
Asesinos, ladrones y abogados
Dios se ha ido por negocios y han quedado al cargo asesinos, ladrones y abogados, cantaba Tom Waits con esa voz suya tan particular que nace desde el fondo del cenicero. Su exclamación no es que fuera especialmente esperanzadora, sino que más bien resultaba un lamento fantasmagórico. Claro que en 2002 él y nosotros estábamos lejos de saber que Messi, Neymar y Luis Suárez un día compartirían equipo, y que sin Leo los otros dos serían capaces de mantenerlo todo en paz y en orden. El sábado, en el Coliseum, el brasileño y el uruguayo fueron los asesinos en el frente de ataque culé.
Siguiendo la línea que dibuja la trayectoria del equipo desde hace ya semanas, Neymar mantuvo su estatus de líder y siguió enfocando su elevado punto de forma a la creación de acciones de peligro. Despegado de la cal y frecuentando los tres cuartos, aceleró, desequilibró e implicó en el juego al resto de un equipo que, hasta nueva orden, es suyo. Lo consigue de forma distinta a como lo hace Messi, pues además de ser futbolistas diferentes ocupan los costados opuestos en la delantera. Esta cuestión no es meramente anecdótica, debido a que siendo el Barça un conjunto asimétrico a la hora de repartir roles, el desplazamiento del foco principal afecta y cambia el comportamiento de determinadas piezas. Las hay, como Rakitic, Alves y Jordi Alba, a las que el nuevo escenario les supone una dificultad. En el caso del lateral izquierdo porque pierde el envío diagonal desde la otra orilla con el que tan imprescindible se convierte, y porque el nuevo rol de Neymar le demanda mayor interpretación en banda con el balón en los pies, y en caso de los otros dos, porque la ausencia del 10 hace volar por los aires el juego de equilibrios en las funciones que los tres se repartían en el carril derecho.
Concretamente en el caso del defensa, la baja del eje vertebrador lo ha alejado de su versión más centrocampista devolviéndole a su rol más exterior, ese que necesitó reconducir Luis Enrique en 2014. También Munir jugó bastante por fuera, una dinámica que ya se apuntó en Borisov y que puede estar definiendo su estatus en la plantilla a la vez que rompiendo la pareja de iguales que hasta ahora ha venido formando con Sandro Ramírez. A quien el cambio de escenario no le está impidiendo seguir mostrando su mejor cara es a Luis Suárez, que ha cambiado la dirección de sus caídas a banda, ahora hacia la izquierda, y ha construido con Neymar una relación parecida a la que mantenía con Messi. Por detrás, el ladrón fue Sergio Busquets, valuarte defensivo a la hora de sofocar cualquier intento de contra getafense desde su reencontrada posición de mediocentro. Como matiz a apuntar, debido a que los de Escribá defendían el primer pase del Barça con Scepovic y Sarabria en la primera línea para igualar fuerzas con los centrales catalanes, en muchas ocasiones Sergio bajó para situarse entre ellos y generar así la superioridad, una variante que, como ahora con Neymar a los mandos en lugar de Messi la jugada de ataque corre más, por momentos lo mantuvo demasiado separado de sus interiores permitiendo a Víctor Rodríguez y compañía alguna que otra escapada.
Nada comparable al peligro que transmitieron y consolidaron las que protagonizaba el abogado culé entre las líneas del Getafe. A Sergi Roberto ahora mismo no le importa el caso que le toque enfrentar, es victoria asegurada. Recibió el empujón desde el lateral, pero ahora desde el interior no solo explota recorrido sino que es capaz de defender el papel de socio principal de Neymar desde el mediocampo, conductor de la contra, asistente genial e incluso de sumar unos pocos minutos ejerciendo de delantero por la derecha. De hecho, es posible que como aquellos fiscales agresivos de las películas que se abalanzan sin piedad sobre el cuello del testigo, tuviera la culpa del paso atrás que dio su rival después de iniciar el choque aparentando querer presionar al Barça. El primer balón que pasó por los pies de Bravo fue el Getafe a buscarlo arriba, Sergi se ofreció detrás de la presión, recibió, atravesó con el esférico en sus botas casi todo el largo del campo, cedió a Neymar, éste jugó de pared con Suárez y mientras Roberto ya esperaba en el corazón del área, le puso un pase medido a Munir que el hispano-marroquí no acertó a transformar en gol con una acrobacia. Ya no se atrevería más el Getafe ante Sergi Roberto.
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