
Un plan reversible contra Anoeta
Pocos escenarios como Anoeta para bañar de rotundidad la impoluta primera vuelta del Barça de Ernesto Valverde. El feudo de la Real Sociedad es para los culés una profecía autocumplida, una racha en forma de maldición cuya leyenda redobla los efectos de los puntos de inflexión en cada partido. Con el horizonte de completar media Liga sin caer ante ninguno de sus rivales, y de convertirse en el único equipo de las grandes ligas ajeno a la derrota, se plantó el líder ante su bestia negra, tan deseoso como precavido para enfrentarse a una Real antaño perfectamente fluída pero que esta temporada se encasquilla más de lo esperado. Así arrancó el partido con cierto control blaugrana, la vuelta del 1-4-4-2 y la sorpresa de André Gomes en el once.
La propuesta inicial de Valverde pareció orientarse de forma muy marcada a contrarrestar el factor que más daño ha hecho a los azulgranas en sus últimas visitas a Anoeta: la presión txuriurdin. Basada ésta en una muy eficaz salida desde atrás, y en la capacidad realista de organizarse en campo contrario, El Txingurri diseñó una protección en dos partes. En la mitad realista su seña de identidad sería la presión para evitar, de este modo, un avance cómodo y estructurado de su adversario. De nuevo el mediocampo culé formó en esta fase con un esquema 3+1, en el que la capacidad física de Paulinho y Gomes trabajaban a ambos lados de Busquets, liberando a Rakitic para contener unos metros por delante sobre el mediocentro local. El brasileño y el portugués fueron también uno de los principales argumentos de la segunda parte del plan, ya que en pos de evitarse pérdidas comprometidas y de sortear las primeras líneas de presión de los hombres de Eusebio, el Barça buscó salidas directas hacia ellos cerca de la banda. Ganadores de sus respectivos duelos físicos a la hora de disputar el balón por arriba contra Odriozola o Kévin Rodríguez, se trataba de poder bajar el esférico y empezarlo a jugar a la espalda de la presión donostiarra.
La primera idea del Valverde, sin embargo, no tuvo éxito, y rápidamente el manejo con el que el Barça inició el encuentro fue a parar a manos de su rival. Empezando por los intentos visitantes de recuperar arriba, el plan se topó con dos grandes dificultades. Por un lado Willian José, que firmó un primer tiempo brillante alejándose de los centrales y ofreciéndose como punto de apoyo tanto en zonas vacías como en la banda de Sergi Roberto. Buscó el brasileño lo mismo que André y Paulinho contra los laterales realistas, pero su capacidad para aguantar el balón, esperar compañeros y generar juego a partir de estas situaciones fue muy superior. Sus toques de espaldas, su cambio de orientación hacia la banda de Odriozola, o sus llegadas a rematar cargando sobre la posición del lateral derecho azulgrana, fueron un constante cabo suelto para la defensa del Barça. Además no estuvo solo. A la espalda de las primeras presiones culés, Zurutuza, Xabi Prieto, Juanmi o Sergio Canales se erigieron como líneas de pase fácilmente activables, encontrando recepciones detrás de los centrocampistas visitantes, haciéndolos girar y juntándolos en el carril central. A continuación, y con la medular de su adversario arrugada en el interior, potenció la Real Sociedad la superioridad numérica dibujada en su carril diestro, con Xabi y Odriozola contra Jordi Alba, para construir una vía cómoda e insistente de profundidad y balones al área. Situados arriba, los de Eusebio se aceraron tanto al peligro como a un escenario ventajoso en el que desarrollar su presión.
