
Ensanchando Ipurua
Si había alguna duda sobre cómo iba el Barça a administrar su ventaja en Liga, más que su victoria ante el Sevilla, la de ayer en Ipurua parece dejar claro que no la usará de paréntesis sino como trampolín. Un conjunto culé conectado, preciso y ambicioso, se hizo con los tres puntos y firmó uno de sus mejores primeros tiempos del curso el día en que debía sobreponerse a la ausencia de Neymar Jr. El lugar del brasileño, contra lo que a menudo se presagia, recayó en un delantero, el otro que está formando parte del grupo de competición para Luis Enrique. El técnico asturiano, desde que se sienta en el banquillo azulgrana, ha tenido que lamentar la ausencia de uno de los integrantes de la MSN en Liga más de una treintena de veces, y sólo en cuatro de todas ellas optó por ocupar el vacío con un cuarto centrocampista. Con Sergi Roberto y Arda Turan en una ocasión cada uno, con Rafinha en dos e Iniesta en ninguna. La receta regresa como un eco con frecuencia, más por la insistencia y fruición con la que temporadas atrás la utilizaron Guardiola, Vilanova o Martino, que por el apego que hasta la fecha ha demostrado tenerle Luis Enrique.
Así pues, Munir, el cuarto delantero natural con que cuenta el asturiano en plantilla, completó el ataque y aun siendo quien estrenara la meta de Riesgo, lo hizo bien pegado a la banda izquierda. Ipurua pasa por ser el estadio más estrecho de Primera División y el F.C.Barcelona este curso está mandando más hacia dentro a sus extremos que el pasado, cuando uno de sus grandes aportes era el de regatear por fuera. Además, ayer por la tarde al once también le faltaba Iniesta, actual director de la nave barcelonista y cuya rotación podría invitar a Leo Messi a cerrarse sobre la mediapunta para tomar desde ahí el mando. No ocurrió tal cosa. Como Munir en la izquierda, el argentino -lógicamente con más libertad que el joven canterano- aguantó perfilado sobre todo durante el tramo inicial del choque, aquel en que, hasta la sentencia del propio diez, más dominaron los visitantes. Mendilibar, en la línea de lo que es el Eibar, planteó una presión tan feroz como ajustada que mismamente en el Camp Nou le sirvió para poner en serios aprietos a Barça. En esta ocasión, sin embargo, los de Luis Enrique lograron esquivarla haciendo tan ancha como fuera posible la estrechez del terreno de juego armero.
Además de los delanteros de banda, tanto los interiores como ambos centrales y laterales se mudaron a los carriles externos para que la salida de balón transcurriera a través de ellos. El mediocampo del Eibar, integrado por cuatro futbolistas y no por cinco, de repente se mostró más angosto de lo esperado, pues con las piezas culés tan abiertas, o se mantenía junto para presionar o separado para poder llegar a todo. Y es que, pese a la distancia que alejaba a los barcelonistas entre ellos sobre el campo, el líder exhibió una precisión en el envío que le permitía conectarlos a todos. Previa escala en Sergio Busquets en el centro o directamente con un cambio de orientación certero, el Barça obligaba al Eibar a defender un campo más grande que aquel en el que los catalanes tenían la impresión de estar jugando. Como los visitantes se encontraban todos, la bien aplicada presión local se volvió ineficaz, y lo que debía haber sido ahogo fueron espacios en los que pasarse el balón. Alves, Mascherano, Piqué, Rakitic, Arda…todos los culés dieron muchos pases.
El que dio menos fue Luis Suárez, porque el uruguayo recuperó alguno de los movimientos sin balón que en los últimos partidos había perdido o, al menos, intentado con menos tozudez. De dentro a fuera y desde fuera, de nuevo, hacia dentro, fue junto a Munir una opción permanente para el envío de Messi. El argentino volvió a regalarnos una exhibición de pases a modo de muestrario, y a demostrar que pese a las semanas de inactividad de la primera vuelta, afronta la fase decisiva del curso destacado en primera línea de parrilla. Especialmente sobrecogedora resultó su expresión de templanza en el segundo gol del Barça, contrastando con el esfuerzo indisimulado e indisimulable de sus defensores producto de la exigencia de la acción. Para más inri, en los minutos del primer tiempo en que, tras gol inicial visitante, más supo y pudo apretar el Eibar. Por no perdonar, Leo no perdonó ni el penalti.
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