
La amenaza fantasma
Corría el minuto cuatro de partido cuando Rakitic perdió un balón en campo del Betis. Tres verdiblancos salieron raudos al contraataque sin más oposición ante ellos que Piqué y Mascherano, que reculando trataban de ganar tiempo hasta que llegara el auxilio de algún compañero. Antes de que lo hiciera, Joaquín, Petros y Rubén Castro alcanzaron la corona del área y éste último intentó batir a Bravo con un disparo que uno de los centrales desvió a córner. El saque de esquina lo remató Bruno González entre los tres palos, pero el guardameta culé interceptó el peligro. Ya no llegaría más el Betis. En realidad, como quien dice, prácticamente no tenía ni opción real de hacerlo. A consecuencia de este acercamiento, sin embargo, el Barça ya tenía el miedo metido en el cuerpo. A partir de entonces jugó aterrado por la idea de una nueva contra local. Como si el conjunto andaluz tuviera a Koke para lanzarla, a Gareth Bale para correrla y a Thomas Müller para transformarla en gol. Lo cierto es que a la delantera bética, sin Musonda, le faltaba mucha velocidad para plantear una amenaza veraz jugando a tantos metros del área como le obligaba su asumido repliegue. Si no terciaba un error tan grosero como el que había dado origen a su única aproximación -no valía uno cualquiera- Joaquín y Rubén Castro verían desde muy lejos a la portería azulgrana.
Álvaro Cejudo, quien sí podría haber recortado la distancia a fuerza de piernas, tenía que ejercer primero de segundo lateral derecho en apoyo de Bruno, que se vio con problemas ante un Neymar que le ganaba por físico, y posteriormente de defensor al uso en el lado del brasileño tras la expulsión de Westermann. El Barça, no obstante, que venía de buscarse en un ritmo abierto ante Valencia y Deportivo de la Coruña, jugó el balón en ataque como lo jugó ante Real Madrid o Atlético, muy lento, muy precavido, muy controlador. Esto, junto al propósito verdiblanco de defender atrás, lo condenó a atacar sin espacios, en una ofensiva posicional a la que sigue sin aportar más soluciones que las que proponga la bota izquierda de un Leo Messi de nuevo centrado. Jugando el Betis atrás y moviendo el Barça el balón tan despacio, ni se adivinaron los espacios ni los visitantes los forzaron a aparecer. Lo intentó con algún cambio de orientación hacia el perfil izquierdo y, sobre todo, con envíos verticales lanzados directamente hacia el corazón del área, pero fue Messi, otra vez él, quien hizo suya la victoria y mantuvo a buen recaudo el primer puesto en la clasificación de Liga. Se encargó de ello casi solo, aunque esta vez Busquets estuviese liberado y con ello el equipo pudiera atacar y defender más junto.
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– Foto: Cristina Quicler/AFP/Getty Images
Morén 2 mayo, 2016
@ Jean Paul Díaz
Como hablamos con @Xavier en el artículo sobre Pogba, para mí algo importante a la hora de tratar este tema es que ahora mismo el entrenador del Barça es Luis Enrique, y los dos años del asturiano en el banquillo culé se han caracterizado más por la voluntad de espacios y un ritmo más o menos abierto que por el control que brindan figuras como las que comentas. Como además, para cuando lo ha buscado, ha tenido a Andrés Iniesta (o a Messi) y el manchego en condiciones normales es fijo en el once, a mí se me hace difícil pensar que Luis Enrique sea muy partidario de juntar a dos interiores con perfil de control, por así decirlo. Sí creo que con el tiempo, o porque Luis Enrique no esté o porque opte por un camino distinto (o porque no esté Luis Suárez que para mí es un punto también importantísimo en esto) lo normal sería que el Barça se inclinara de nuevo hacia un camino como el que apuntas.
Sobre futbolistas jóvenes del tipo que me pides, de un tiempo a esta parte me viene gustando lo que hace Dahoud del Mönchengladbach.