La segunda dificultad del planteamiento de Valverde estuvo aquí, pues el mecanismo que debía garantizarle a su equipo una salida segura a través del juego directo hacia André Gomes y Paulinho, no resultó eficaz. Tanto el portugués como el brasileño son dos futbolistas físicamente fuertes, pero que no poseen un juego de espaldas especialmente rico. A menudo pierden por abajo lo que previamente han ganado por arriba. Ninguno de los dos fue capaz de aguantar la pelota en banda con continuidad, de protegerla y descargarla en condiciones favorables hacia un compañero. Siendo, además, dos de los cuatro centrocampistas del once, su posición escorada en salida dejó sólo a dos jugadores en la medular blaugrana, reduciendo el número de efectivos para la entrega o la disputa de la segunda jugada. Así pues, el Barça, durante el primer tiempo, no logró girar a la presión de la Real. Sin pararse a la espalda de su mediocampo ni amenazando los metros entre Rulli y su zaga, permitió a los locales defender siempre hacia adelante. Afortunadamente para el líder, el gol de Paulinho antes del descanso le dio una vida extra, y tiempo para que en el entreacto Valverde encontrara soluciones para cambiar un guión muy adverso. Como tantas otras veces a lo largo de la temporada, la segunda mitad arrancó con una versión netamente mejorada del Barça, a partir de una serie de cambios y correcciones que pudieron reconducir el rumbo del encuentro.
En primer lugar, en cuanto a la salida desde atrás, el Txingurri tomó la decisión de fijar más frecuentemente a Busquets entre centrales para dar alivio a Piqué y Vermaelen con el balón en los pies, y de cerrar la posición de André Gomes liberándole el carril a Jordi Alba. Lo primero permitió a los centrales mayor protección a la hora de conducir hasta el mediocampo, y lo segundo la habitual rampa de salida a través de la que el lateral suma profundidad a su equipo. Que André saliera del costado también vació la zona para que Luis Suárez apareciera en ella, arrastrando marcadores, ofreciéndose de espaldas y mostrándose una opción más fiable que el portugués a la hora de proteger el cuero. En segundo lugar, la seguridad ganada en el primer pase permitió que el Barça encontrara más fácilmente a sus más precisos lanzadores, lo cual aprovechó para castigar la retaguardia de la defensa realista con envíos profundos al espacio. Sin barreras para Jordi Alba, con Suárez menos encerrado y André descargado del juego de espaldas y activado como alternativa en el desmarque sin balón, el Barça pasó de situar todas sus amenazas por delante de la defensa local, a girarla en repetidas ocasiones. Odriozola, Llorente, Navas y Kévin Rodríguez, dejaron de correr siempre hacia adelante, y con ello los visitantes mejoraron tanto la peligrosidad de sus ataques como la eficacia de su presión.

-Izquierda: formación 3-1 del mediocampo, sin balón, en campo propio y en campo rival. Derecha: cambio a línea de 4 del 2º tiempo. (Click para ampliar)-
No obstante, a nivel defensivo el segundo tiempo culé se caracterizó por una mayor selección de los momentos de agresividad. Si durante la primera parte el 3+1 en mediocampo había sido una constante, tras el descanso los tramos formando una línea de cuatro de una única altura fueron mucho más frecuentes. Con ello logró Valverde una defensa más eficiente de los costados y, sobre todo, reducir el espacio aprovechable a la espalda de su mediocampo. Busquets y Rakitic orientaron más su posicionamiento defensivo a las recepciones que tanto daño le habían hecho al Barça en el primer periodo, y si aun así los donostiarras eran capaces de filtrar el un balón entre líneas, un fantástico Vermaelen haría el resto. Puesto que la Real Sociedad tenía muchas más dificultades para girar a su rival, ya fuera por banda o por el centro, ahora era la zaga blaugrana la que casi todo el tiempo podía defenderse hacia adelante, un escenario que agigantó la figura del belga corrigiendo cualquier concesión por detrás de la medular o intento realista de salir en largo. Los de Eusebio ya no eran capaces de asentarse en campo rival como durante los primeros 45 minutos, un factor que hizo resentirse a su presión. Antes de darle la vuelta al marcador, el Barça le había dado la vuelta al partido. La maldición de Anoeta duró sólo una mitad.
– Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images