son los precedentes más recientes del progreso.
Cierto que el Espanyol prefirió esperarle atrás y decidió no apretar arriba, que es cuando al Barça se le ensucia el resto aunque eso implique espacio para sus tres cracks, pero esta vez lo que tenían los culés en frente no hacía más que reafirmar una intención que, claramente, ya tenía de inicio y que además supo ejecutar de maravilla. A lo largo del curso, al cuadro de Luis Enrique siempre le han favorecido los escenarios con un ritmo alto de juego debido a sus problemas para generar peligro desde un ataque posicional si no era apoyándose, hasta la exageración, en Messi y Neymar bien para que cualquiera de los dos encendiera la mecha regateando en banda o con el argentino bajando a la medular hasta ejercer de organizador en funciones. En el derbi, sin embargo, lo expuesto tuvo poco que ver con esto y mucho con los ejemplos que hemos enumerado para cerrar el primer párrafo. De la mano de un Iniesta muy presente capitaneando la zona ancha, el centro del campo tuvo entidad propia y supo servir en ventaja el balón a sus delanteros. Aunque Messi, que no jugó de extremo sino muy centrado, retrasara un escalón su posición, en esta ocasión era más extra a potenciar y gusto para el diez que el clavo ardiendo al que agarrarse para hacer llegar el balón arriba.
En este tipo de escenarios posicionales, desde que se ha pasado definitivamente la pagina del Xavismo, la medular blaugrana ha adolecido de la figura de un director. De un epicentro para la posesión de participación permanente que contactando con el cuero varias veces a lo largo de la jugada ordenara y diera sentido con cada toque a la asociación. “Yo odio el ‘tiki-taka’. Lo odio. El tiki-taka es pasarse el balón por pasar, sin ninguna intención. Y esto no sirve para nada. No os creáis lo que dicen: ¡El Barça no tenía nada de tiki-taka!(…)Hay que pasar el balón, sí, pero con intención“. La intención a la que hace mención Pep Guardiola en estas palabra que recoge Martí Perarnau en su libro Herr Pep, al Barça el sábado se la dio un Iniesta más organizador que nunca. Incluso en su mejor momento Andrés no era este tipo de jugador, pero sorprendentemente esta vez hizo “de Xavi”. Tocó el balón 104 veces (en Vigo hace menos de un mes fueron 67 y en el Barça-Madrid 68), mandó en la base y apareció tanto en derecha como en izquierda. Su sobrevenido protagonismo elevó a Sergio Busquets, a quien le va como anillo al dedo tener al lado un futbolista ejerciendo este rol, y a un Rafinha que también cuajó una buena actuación.

Con la salida de Rafinha del campo, con balón para el Barça Leo Messi y Alves se turnaron en la zona del interior derecho.
Junto a ellos tres, Messi. A veces por delante, otras a su misma altura y pocas abierto en la derecha, creó superioridad numérica en la circulación, se repartió con el resto de mediocampistas los distintos escalones de la medular, apareció entre líneas, templó y cambió el ritmo a la jugada y se destapó con un ramillete de sus habituales pases diagonales que en no pocas ocasiones supusieron una oportunidad de gol para Suárez o Neymar. Posteriormente, tras la expulsión de Alba y la entrada de Mathieu por Rafinha para recomponer la zaga, compartió el espacio y las funciones del interior derecho en ataque con Dani Alves.
Sobre sus compañeros de ataque, comentar que el brasileño se encontró muy cómodo mezclando la amplitud con las apariciones por dentro para asociarse con el 10 y el 8, y que el uruguayo volvió a firmar un partido completísimo en el que sumó de manera repetida y en los cuatro ejes. Apareció para apoyar en la frontal, picó al espacio y compensó en ambas bandas. Especialmente interesante para su equipo resultó esto último, ya que no solo Messi y Neymar localizaban gran parte de su juego en el carril central llegado el último tramo, sino que tanto Dani Alves como Jordi Alba mantuvieron una actitud prudente a la hora de recorrer la banda. Ambos laterales guardaron la posición y por regla general esperaron por detrás del balón para controlar las contras y ganar, centrados, los rechaces que la zaga periquita escupiera. Aún así, sin costados fijos (en la derecha “no había nadie”), ambos extremos estuvieron siempre bien activados, y el delantero centro del equipo tuvo mucha parte de culpa en ello.
La autoridad y domino del Barça sobre el juego fue holgada, y el Español apenas tuvo oportunidades para salir. Con el ataque del Barça imponiendo discurso, la opción de contra maniatada, Piqué eligiendo bien, Mascherano compensando, Bravo puntual a la cita y un Iniesta que también fue solución cuando los de Sergio decidieron apretar arriba, la convincente e inspirada actuación culé resultó incontestable para los locales.