
Messi Park
Tras varias semanas de inquietudes, le tocaba al Barça reconocerse de nuevo y lo hizo sobre el césped de Celtic Park con su versión más vertical del ciclo. En su sala de máquinas faltaba Andrés Iniesta y su lugar en el once, como única alteración respecto al presumible equipo de gala, fue para un André Gomes desligado del rol de cerebro del manchego y enfocado a su habitual relación con la mediapunta. Tanto él como Rakitic, su acompañante en los interiores, tendieron a alejarse de Sergio Busquets cuando era el Barça quien movía la pelota, empujando al mediocampo escocés, habilitando líneas de pase hacia adelante y liberando una enorme cantidad de espacios para el indiscutible protagonista del choque, sobre el que se volverá más adelante aunque adivinar su nombre no resulte difícil. La naturaleza y comportamiento de los interiores azulgranas, pues, se alió con el planteamiento local para abrazar un arranque de partido de un ritmo frenético de ida y vuelta y de escasisimas interrupciones. Brendan Rodgers, contrariamente a lo que ocurrió en el Camp Nou, donde ordenó un repliegue claro y extremado de su equipo, en esta ocasión pretendió incomodar el juego culé desde el inicio, con las líneas adelantadas y una presión sobre los primeros pases del Barça que empujó a los hombres de Luis Enrique a la verticalización y a aceptar de muy buen grado un guión de partido en el que difícilmente sus cartas no pesarían más que las de su adversario.
Así ocurrió, y sirva el duelo entre los centrales visitantes y el más que interesante punta Moussa Dembélé como ejemplo no principal pero sí más claro. El delantero centro francés protagonizó una actuación más que meritoria, variada y con intención ante Piqué y Mascherano, diversificando la amenaza y demandando de la pareja un grado de acierto y concentración ante sus apoyos, desmarques y caídas a banda que como tuvieron, y puesto que se trata del mejor y de uno de los mejores centrales del planeta, les valió para vencer en su particular batalla. Algo muy parecido sucedió en la otra mitad del campo, con Neymar imponiéndose al mortificado Lustig, Luis Suárez a los centrales y Leo Messi a cuanto sobre sí mismo conoce el fútbol. El argentino no es el mejor por ser quien más cerca se mueve del listón, quien mejor exprime las posibilidades que le ofrece el deporte que practica, sino que es él mismo quien le marca los límites de lo posible, quien redefine lo que es y de qué se trata. Lleva la frontera del fútbol cosida a su bota izquierda, de modo que cada gesto suyo, cada movimiento que dibuja, cada decisión que toma, arrastra todo el universo contenido en un partido. Ante el Celtic, la mayor parte del tiempo Leo jugó caminando, y así es que definió todo cuanto aconteció durante los noventa minutos. Muy centrocampista en ausencia de Andrés Iniesta y presente en cualquier zona del campo, como nota menos habitual en esta ocasión aumentó su participación en el carril izquierdo, donde halló dos socios muy de su agrado en las figuras de Jordi Alba y Neymar.
El primero hizo sentir su peso específico en el equipo desde el primer minuto, dando muestras de su entendimiento con los teóricos extremos culés en los últimos metros tanto en los tiempos de aparición como en la toma de decisiones, apoyando la salida de balón a la izquierda de los centrales y potenciando, más si cabe, el valor que ha adquirido su juego interior alcanzando desde atrás la plaza a la izquierda de Sergio Busquets que la ausencia de Iniesta y la posición adelantada de André Gomes dejaban disponible. En cuanto a Neymar, situado por delante de Leo fue un activo fundamental en la transición ofensiva visitante imponiéndose con continuidad sobre su par, y uno de los dos factores que más contribuyeron a que el Barça pudiera alargar la jugada arriba, gracias a su capacidad para juntar rivales y compañeros a su alrededor y para entregar el balón a los segundos en situación ventajosa. El otro fue Sergio Busquets, que liberado por el Celtic de una vigilancia específica al inicio, y por el Barça de tener que seguir los ataques desde una posición excesivamente retrasada, resultó la constante posibilidad en la descarga sobre la que se apoyó el juego de ataque barcelonista con tal de que su ofensiva siempre hallara la forma de respirar y de ganar tiempo hasta que el balón volviera a los pies de Messi. En ellos está todo.
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Foto: Ian MacNicol/Getty Images