
Quien tenga menos prisa
Los últimos clásicos disputados entre FC Barcelona y Real Madrid los han decidido las prisas. El primer equipo en tenerlas, ha perdido. Algunas veces ha sido por un afán en la anticipación defensiva, como un impulso irrefrenable por recuperar el control del cuero cuando la línea emocional del duelo se altera. Otras por una presión con más corazón que cabeza, respondida con estratega voluntad de remover con tal de descubrir libres todos los caminos que conducen al gol. Y en el último precedente, por el afán de una ascensión precipitada con la pelota, sin tiempo para que en el transcurso se establecieran los puntos de seguridad necesarios para no caer al vacío si alguno de los apoyos resbalaba.
Luis Enrique, desde que se sienta en el banquillo azulgrana, siempre ha afrontado el minuto cero de los clásicos desde una apuesta de mayor control y horizontalidad que en su día a día. Se estrenó en el Santiago Bernabéu con la poco habitual coincidencia bajo su mando de Xavi e Iniesta, redobló el impacto del manchego en funciones de temple para la vuelta en el Camp Nou, empleó a Sergi Roberto como cuarto centrocampista en la noche del 0-4, y en el último precedente acercó sobre el tapete a Messi y Andrés para construir con ambos un núcleo en el mediocampo que ante los blancos calentara más que ante cualquiera. El ir y venir culé de las últimas tres temporadas tiene su gran razón de ser en el poderío de su tridente ofensivo, y en la certeza asumida de que con él en vanguardia sus golpes siempre serán más certeros que los de su oponente. Sólo el Real Madrid, con Cristiano Ronaldo, Bale y Benzema puede mirar a los ojos a la delantera barcelonista, por eso sólo ante ellos ha buscado Lucho de forma recurrente el control como protección. Si bien en esta ocasión la ausencia del galés no sólo pesa sino que condiciona, cabe esperar que el Barça no varíe el plan, al menos de inicio, entre otras cosas porque Iniesta, el hombre que debe mandar sobre el pulso, seguramente no llegue en las mejores condiciones físicas para exponerse a un encuentro partido.
Andrés en un lado y -en ausencia de Kroos- Modric en el otro, serán los encargados de controlar las constantes nerviosas de sus respectivos equipos. En el caso del croata también desde el punto de vista defensivo, gran aval competitivo de este Madrid de Zidane que tan difícilmente da su brazo a torcer y que precisamente desde la contención se hizo fuerte en su última visita al Camp Nou. Probablemente la nota más significativa del trabajo el técnico galo tenga que ver con la estabilidad defensiva que ha logrado darle a su equipo. Una comodidad sin la pelota y con las líneas replegadas, de la mano de la compostura técnica para no meter el pie más pronto y con más riesgo del necesario, que sin embargo el sábado se encontrará con el inconveniente de las secuelas de dos ausencias como las de Bale y Morata. Se trata, seguramente, de los dos futbolista de la plantilla merengue más aptos para hacer atacar a su equipo aun cuando éste recupere el esférico muy atrás. Quienes más metros pueden transitar a la contra. Ya el curso anterior, en los tramos más localizados en la mitad que defendían los blancos, las salidas directas hacia al costado de Gareth buscando su superioridad en el duelo físico con Jordi Alba, resultaron la vía de escape más clara e insistente de los de Zizou.
Sin ellos dos, y sin desdeñar la carta de Lucas Vázquez para estirar desde muy atrás, a priori los dos grandes argumentos del Madrid para construir una transición ofensiva poderosa pasan o bien por un trayecto con escalas, menos vertical y asumiendo descansos en las botas de Sergio Ramos, Marcelo, Ronaldo, Modric, Isco y Benzema para subir peldaños hasta llevar el juego a la mitad culé, o bien por la figura de Cristiano. Ya sea desde la banda izquierda, enfrentando a un Sergi Roberto que como lateral no se habrá visto en una igual, o aprovechando desde la punta los espacios que debería darle un Barça que quiera ser protagonista con el balón. Su impacto, además de con un lado fuerte del ataque blanco que puede juntar en el perfil defensivo de Messi y Sergi Roberto a Marcelo, Isco y el portugués, estará muy relacionado también con otra de las batallas clásicas de los enfrentamientos entre estos dos equipos. Un Cristiano Ronaldo superior desde la cal o móvil desde el centro, arrastrará con él a Gerard Piqué, separando al catalán de Mascherano y exponiendo al Jefecito a su pareja de baile más incómoda: el complejo Benzema. No por nada, probablemente, en las últimas horas se ha especulado con la posibilidad de que finalmente sea el argentino quien ocupe el lateral entrando Umtiti a la izquierda de Piqué para medirse a su compatriota.
Cabe, sin embargo, la posibilidad de que las bajas para la contra blanca y las dificultades del Barça en Anoeta para superar la presión adelantada de la Real, inviten a Zidane a plantear una defensa distinta a la que le dio la victoria en el Camp Nou hace unos meses -aunque ya demostraron Alavés o Málaga que también ante repliegues sufren los culés-. Buscar la recuperación cerca de Ter Stegen para esquivar la ausencia de piernas que trasladen el balón hacia arriba, a costa de ofrecerle la espalda a la MSN. Neymar frente a Carvajal, Luis Suárez contra unos centrales ante los cuales ya ha celebrado tres goles, y Leo Messi, siempre como arma devastadora, en la zona del pivote izquierdo del Madrid. Si es Kovacic, pese a su loable actuación en el derbi madrileño, el desordenado ímpetu del croata buscando el robo puede resultar una puerta abierta para el desborde del 10. Para Luis Enrique, de hecho, ante el regreso de Iniesta y la posibilidad de un Madrid que de entrada permita la salida desde atrás, sería un golpe escondido la opción de utilizar al argentino moviéndose por detrás del mediocampo blanco en lugar de por delante, con Andrés y Luis Suárez como atracciones en direcciones opuestas con tal de desacompasar las líneas defensivas del Madrid y habilitar espacios para Messi en la corona. Por algo es el rey.
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– Foto: Lluis Gene/AFP/Getty Images